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De la Transición a la transacción y tiro porque me toca

 

Me atrevería a decir que no tengo la menor duda de que, “algunos” de los padres de la Transición, “de la ley a la ley, a través de la ley”, que dijera Torcuato Fernández Miranda, allá por 1975, quisieran, realmente, sellar, con la Constitución de 1978, posibles heridas que pudieran quedar del enfrentamiento civil entre los dos bandos abiertos en canal por el frente popular en 1936. También que, el antes citado Fernández Miranda, por entonces consejero y profesor de Derecho Político de quien, tras la muerte de Francisco Franco, asumiría la Jefatura del Estado “a título de Rey”, Don Juan Carlos I, fue principal impulsor de esa deseada paz y concordia entre los españoles de ambos bandos. Quiero recordar, como prueba de lo que afirmaba, a propósito de este gran español, fallecido en Londres, en 1980, lo que su sobrino nieto, Juan Fernández Mirada, publicaba sobre él, en el diario ABC. A la pregunta del Rey “¿Torcuato, quieres ser presidente del Gobierno o presidente de las Cortes?, el interpelado respondía: “Señor, el hombre político que soy quiere ser presidente del Gobierno, pero le seré más útil en la Presidencia de las Cortes”. Huelga la pregunta, de obvia respuesta, sobre si se podría esperar esa generosidad de nuestros políticos actuales y, especialmente, del que hoy “detenta” –que no, ostenta– la presidencia del gobierno.

Y decía lo de “algunos” porque, si bien pienso que cuatro de los conocidos como “Padres de la Constitución”, estaban en la línea del acercamiento y la unión de todos los españoles, tengo serias dudas de que ese fuera el espíritu, en el fondo, de los otros tres. Por si alguien no los recuerda, me refiero a Gabriel Cisneros, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y José Pedro Pérez Llorca, los tres pertenecientes a la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido presidido por Adolfo Suárez, y Manuel Fraga Iribarne, presidente entonces de la Alianza Popular que daría lugar, en 1990, al actual Partido Popular, entre los primeros, y a Gregorio Peces Barba, en representación del PSOE, Miguel Roca Junyent, de esa minoría catalana de la derecha nacionalista y Jordi Solé Turá, del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), socio en esa época del Partido Comunista de España, cabezas visibles de los segundos. Claro que, comparados con los actuales representantes de esta facción socialcomunista, los tres podrían pasar por auténticos patriotas.

La prueba de que no soy, ni era, el único que tiene dudas sobre cómo se negoció la transición, es que sólo el 67% de los españoles acudió a las urnas para votar el referéndum que terminaría dando lugar a la aprobación de la Constitución, aquel 6 de Diciembre de 1978. Si bien, es cierto que de esos dos tercios que votaron, el 87 %, lo hizo afirmativamente, es decir, que poco más de la mitad del censo electoral de entonces, un 58 % de españoles, aprobó la Carta Magna. No parece que se tratara de una abrumadora mayoría, como algunos quieren vendernos, la que cerró esa Transición que se puede resumir en tres etapas: la Ley para la Reforma Política en 1976 –publicada el 4 de Enero de 1977–; las primeras elecciones generales, en Junio de 1977 y la ya citada aprobación de la Constitución, en 1978. Aunque todavía hubo que pasar un periodo de incertidumbre, en Febrero de 1981, con el intento de golpe de Estado de origen incierto o, cuando menos, poco claro, hasta las elecciones generales de 1982, en las que se produjo la aplastante victoria del Partido Socialista –esta vez sí se produjo una mayoría abrumadora, 202 escaños de los 350 posibles–, con las que se cierra la Transición y se empieza a sembrar lo que hoy es una pura transacción, muy lejos de una verdadera democracia constitucional. De hecho, una persona muy cercana a mí, cuando, antes del referéndum, leyó el borrador del texto constitucional, dijo: “Si esto se aprueba, se rompe España”. Y camino de ello vamos, si no ponemos remedio cuanto antes.

No es cuestión de hacer historia sobre las diferentes legislaturas y la dependencia que en la mayoría de ellas se ha tenido de fuerzas minoritarias, justificando como negociación lo que no eran más que meras transacciones de subsistencia, en la mayoría de los casos, salvo tal vez, las dos primeras de Felipe González, en las que sus mayorías absolutas no lo necesitaban, como sí lo requirieron las de 1989 y 1993. Como en aquellos famosos Pactos del Majestic, por los que José Mª Aznar concedió un sinfín de peticiones, “cabeza” de Alejo Vidal-Quadras incluida, al presidente catalán, Jordi Pujol, para poder gobernar tras su amarga victoria de 1996. O como después haría José Luis Rodríguez, al no alcanzar mayoría suficiente en 2004 tras su victoria, consecuencia de la repugnante manipulación que se hizo de la masacre de Atocha. O como hiciera Mariano Rajoy, después de desaprovechar la oportunidad histórica de 2011 para darle la “vuelta al calcetín” que necesitaba España, y tenerse que conformar con ceder a unos nacionalismos y otros, Convergencia y PNV, lo que pedían, para prolongar sus gobiernos o para cerrar sus presupuestos, después de dos repeticiones electorales.

