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Tres emociones que nos dejan “vuelta al aire”

Estos días poselectorales, aunque refrescados por un baño en el mar, en la piscina o con un buen libro; estamos en una enorme inundación social y por ende emocional, no nos hundimos porque el ser humano por ese principio genético de la adaptación, sobrevivimos a casi todos las calamidades y avatares que se nos presenten… y, menos mal que nuestra resiliencia, nos hace volver de nuevo a encontrar “el norte”, una nueva esperanza, aunque sea difusa, pero esperanza. Como les decía, tengo mucho tiempo, leo mucho, de todo lo que cae en mis manos, por supuesto prensa provincial, nacional… Estos días largos, menos largos para quienes disfrutan del mediterráneo o de su lugar recóndito en las montañas; pues, si hiciéramos una biopsia social sin más profundidad que nuestra precepción personal, observaríamos en el fondo de la “pseudoherida” un clima que lo resumo en tres emociones que me preocupan, me que dejan inquieto, y con algo de desazón; además esas emociones van haciendo queloide, pueden enquistarse; en nuestro lenguaje decimos las emociones pasan de inmediato a ser sentimientos que son más cognitivos y duran más tiempo, creándonos ansiedad, porque las interpretamos que hacemos de estas emociones, casi siempre son en nuestra contra, y la mente hace el resto.

¡Todo esto ocurre, a pesar de estar más de la mitad de la población de vacaciones, que no deja de ser un filtro positivo que aminora su virulencia, pero que ahí está, y se hace tan palpable cuando vuelven y se topan con la realidad. La primera de esas emociones es la melancolía, nostalgia, decaimiento y cierto pesimismo social y también individualmente; porque en alguna medida cada uno lo siente y lo interioriza como sabe y puede, y claro, la traducción que hace suele ser siempre -también por nuestra genética-, negativa y tenemos tendencia a magnificarlo.

La segunda emoción, es un estado de “diálogo de besugos”, la incomunicación casi total, o bien despectiva, alejamiento… Que nos deja en una orfandad, sin canales de comunicación, sin receptores, solo emisores y. tan dispares y lejanos… Que aún nos quedamos más desamparados, o con la sensación de hablar idiomas de Babel, con lo fácil que es cenar juntos, con un buen vino -prudente, oloroso y fresco-, comer un buen asado que ayuda a que el sistema mesentérico genere serotonina y nos entendamos mejor, por lo menos con un clima de afecto, en una mesa redonda donde todos somos personas iguales y necesarias… ¡No olvidemos que el estomago es el segundo cerebro y genera más serotonina que nuestro “primer cerebro”. Juntémonos a comer o a cenar, pero con empatía porque somos parte de una humanidad que merece y pide diálogo, no “de besugos”. “Nadie sobra en esta sociedad, no hay que echar a nadie, ni aislar a nadie, porque todos somos necesarios…” ( DN.1-8-23, Sarriés, L.)

La tercera emoción -a mi juicio-, es la falta percibida -¡quizás solo es percibida!-, de una ética normal, natural, donde todos queremos que las personas sean libres, que progresen sus negocios, sus familias, donde el bien común sea realmente común, no clientelar solamente… Que nuestros representantes estén más por ayudar y mejorar la vida de nuestra gente, que por “cuánta porción del pastel me llevo a mi casa”, con esa falta de generosidad y empatía, que no deja de ser una falta de ética social.”… la responsabilidad basada en alcanzar el bien común,…La posibilidad de cambiar o transformar las realidades sociales y económicas”…(Id., en DN.) Pero se necesitan para todo esto una gran dosis de generosidad y responsabilidad social que percibimos está muy mermada, y poco valorada, no nos extrañe que no haya diálogo ni empatía.

Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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