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¡El roce hace el cariño!  

Esta frase proverbial resumen en alguna manera que «roce» nos indica contacto frecuente con algunas personas, con cuya acepción de rozarse nos queremos referir a tener familiaridad con alguien: Nuestros amigos, familiares, parejas, «parejas con derecho a roce», compañeros de trabajo, etc… Sin el roce frecuente, habitual no hay cariño, amor, goce, felicidad… ¡Esto es así siempre, a pesar de la pandemia! Perder el «roce», la comunicación, el mensaje, el saludo como Dios manda, el abrazo y el beso que no hay mejor «roce» que eso…; es perder el trato afectivo, la relación íntima y el intercambio de conexiones emocionales y físicas, que nos son totalmente necesarias. ¡Pues, claro que entendemos las medidas de control higiénico; pero la prudencia excesiva que se contagia con el miedo es tan nociva como puede ser la pandemia!

¡No hay lugar a duda, que la salud es lo primero! Pero cuidado, que la salud solo no es la física, la salud también es social, afectiva, psicológica, ¿de roce?… Solo un eje no nos puede conducir -exageradamente realizado-, a una integral y verdadera salud total. Llevamos mucho tiempo, demasiado tiempo alejados del «roce afectivo, del saludo, del apretón de manos, del beso…» Y, eso no nos favorece, desgraciadamente a aumentar nuestro termostato de la felicidad. Antes de la pandemia, no nos vengamos a engaño; éramos más felices por muchas cosas, pero también porque teníamos un continuo roce de afecto, de sentimientos expresados y de conexión social y facial con los nuestros y con quienes nos encontrábamos en el paseo, en el restaurante, tomando un pincho… El humano es un ser social por excelencia, y esa relación sin ninguna duda, nos hace más felices, y siendo más felices somos más resilientes, y nuestro sistema inmune más fuerte, menos vulnerable.

La hipocondriasis es un «virus» que se contagia con mucha facilidad, no vamos a engañarnos; y siempre ha habido personas que por ese «halo-miedo al contagio», han descrito con suma perspicacia, que las manos eran-son «agentes de transferencia bacteriana»; una científica de la escuela londinense -ya fallecida-,  de la facultad de higiene y medicina tropical decía que también podría servir para aclarar «que se confía lo suficiente en la otra persona para compartir gérmenes con ella», cuando ambos se dan la mano. Para eso y por eso nos lavamos las manos con frecuencia y siempre después de determinadas acciones domésticas y habituales; hoy tenemos toda clase de hidroalcoholes en todos los rincones.

La hormona o neurotransmisor, que nos proporciona o nos induce a la felicidad es la hormona del amor y de los abrazos, o fisiológicamente llamada Oxitocina, sustancia química responsable de los besos, abrazos y muestras de afecto con «roce…» Necesitamos los humanos relación social afectiva, que nos crean vínculos, lazos estrechos e intensos; tanto es así que cuando nos besamos y nos abrazamos tenemos una descarga agradable de oxitocina, que nos hace más felices mientras nos besamos y/o abrazamos. «Los lazos entre amantes, parientes o amigos muy cercanos tienden a hacer felices a las personas a largo plazo, y la oxitocina parece ser un ingrediente integral de los mismos» (Burnett, 2018).

El proceso de dar a luz a un hijo: Parto y amamantamiento, suponen grandes dosis de la hormona oxitocina, la cual genera lazos tan fuertes entre el bebé y la madre, que no existen otros ni tan fuertes ni tan duraderos… ¡Es un vínculo que se solidifica en toda la niñez entre madre e hijo! «También se le atribuyen a la oxitocina parte de la excitación sexual que sentimos y las respuestas sexuales, («Amigos con derecho a roce»). «La oxitocina es lo que crea el «amor», cuando se hace el amor»; y ya para más inri: controla el estrés, el proceso de la interacción social y hasta incluso tienen que ver con la fidelidad en nuestros matrimonios. (Libro: La ciencia de la Felicidad: Cien herramientas para ser feliz, 2019)

Dr. Emilio Garrido Landívar, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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