Escuchaba el lunes los dos editoriales de las seis y las ocho de la mañana, muy parecidos, de Sergio Barbosa en COPE, que se incorporaba con buen humor de sus vacaciones veraniegas en las que el jefe, Carlos Herrera, continúa cargando pilas para la nueva temporada. Y como lo que está bien hecho, no admite más que su reproducción literal, me puse manos a la obra como anticipo de lo que se empieza a jugar el jueves próximo, mañana para el lector, no estoy muy seguro de si con limpieza o con trampas. Pero no sería yo si no insertará alguna precisión que aporte algún dato. Empezaba Barbosa con una conversación imaginaria de chiringuito:
«Los que hemos estado por ahí, de campo y playa, nos ha dado tiempo de contemplar escenas costumbristas de nuestra querida España. Como, por ejemplo, esos dos compadres que el 23 de julio votaron opciones diferentes y esta semana han coincidido en el chiringuito y uno le dice al otro: “Pero Manolo, hombre, si tu fuiste muy crítico el 28M con Sánchez y me diste a entender que no votaste al PSOE por eso, ¿cómo es que el 23 de julio volviste al redil?”. “Hombre, Paco, pues por la amenaza de la ultraderecha y eso”. “Pero Manolo, ¿a ti te parece normal votar a los que beneficiaron a más de mil violadores, porque no saben hacer leyes o ponen más fácil la corrupción política al rebajar la malversación?”. “Pues hombre, Paco, a mí esas cosas no me gustan, pero es que yo voto una opción política. No pienso en tantos detalles cuando voto, yo voto a la izquierda…, así, como idea, y ya está”. “¿Y lo de Puigdemont, Manolo? Con lo que has rajado tú de los indultos y estos ahora son capaces de perdonarles hasta la deuda y que la paguemos los demás. A los que vivimos en esta comunidad se nos va a quedar a todos cara de tontos y de idiotas”. Y ahí es cuando Manolo se encoge de hombros un poco incómodo, como con ganas ya de cambiar de tema y Paco tampoco quiere pinchar más, por aquello de tener la fiesta en paz, porque, total, son amigos y, en definitiva, están de vacaciones».
No me dirán ustedes que no conocen algún “Manolo”, como el del diálogo del chiringuito, incluso, me temo, mucho más entregado a la causa y que ni siquiera se alejó del rebaño el 28-M, como, me atrevería a afirmar, ocurrió con el que me vino a mí a la memoria y muchos de esos 7’7 millones.
Continuaba Barbosa con su magnífico editorial: «El caso es que estamos ya en la primera semana del nuevo curso político y el PSOE lo inicia teniendo ya la confirmación de que hay 7’7 millones de españoles, como Manolo, dispuestos a votar una idea abstracta, casi platónica, de la izquierda, por más que luego la realidad deje mucho que desear. Y eso es lo que nos ha traído a esta semana decisiva en la que se van a constituir las cortes, con un PSOE y un gobierno en funciones diciendo cosas como esta que ha dicho Nadia Calviño: “Bueno, es evidente que se están produciendo contactos y yo creo que es el momento de tener esas conversaciones y esos contactos discretos, para que, cuanto antes, haya en nuestro país un gobierno que refleje el resultado de las urnas, la mayoría que salió de las elecciones generales”. Eso de que hay una clara mayoría social que ha pedido lo que esta semana seguramente va a pasar con el reparto de la mesa del Congreso es bastante cuestionable».
Al parecer, la Sra. “Nadie” Calviño, que se da autobombo con su “fuerte candidatura al Banco Europeo de Inversiones”, no parece saber lo que es una mayoría que, para ella, debe ser la suma de siete minorías, muy distintas entre sí, una de ellas compuesta por quince grupúsculos y restos de partidos.
En esa línea, continúa Barbosa: «Para empezar, hay más de 11 millones de españoles (los que votaron a la derecha constitucional), a los que la izquierda y el nacionalismo parece que quieren ignorar como si fueran el elefante en la habitación. Y esa mayoría por los pelos que se puede repartir los puestos de la Mesa a su gusto (proponiendo Coalición Canaria incluso que el Congreso lo presida el PNV) no son un proyecto común. Por no ser no son ni progresistas, porque incluyen a las más rancias derechas nacionalistas del País Vasco y Cataluña. A no ser que se entienda, como proyecto común, evitar que la mitad del país tenga alguna posibilidad de participar de la alternancia política.
Pero ¿por qué se permite el PSOE hablar así y hacer lo que va a hacer (o al menos intentarlo) a partir de esta semana con la Mesa del Congreso, luego la investidura y, si les sale, todo lo que pueda hacer Sánchez en un nuevo mandato? Pues porque este verano han recibido la confirmación, ya total y absoluta, de que hay un sector muy importante del electorado español que, en un momento determinado, puede votar eslóganes, en lugar de votar gestión. Y cuando eso pasa, cualquier barrabasada que hayas podido hacer durante la legislatura, estás a tiempo de corregirla con una campaña efectiva de eslóganes, como lo de meter miedo con la ultraderecha, ayudado además por los errores que haya podido cometer la propia derecha.
