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Las nuevas modalidades (in)comunicacionales

El lenguaje es una institución humana histórica. Esto significa que es dinámico, se acopla y muta conforme los cambios socioculturales.

Cambia, evoluciona, o se degrada e involuciona, pero siempre es una expresión de la realidad social.

A veces surgen grandes choques interculturales que devienen en nuevos modos de expresión. Un ejemplo de esto es el lunfardo que tuvo lugar en Buenos Aires durante la oleada inmigratoria europea, allá por principios del siglo xx. Tambien puede ocurrir que, por intereses político-ideológicos se presione a imponer un determinado lenguaje (o deformación del mismo) bajo la excusa de que a un sector minoritario le parece moralmente correcto según su propia moral deformada, como en el caso del lenguaje “inclusivo”.

Como todo fenómeno, el lenguaje tambien es permeable de su contexto sociohistórico y está implicado en la comunicación. Se pueden distinguir dos grandes subconjuntos: el de la comunicación verbal y el de la no verbal. Cabe decir que todo es lenguaje, todo comunica, todo puede traducirse, decodificarse. Una mirada fija a los labios de una persona, sin estar mediatizada por una estructura simbólica compleja (lenguaje) puede interpretarse, traducirse.

Así vemos que el lenguaje no verbal está totalmente presente en nuestras vidas, en nuestra cotidianidad…incluso de manera imperceptible. Cuántas veces nos cruzamos de brazos en señal de autoprotección, o nos sentamos muy al borde de una silla, cuando inconscientemente nos queremos ir de determinado lugar, o nos cruzamos de piernas con dirección a quien nos interesa…

Pero ¿qué sucede cuando un agente extraño, ajeno a nosotros nos obliga o nos impide poder expresarnos eficazmente?

Desde los inicios de la pandemia se fue gestando un desplazamiento en la retórica y dejó de hablarse de barbijos y se pasó a hablar de tapabocas, con toda la carga de significado que implica tapar la boca (medio rostro)

Me intriga saber si el tapabocas fue un obstaculizador de la comunicación, o si fue un vector de una nueva modalidad comunicacional, que ya se venía decantando: la virtualidad, espacio donde los emojis, stickers y demás hacen las veces de expresiones de nuestros estados de ánimo. Si nos pensamos como inmersos en el reemplazo de la propia expresión por un soporte artificial, creo personalmente que el fenómeno del tapabocas fue el empujoncito que faltaba. Tal es así, que allegados de España, con sorpresa me cuentan que pese a haber cesado la obligatoriedad del uso de este artefacto, la gente lo continúa usando, alegando querer seguir previniendo…

Me invade una emoción cuasi nihilista: ¿las personas de estos “nuevos” tiempos posmodernos están olvidando cómo comunicarse, o esto que yo identifico como un déficit comunicacional es acaso un nuevo estilo o modalidad que se viene a instalar en nuestras vidas?

Me encantaría profundizar más este pequeño análisis conforme vaya resolviéndose esta nueva coyuntura libre de tapabocas, en la letra pero no en los hechos y, obviamente, conocer sus opiniones.

Laura Maciel, licenciada en trabajo social, actualmente cursa la carrera de ciencia política.

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