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El papel irremplazable de los profesores en la era de la IA

 

La tecnología ha revolucionado todos los aspectos de nuestra vida y el sector educativo no es una excepción. De hecho, fue uno de los primeros sectores públicos en implementar las TIC de forma generalizada. Desde entonces, la tecnología es indispensable en las aulas. Las primeras introducciones tenían más que ver con soportes como ordenadores o pizarras interactivas, pero en los últimos años han ganado terreno los procesos de aprendizaje y evaluación de los alumnos. En general, la integración de la tecnología ha sido positiva para profesores y estudiantes, pero la incorporación de la Inteligencia Artificial plantea un sinfín de debates éticos que cuestionan el rol del docente.

Esta revolución tecnológica se ha ido fraguando poco a poco, a fuego lento, pero el cambio más significativo se produjo a raíz del confinamiento, cuando el porcentaje de profesores que incorporaban las TIC en las aulas aumentó un 25%, según un estudio de Blink Learning. En países influyentes como Estados Unidos y China, la presencia de la inteligencia artificial en las aulas ya es una realidad. En Texas, por ejemplo, hasta 4.000 profesores han sido reemplazados por la inteligencia artificial GPT-4 para corregir los exámenes STARR, que determinan si los alumnos avanzan o repiten curso, una cuestión no precisamente baladí. En algunas ciudades pequeñas de China, que se propone liderar esta tecnología para 2030, se están introduciendo tablets con IA para reemplazar las clases particulares, lo que ha reducido notablemente la demanda de docentes. Como podemos ver, el desplazamiento e incluso la sustitución de los profesores es ya una realidad, no se trata de teorías conspiranoicas.

Si bien la tecnología puede aumentar la eficiencia y optimizar el aprendizaje en ciertos aspectos, también plantea un reto para el desarrollo de habilidades emocionales y creativas en los estudiantes. La interacción humana, la empatía y la capacidad de pensar de manera original son innatas al ser humano. Es por eso que, aunque la IA pueda ofrecer soluciones rápidas y efectivas, no debe sustituir el papel del docente, quién no solo enseña contenidos, sino que también fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y el crecimiento emocional de los estudiantes. Tal y como explica el creador del Informe PISA, Andreas Schleicher, «los resultados de aprendizaje siempre son el producto de la cantidad y la calidad de las oportunidades de aprendizaje”. Es durante el proceso de aprendizaje, por muy arduo que sea, donde el estudiante, bajo la guía del docente, absorbe realmente el conocimiento, creando un impacto duradero en lo aprendido. El aprendizaje no es conocimiento en sí, sino que también incluye la experiencia de vivirlo, y de hacerlo con personas afines a ese contexto en el que te desarrollas, no solo intelectualmente, sino también en el plano personal. El dónde y con quién (y no con qué), adquiere una relevancia mayor en un entorno cada vez más digitalizado e impersonal.

En este proceso el docente tiene un papel fundamental, pues su labor va más allá de impartir conocimientos. Los profesores fomentan habilidades blandas, que son intangibles y difíciles de medir, pero que son esenciales para el desarrollo personal de los estudiantes.

Tampoco debemos caer en el negacionismo tecnológico del que algunos hacen bandera. La introducción de las TIC en las aulas ha sido y es positivo para alumnos y profesores. Pese a ello, es preciso que mantengamos el foco en el uso y aplicación que se le va a dar a la IA en un futuro, que ya es casi presente.

Se empieza a vislumbrar un escenario donde los profesores pierden su cuota de importancia y son relegados a funciones mucho más especializadas o incluso sustituidos por IA. Este es un marco que debemos revertir, no podemos delegar la educación y formación de toda una generación a una tecnología que no valora, ni puede hacerlo, el aprendizaje personal, que es el que deja mella y el que hace progresar al alumno y a la persona. En un mundo cada vez más automatizado, es crucial que sigamos reconociendo y valorando el impacto humano en la educación. Solo así podremos formar una generación que no solo sea capaz de dominar la tecnología, sino también de usarla con sabiduría y responsabilidad.

Por Antonio Barbeito, fundador de mundoestudiante y presidente de ASCADE

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