Y les digo una cosa, aquí no nos vamos a poner a leer la cartilla a esos votantes, faltaría más. Esto es una democracia y el que quiera votar algo, que lo vote y hay que respetarlo. Pero no nos hagamos ya, tampoco, más trampas al solitario. Aquí el problema ya no es Sánchez, que se presentó a unas elecciones vendiendo lo contrario de lo que al final hizo. Aquí hay millones de españoles que han votado al Sánchez que ha hecho lo que hecho. Y contra eso poco se puede hacer. Hay socialistas de Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha que son capaces de contribuir a reeditar un Frankenstein que acabe perdonando la deuda a los separatistas con tal de que no gobierne la derecha. Y en Cataluña hay votantes del PSC, que llegaron a votar a Ciudadanos cuando le vieron las orejas al lobo en 2017, y que ahora, en cambio, no les incomoda votar lo mismo que Esquerra. Porque en la práctica, ahora mismo en Cataluña, votar al PSC es como votar a Esquerra. De hecho, ha habido separatistas que han votado a Sánchez porque creen que es la mejor opción para cargarse España y los socialistas catalanes están dispuestos a prestar diputados a Esquerra para que tengan grupo parlamentario propio y puedan trincar más pasta de los contribuyentes. ¿Le gusta esa idea al votante del PSC? Pues a lo mejor, no mucho, pero tampoco le espanta. Y, ante eso, repito, poco se puede hacer. Son los mimbres con los que hay que hacer el cesto de la vida pública.
¿Entonces el PP pierde el tiempo tratando de armar un Gobierno en minoría y que Feijoo intente presentarse a la investidura? Pues el PP está haciendo, seguramente, lo que tiene que hacer, que es insistir en que, en un país normal, lo suyo sería que, ante la posibilidad de que la llave de todo la tenga un nota que está fugado de la justicia, porque cometió un golpe sedicioso y se marchó escondido en un maletero, pues que antes de dar ese espectáculo y someter a nuestra democracia a ese bochorno, que PP y PSOE llegaran a algún tipo de acuerdo. Y eso hay que repetirlo: no es normal y no nos podemos acostumbrar a esta dinámica política que no se ve en ningún otro lugar de Europa. A lo mejor lo vemos en Ecuador, si según como sean los resultados electorales de este mes de agosto, el también fugado en Bélgica, Rafael Correa, tiene la llave de la gobernación en ese país.
Pero si eso pasa, seguro que pensaremos “qué chapuza de país, que el que parta el bacalao sea un sujeto que está huido de la justicia y condenado en ausencia por corrupción. Hay que ser república bananera, y tal”. Bueno pues no lo digamos muy alto, porque España, ya, está jugando esa liga. Y aquí, repito: hay millones de españoles a los que no les importa demasiado o les dan importancia a otras cosas.
Es más, en el PSOE, y sus terminales, están estos días con el artículo 99 de la Constitución como Mateo con la guitarra: “El partido popular no ve necesario cumplir la Constitución. Constitucionalistas, pero sólo a ratos. Visto lo visto, recomendaría a los dirigentes del PP que, en estos días veraniegos, aprovechen el tiempo y lean la Constitución, especialmente, su artículo 99, en el que se habla de la democracia parlamentaria”. Están todo el día recordando que España tiene un sistema parlamentario, en el que no tiene que gobernar necesariamente el más votado, si hay un segundo o un tercero que sea capaz de montar el tetris. Pues tiene razón Pilar Alegría –de la huerta, añado yo–. Hacerse se puede hacer, pero hubo un PSOE, que fue el que trató de descabalgar a Sánchez en su momento, que entendía todavía que, por el bien común del país, había cosas que, aunque se pudiera, no se debían hacer. El sanchismo no, el sanchismo es un proyecto político que tiene clarísimo que, si es necesario para gobernar, lo que se puede hacer, se hace y punto. Por más estrambótico que pueda ser».
