Los dos últimos domingos enmarcan dos acontecimientos que tienen el mismo trasfondo, un ¡Basta ya! a los desmanes y la hegemonía comunista, que siempre se sabe como empiezan, los primeros, y como termina, aunque no cuando, la segunda. Me refiero, de fecha anterior en los hechos pero más reciente en el calendario, a más antigua, al pasado domingo, 18 de Julio, aniversario del Alzamiento de una parte del Ejército español contra el frente popular que se había adueñado de la Segunda República tras cinco años de despropósitos y atropellos de las libertades y varios golpes de Estado y al domingo anterior, 11 de Julio, cuando se produjeron las protestas espontáneas en las calles de varias ciudades de Cuba, que se repitieron los días siguientes, hasta que el 14 se “apagó” Internet y las redes sociales y el ejército, de uniforme o de paisano, tomó las calles provistos de armas y bates, para restablecer el “orden” que la revolución impuso un 1 de Enero de 1959, hace 62 años ya.
Y son más oportunas ambas citas tras el consejo de ministros del pasado martes, en el que se dio luz verde al intento de agravar la ya insensata e improcedente ley de Memoria Histórica –mejor sería llamarla histérica por su sesgo sectario– que se apresuró a aprobar la víspera del Día de los Inocentes de 2007 el incalificable José Luis Rodríguez, más conocido como Zapatero –apellido éste, el de su madre, que menoscaba la categoría del noble oficio del remendón de calzado– y que pretende sesgar un poco más su clon el doctor Plagio cum Fraude que responde –no siempre, como vemos en muchas de sus comparecencias/shows mediáticos– al nombre de Pedro Sánchez con el despropósito que puede ser la próxima ley de “Memoria Democrática” –es un decir– que al final no va a poder “defender” ante el hemicirco la defenestrada Carmen Calvo, que había hecho de ella su “leitmotiv” político, retrasada su presentación, al parecer, por conculcar algunos derechos constitucionales que podrían llevarla al fracaso antes de nacer, pero que ya como proyecto de ley –nada nuevo bajo el Sol sino más de lo mismo, si no empeorado– acabará presentándose al contubernio de los que forman la coalición de gobierno y sus apoyos, todos enemigos de España, y sin ningún género de dudas, aprobándose. Pero no me voy a extender en ello ahora, porque tiempo habrá, así como en los ya anunciados recursos.
Vuelvo al hilo de lo que introducía, reconociendo que no son pocas las veces, en los últimos tres años, en las que me dan ganas de abandonar las redes sociales, que se han convertido en muchos órdenes en “portavoces” oficiales de nuestros políticos y escenario de la beligerancia en el “diálogo” social, cuando no en la plataforma para el insulto rápido y casi siempre visceral, sin argumentación documentada en muchos casos, unas veces por la limitación de espacio y otras por la inmediatez de los mensajes que sepultan los anteriores en el ostracismo sin casi tiempo para verlos y buscar el origen, porque lo importante es “ser el primero en contestar” sin meditar bien lo que se dice ni a qué se contesta, sino dar duro y, como digo, el primero, que como dice el refrán “…da dos veces”.
Sin embargo, con el socorrido argumento de que, como existen y en ellas se refleja buena parte de la realidad, aunque muchas veces deformada, tergiversada o directamente prostituida y como instrumento de manipulación más que de información, me voy conteniendo en ese deseo primario y, a veces, me alegro de seguir porque llegan documentos de indudable valor, que merece la pena leer y, en no pocos casos compartir. Este es el caso de los dos que centran mi artículo, que me llegaron el pasado lunes y que realmente me lo han puesto fácil, con sólo su transcripción, estos dos valientes religiosos españoles que dejan un poco tocadas a sus respectivas cúpulas jerárquicas –al final la misma–, pero como puede ser largo para un artículo y creo que los dos documentos merecen una seria y reflexionada lectura, lo voy a compartir en dos entregas, hoy y mañana.
Empiezo con una homilía, cuya primera parte conmemoraba el 85º aniversario de esa fecha que lleva muchos años pasando casi desapercibida –1977 fue el último año en que ese día fue festivo, aunque ya no se celebró como tal y el 28 de Diciembre de ese año, Adolfo Suárez (q.e.p.d.), último Ministro Secretario General del Movimiento, para mayor paradoja, la eliminó del calendario laboral, aunque se conservó la paga extraordinaria, que una cosa es una cosa y otra… serían dos–. Voy con ella antes de que pueda convertirse en “delito” el mero hecho de citarlo, que lo será cuando se apruebe ese proyecto de ley, más propio de una dictadura bananera que de una “democracia plena” que repiten cual cotorras algunos ministros, en relación a España, cuando le preguntan si Cuba es una dictadura.
