La siesta es una costumbre que la hemos internacionalizado en muchos países de nuestro entorno, pero la siesta -quizás no como la entendemos en nuestro país-, es una costumbre que cada vez tiene más adeptos por aprendizaje intuitivo y necesario. No es solo y ahora por la canícula tan continuada de un verano tórrido, ni por el cansancio que se ha generado en un tiempo “postsanferminero”, no. La siesta es una costumbre -si quieren muy española-, pero con un común denominador terapéutico; pues las neurociencias cada vez insisten mucho más en que la buena costumbre de echar una “cabezada después de comer o en la siesta del carnero”; es algo muy beneficioso para nuestra salud.
Las investigaciones de estos últimos años, nos dan la razón y la base de que “romper” ciclos circadianos, tomando un “respiro” después de una jornada o en medio de la misma, es una manera sana, sabia y regular de aumentar el colchón psicológico frente al estrés, a este proceso durante el trabajo y en algunas horas del día, se le ha denominado “ciclo ultradiano”. De la misma manera que conocemos los ciclos circadianos , son mucho menos conocidos los ciclos ultradianos, que son de suma importancia para organizar, optimizar y valorar nuestro horario de trabajo especialmente y ahí entra nuestra siesta, media hora, diez minutos, un cuarto de hora… Lo suficiente para que ese “corte ultradiano de la siesta”, nos sea beneficioso. (Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young, 2017; premios Nobel)
“Somos seres humanos que debemos acoplarnos, sincronizarnos a los ciclos biológicos establecidos en nuestra vida diaria, porque es la forma de ser más productivos y no culparnos cuando notemos en momentos concretos de la jornada laboral «una bajada significativa» de actividad y creatividad, que no sabemos por qué se ha producido, pero que sí nos preguntamos muchas veces, ¡qué me pasa ahora que no estoy al cien por cien…!” La siesta es una manera terapéutica de controlar esa fatiga que se produce, querámoslo o no.
Nuestros ciclos ultradianos son de noventa minutos a ciento veinte minutos; siendo que los ciclos circadianos son de veinticuatro horas. Nuestro cerebro nos permite concentrarnos de manera óptima entre 90 a 120 minutos…, si lo traducimos a «roman paladino», sería entre hora y media y dos horas. Después de pasados estos tiempos, necesitaremos un descanso, pues de otra manera «forzaremos nuestra máquina cerebral» y será peor el remedio que el «esfuerzo inútil que intentes hacer» en ese ciclo ya «pasado» que llamamos ultradiano, pues al estar cansado produciremos muchos más errores, y nos costará mucho más realizar la respectiva tarea, aunque según tu distorsión perceptiva: Desagravias tu conciencia -sin darte cuenta-, y en alguna medida de «buen trabajador», porque no descanses y «metas más horas» de las debidas para lograr tu objetivo… «¡erróneo!». ¡Bien sabes ahora, que esto es un grave perjuicio para tí y tu empresa! ¡Tenlo presente siempre, por tu salud laboral! Ahí podría estar esa “siesta del carnero”.
La siesta es ese reajuste maravilloso y terapéutico, ese colchón psicológico, que nos hace romper un ciclo de cansancio y ajustar nuestro reloj biológico en dos etapas: La mañana y la tarde, con un ciclo ultradiano que será la siesta programada, rutinaria y no más de media hora, en personas que están en activo -sobre todo-. Durante este tiempo de siesta le ofrecemos al cuerpo desconectar del entorno, ralentizar la respiración y el ritmo cardíaco, mejora nuestro nivel de ánimo, aumentar nuestra creatividad y es un antídoto muy bueno frente al estrés, así que aproveche a coger esa norma ultradiana y mejorará su salud física y mental. ¡Viva la siesta y no sólo en verano!
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)