Y aquí me veo obligado a hacer una precisión respecto a ese “tiene razón Pilar Alegría”, porque hay que decirle a esta señora que parece ser ella, cada día más “portacoz” del PSOE, la que debería leer y, sobre todo, entender, el artículo que menciona. Mire usted, doña Pilar, lea con atención, si es capaz, el Artículo 99 de la Constitución Española que, esta vez, copio completo, a ver si se entera.-
1: “Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno (no veo ninguna limitación para la propuesta de candidato ni obligación de que sea el más votado –aunque haya sido lo tradicional– o el que pueda justificar que tiene los apoyos suficientes para formar gobierno). 2: El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior (es decir, después de escuchar a todos los representantes, sin que exista ninguna otra condición que se recoja en el texto) expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara. 3: Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey lo nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta en nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere mayoría simple. 4: Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgare la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores (es decir, nueva ronda de contactos, propuesta de candidato, exposición de programa y votaciones, nada más). 5: Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Gobierno. Y eso es lo que dice el artículo que recomienda a los dirigentes del PP. Está claro que doña Pilar sigue el refrán de “Consejos vendo que para mí no tengo” y que las leyes de “educación” socialistas pueden haber completado, tal vez, la desaparición de ese escaso 5-7% de analfabetismo español con el que acabó el franquismo, en el sentido literal del término, porque prácticamente todo el mundo sabe leer, otra cosa es que se enteren de lo que leen, en ese analfabetismo intelectual que la izquierda aumenta cada vez que llega al poder. Lo de escribir, ni lo comento, porque se escribe poco y muy mal, con no pocas faltas de ortografía, que algunos cometen hasta hablando, y pésima redacción.
Continuaba Barbosa con su editorial:
«¿Cuáles pueden ser los nuevos capítulos de esta serie? Pues, el jueves, constituir una Mesa del Congreso que no sea lo que debería ser: un reflejo de lo votado por los españoles. Es decir, una Mesa que no esté presidida por el PP, aunque los españoles lo convirtieran en la fuerza más votada del país y donde estén sobrerrepresentados los partidos separatistas que no han sido capaces ni de sacar grupo parlamentario propio. Con esa mesa, el sanchismo controlaría los tiempos parlamentarios en una legislatura que, de ver la luz, será un absoluto encaje de bolillos permanente. Pero para eso habrá que saber cómo termina la negociación de cara a la mesa, que la izquierda está llevando, por cierto, con total opacidad. De hecho, Félix Bolaños presumió el otro día de que no se podía dar información a la gente de a pie –otro de la cofradía del juez “Ber-mudo”–. Esto antes se pensaba, pero no se decía, porque quedaba feo decir que estás repartiendo sillones y dinero, detrás de un biombo, pero después del 23-J, esta gente ya no disimula. Y una vez que esté lo de la mesa, el PSOE ha dicho que ya se verá lo de la amnistía y la autodeterminación. Ojo, no lo descarta, simplemente son temas que se aplazan. ¿Qué puede pasar? Pues eso sólo lo sabe Puigdemont, que a diferencia de ERC tiene su propia dinámica interna y que no tiene por qué ser la más lógica. Puigdemont, lo único que quiere es volver a Cataluña en plan triunfador y con opciones de volver a ganar unas elecciones catalanas. Y para eso tiene que o llevar algo muy parecido a la autodeterminación o poder demostrar que Esquerra es el partido que pacta migajas con Sánchez y que él, en cambio, es el irredento capaz de forzar una repetición electoral y tener a España empantanada.
Si al final, esta legislatura no sale adelante porque Puigdemont no quiere, no se preocupen que ya dirá Sánchez en la próxima campaña electoral que se tiene que volver a votar porque él no estuvo dispuesto a aceptar las exigencias de Puigdemont. Ya saben, lo del relato por encima de la realidad. Y si sale, el PSOE seguramente hará lo de siempre. Lo de la amnistía, si fueron capaces de hacer los indultos, no se puede descartar que le den una vuelta, por más que el propio PSOE dijera en su momento que no es posible. Y lo de la autodeterminación lo tratarán de posponer ofreciendo lo de siempre, más dinero. Ahí, la reforma del modelo de financiación es un clásico que esta vez puede venir acompañado de una condonación de la deuda. Es decir, que todos los españoles paguen el pufo de años y años de políticas identitarias.
Si eso no fuera suficiente, y hubiera que tontear más en profundidad con la autodeterminación, a Conde-Pumpido lo tenemos manejando el Tribunal Constitucional, con sus interpretaciones creativas de lo que dice y no dice la Carta Magna. Pero, es lo que hay, el ‘no es no’ te lleva a Puigdemont. Y Puigdemont te lleva a la desigualdad entre españoles Y Manolo, en el chiringuito, con su idea platónica de la izquierda».
Pero ya andan los corifeos de Moncloa extendiendo que “Núñez Feijoo pondrá en problemas al Rey si insiste en querer que prospere su candidatura”, volviendo la oración por pasiva en esa doble vara de medir que caracteriza a nuestra izquierda y sus altavoces mediáticos de manipulación. Espero que Su Majestad interprete bien el Art. 99 y, sobre todo, no olvide el 61.1: “…guardar y hacer guardar la Constitución…”, algo que se me antoja difícil si se propone un candidato que gobierne y se apoye con partidos que quieren romperla. Y mientras, el fugado disfrutando del “caramelo” que le han dejado en sus manos.
Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.