El esfuerzo no es cuestión de ideología, es un valor en sí mismo que dignifica al ser humano, siempre que lo realiza o desea realizarlo. Es un valor que nada tiene que ver con los valores progresistas, porque es un valor inherente a la raza humana, que la hace más humana y no depende de las ideologías, depende de la voluntad de cada uno, y además es un valor que cuanto más se cultiva más fuerza se obtiene y más se estimula, generando un feedback, que te anima desde dentro -motivación- y desde fuera como premio a dicho esfuerzo. Siempre recuerda uno en aquellos años de infante, en la escuela y en el colegio que te decían: “Hay una fuerza más potente que el vapor, que la electricidad, que la energía atómica, y es la voluntad” … Uno se hace grande y no sabe cómo, pasados los años y la lectura apasionada, cae en la cuenta, que esa frase era nada menos que de Albert Einstein. La formación de nuestros maestros era una de esas clases, nada más entrar; y “perdían unos diez minutos” en reformar un máxima, un criterio, un valor, una enseñanza humana, cristiana; que nos diera alimento para el alma -como se decía en mi tiempo-. ¡No saben la de veces que he recordado esos diez minutos de reflexión, meditación a través de ese profesor-maestro vocacional, que su mayor interés -¡cobrando tan poco!-, era formar nuestras cabezas con valores que rompían los techos de la economía, de lo identitario…; querían a toda costa que fuéramos personas recias, fuertes, de voluntad y que el esfuerzo ya es un premio en sí mismo, no es el resultado que, siéndolo bueno por el esfuerzo, ¡viene a incentivar de mejor manera esa voluntad!
Querer alcanzar los objetivos que uno se propone en la vida sin esforzarse lo más mínimo, es muy cómodo, pero siempre hemos considerado que no es lo más educativo para una sociedad infantil que está en momentos de formación y orientación educativa. El valor del esfuerzo no tiene derechas ni izquierdas, tiene sentido de la responsabilidad, de la madurez en la voluntad y en el esfuerzo constante por alcanzar por nuestros objetivos.
Cuando en casa, en la escuela se habla del valor del esfuerzo, estamos sin darnos cuenta, pero realmente formándoles en otros valores que son hermanos del esfuerzo: Formación humana, disciplina, solidaridad, perseverancia, control, fortalezas… Valores que son realmente los que nos hacen más humanos. Despreciar, abandonar, rechazar, olvidar estos valores, es lo más perjudicial que podemos pretender en la educación. A no ser que nuestro objetivo sea otro, oscuro, soterrado, encapsulado de “progre” pobre, que nos mine lo que tanto esfuerzo nos ha costado a esta sociedad del bienestar; por eso hemos alcanzado “cierto nivel de calidad de vida”, gracias al esfuerzo y eso es realmente ser progresista.
Si el objetivo es tener personas inmaduras, sin esfuerzos, sin voluntad, perezosas y, así de esta manera son más manejables, más borregos, un rebaño que se estimula con “la zanahoria” gratuita y subvencionada por distintos estados, pues tendremos que actuar los padres y la propia sociedad si realmente es eso lo que no queremos… Si no reaccionamos, cada uno desde su puesto de trabajo, desde nuestra familia, desde su interior y respuesta contundente, estaremos colaborando con esas fuerzas soterradas, que dirigen determinados caminos que no nos convienen y darán al traste más pronto que tarde con nuestros derechos adquiridos y nuestro bienestar social y personal.
Cuando nuestro cerebro percibe que estamos haciendo un esfuerzo por conseguir algo y él lo aprueba porque nos conviene, actúa de inmediato logrando la estimulación de la recompensa y nos da un enorme placer y felicidad, es lo que han llamado los fisiólogos el sistema dopaminérgico de la recompensa, y eso es un valor científico psiconeurológico que debemos transmitir cuando hablamos del esfuerzo y de la voluntad. Enseñar otra cosa sería faltar a la verdad y engañarles en vez de educarles en la ciencia y en la biología del esfuerzo.
La formación es valores, es lo que nos hace grandes, más humanos, más felices y esa felicidad se consigue siempre con el esfuerzo y la disciplina y se aprende en la familia y en las escuelas principalmente.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)