La homilía fue en el Santuario de Lourdes de Can Cerdá (Barcelona), aunque desconozco el nombre del predicador, y reproduzco literalmente esa parte por su indiscutible interés histórico para muchos:
<<Esta fecha del 18 de Julio, que hoy conmemoramos, trae a nuestro recuerdo aquella gran proeza que, encabezada por una parte del Ejército español, pero secundada con el beneplácito de una enorme fracción de la población española, paró los pies, no a la República como tal, sino a aquella chusma que se había apoderado de ella. Una chusma izquierdista, revolucionaria, violenta y marxista, que quiso traer la revolución comunista a España. Decía Lenin, “A Europa hay que tomarla por detrás, por la Península Ibérica”. Era todo un ‘masterplan’. España se encontraba por lo tanto en una situación límite. Las autoridades habían contado incluso con la complicidad de las fuerzas del orden público, incapaces por omisión de frenar aquel asalto al poder, aquella quema de conventos e iglesias, con cuyas acciones las masas izquierdistas celebraban su triunfo. En ese ambiente prerrevolucionario llegó, en Febrero de 1936, el triunfo amañado del frente popular que ya, como en una recta final, llevaba a España a un sometimiento marxista total. Largo Caballero ya afirmó que la República y la implantación de la misma, tenían como objetivo la implantación del marxismo en España. Que la República había sido la llave que lo iba a abrir todo. Fijaos cuales eran los proyectos presentados, la vuelta a la política de la persecución religiosa contra la Iglesia Católica; reformas en el campo educativo hasta lograr una enseñanza íntegramente laica; apoyar las reivindicaciones separatistas y amnistía para los miles de prisioneros que continuaban en las cárceles en razón de los gravísimos disturbios de 1934. Ante un programa tan apetitoso, hasta los anarquistas de la CNT-FAI –Federación Anarquista Ibérica, aclaro–, decidieron unirse a aquella causa y el día 17 de Febrero, jornada posterior a aquellas elecciones, tras el triunfo del frente popular, los militantes y simpatizantes de las fuerzas de la izquierda, se echaron a las calles para festejar el triunfo y, ¡cómo no! cómo podían hacerlo si no de otro modo que quemando de nuevo iglesias. A partir de ese momento crece la violencia, los atentados. El sonido de disparos por la calle es frecuente. Y aunque fueron muchos los factores que provocaron el Alzamiento, lo que es evidente es que fue antes que nada una reacción legítima a favor de la convivencia entre los españoles y el sentir nacional, cuyo sentido de unidad y de religiosidad se quiso aniquilar rompiendo España y destruyendo la Iglesia de Jesucristo, como lo demuestran fehacientemente los miles de religiosos, obispos, sacerdotes, frailes, monjas y fieles católicos asesinados y masacrados, por su sola condición de ser creyentes. De ahí lo de Cruzada, como bien atisbó a ver el Episcopado de la Iglesia Católica y, en una carta firmada por todos ellos, reconocieron la circunstancia de una Cruzada. Ese documento entonces obviamente fue firmado cuando los obispos eran valientes y agradecidos. De ahí, por tanto, que lo que hoy conmemoramos con el mayor decoro y hondura posible, es aquel acto de legítima defensa a favor de nuestro propio y consustancial ser nacional. Una convivencia que fue amenazada hasta la consecuencia de su aniquilación y que solamente se salvó por el impulso de aquella, la mejor generación de España. Un acto en legítima defensa, que después de la victoria del 1 de Abril de 1939, puso en marcha todo un proceso de rectificación histórica bajo la dirección del Generalísimo Francisco Franco. El dolor y la sangre derramada en los campos de batalla, en las ciudades y en los pueblos de toda España, en las cunetas de todos los caminos de nuestra geografía, gracias a Dios se pudo cambiar por la acción de resolver problemas. ¿Es acaso esta conmemoración que hoy hacemos una intromisión católica en asuntos políticos? Pues en absoluto. Lo que estamos celebrando es un reconocimiento de que aquel Alzamiento dijo ¡basta ya! a aquella persecución y aquel ensañamiento mortal contra cualquier español por el mero hecho de profesar la Fe Católica. Aquel Alzamiento fue sencillamente el principio del fin de aquella persecución y por eso hoy damos gracias a Dios. Quizás otras personas y nosotros mismos podríamos entrar en otros aspectos y otros matices de esta jornada, pero tampoco queremos complicarnos la vida innecesariamente con nadie. Tenemos motivos más que suficientes para decir que damos hoy gracias a Dios porque comenzó a detenerse la barbarie del ataque exterminador contra la Iglesia Católica y contra los católicos, los cristianos. No en vano se atribuyó el nombre de Cruzada y fijaos que de ella, todavía a día de hoy, se siguen reconociendo y canonizando mártires de aquella contienda. El año pasado y el anterior, no faltan momentos en los que a través de los procesos convenientes y adecuados se sigue reconociendo la santidad de aquellos que se entregaron a la muerte por su amor a Dios y a España. Jesucristo, el Señor dijo, ‘quien no está contra nosotros, está a favor nuestro’. Que nadie pretenda decir que nuestro espíritu es incitador o que somos defensores de revoluciones. No, somos portadores de paz, pero la paz, a veces, requiere ser defendida con lo que sea necesario. La integridad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, debe ser defendida con lo que convenga, porque no tememos a los que pueden matar el cuerpo, pero sí a los que buscan matar el alma. Muchas cosas toca escuchar: que si aquel Alzamiento violentó unos tiempos y gobiernos plenamente democráticos; o que fue el resultado de la ambición de militares alzados, los más conservadores del Ejército; o que fue provocado con el apoyo de la oligarquía económica social y la intransigencia de la Iglesia Católica. Bueno, es aquel “Ladran, luego cabalgamos” del Quijote. Muchas cosas se pueden decir de unos y de otros, pero nosotros podemos afirmar como aquel ciego del Evangelio, ‘Yo sólo sé que antes no veía y ahora veo’. Después de 85 años, no podemos decir que estemos en unos tiempos mejores, pero ¿qué podemos hacer?>>.
Mucho más se podría decir, pero termino ya esta primera entrega y lo cierto es que España ha sido la única Nación que ha derrotado al comunismo en el campo de batalla y eso, no lo perdonan los que quieren convencer a algunos de sus “excelencias” y pretenden, desde fuera y desde dentro, volver a las andadas.
Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión
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