Lo sucedido en un colegio de Barcelona, en el que un alumno, de 13 años, ha asesinado a uno de sus profesores y ha herido de gravedad a varias personas, merece una reflexión seria y profunda.
A pesar de que por ley, este menor, no vaya a ir a la cárcel ni vaya a ser imputado por ello, deberían tomarse las medidas oportunas para evitar este tipo de actos y, sobre todo, este posible “efecto llamada” no pudiera reproducirse.
Las leyes no deben poner medidas, solamente, para producir una reinserción del condenado en la sociedad en la que ha delinquido, sino que también, deben mostrar el castigo que se produce como consecuencia del incumplimiento de la ley. Un castigo que no debería consistir en penas de privación de libertad en las que, por buena conducta u otros motivos, los condenados aligeran notablemente sus penas.
Con relación a los “delitos” cometidos por menores, deberían endurecerse las medidas. Un menor no puede saber que, haga lo que haga, su castigo puede quedar impune. Un brote psicótico no puede ser causa de que un menor no pueda ser acusado, ni condenado ante el vil asesinato que ha cometido.
La sociedad, las instituciones deberían reaccionar ante situaciones como estas, para hacer ver a aquellos que, por sentirse libres de todo castigo, pueden llegar a cometer actos como el sucedido en Barcelona