Y, de aquellos polvos, estos lodos. Lo que empieza mal es raro que no acabe peor y el descaro al que ha llegado la transacción política para mantenerse en el poder, parece que no tiene límites. Es lo que estamos viendo en las últimas semanas, y en ésta en particular, con el que aspira a liderar la lista de felones de la historia de España. Si la aberrante Ley del “Sólo sí es sí” ya está dejando sus primeros “frutos”, podridos, naturalmente: cerca de veinte reducciones de condena por agresión sexual, que no de género, y casi media docena de excarcelaciones, por lo mismo, lo de estos últimos días, para el cierre de los presupuestos con el apoyo de lo peor de cada familia política, no tiene parangón ni justificación política alguna, salvo, como decía anteriormente, la supervivencia del presimiente Pedro “Antonio Plagio cum Fraude PinócHEZ Falconeti el Africano…” y otras yerbas.

No otra cosa es lo que se vivió el pasado jueves en una maratoniana jornada que ha sometido a sus señorías a una presencia insólita en sus escaños para pulsar el botón correspondiente. Porque el que formó gobierno con el que “no lo dejaría dormir por las noches” y poner “la gobernabilidad en manos de los que quieren romper el Estado”, sigue rizando el rizo de la traición y avanzando en el camino de la destrucción del Estado. Para aprobar los Presupuestos Generales del estado, transfiere al gobierno vasco del PNV las competencias de prisiones y traslada presos etarras a cárceles vascas, donde verán reducidas sus condenas, para que también los apruebe BILDU, con lo que vuelven a repetir el acrónimo PGETA. Ya dijo Arnaldo Otegui hace un año que “Tenemos doscientos presos y si para que salgan hay que apoyar los presupuestos, se aprueban los presupuestos”. Y, en esta ocasión, ha sido aún más explícito: “No hay gobierno de progreso en el Estado español, si los que nos queremos marchar del Estado español, y además somos de izquierdas, no sostenemos esa oportunidad. Esa es la gran paradoja. Sin vascos y catalanes independentistas de izquierdas, no hay gobierno PSOE-Podemos en el Estado”. Pues eso, señorías, votamos los PGETA y nuestros presos a Vascongadas y en breve, libres y homenajeados. Y, de regalo, le damos la gestión de tráfico a Navarra y sacamos a la Guardia Civil de esa tierra que aspira anexionar el independentismo vasco y que “gobierna” el PSOE con el apoyo de BILDU.

Lo mismo que para tener contentos a sus socios de gobierno, Podemos y franquicias, se crea un impuesto especial a bancos y energéticas, que no es a los beneficios, sino a las cuentas, y a las grandes fortunas, que acabarán por irse de España y, en primera instancia, dejarán de invertir en nuestro país y se producirá desempleo. Pero ya se inventarán nuevas plazas de empleo público o más eufemismos en la reforma laboral, para maquillar las cifras que nos dará el Centro de Invenciones Sánchez, su C.I.S. actual. Que volverá a decirnos que el PSOE ganará las próximas elecciones y que su líder es el más querido por los españoles, aunque cada vez que sale recibe una sonora pitada y toda clase de improperios e insultos, aunque su santa madre no tenga culpa ninguna. Y pasó también, con nocturnidad, el primer trámite parlamentario para suprimir el delito de sedición, que permitirá que los que dieron el golpe de Estado de 2017 cumplan gratis con su promesa de “lo volveremos a hacer”. Tampoco descarta seguir en el intento de rebajar la malversación de fondos públicos, si la practican sus correligionarios para sufragar al partido o sus socios para dar un golpe de Estado.

Y todo salió adelante, como era de esperar, con el voto borreguil de los diputados de las autonomías gobernadas por los tres barones “díscolos”, que no dejan de mostrar su desacuerdo con las medidas de su jefe: Emiliano García Page, Castilla La Mancha, Guillermo Fernández Vara, Extremadura, y Javier Lambán, Aragón. Todos apoyaron lo votado y se manifestaron en bloque desde sus escaños, de pie y al grito de “Aquí estamos todos”, aunque no completaron su coletilla de “todas y todes”.

En definitiva, no pudo ser “mejor” para esa agrupación de enemigos de España la víspera del Black Friday, con “rebajas” y regalos para todos. Que seguirán en los próximos meses, porque hay que conseguir el mayor número de clientes de cara a las elecciones que se avecinan, las autonómicas y municipales del próximo mes de Mayo que, si no se traducen en un estrepitoso fracaso del frente popular socialcomunista, habrá que temer lo peor para las generales, que este ambicioso sin escrúpulos intentará retrasar todo lo posible.

Para empezar, o mejor dicho, seguir, está prevista para el contubernio de ministros, ministras y ministres del próximo martes, que otra de las iletradas del paquete podemita, Ione Belarra, presente para su aprobación colegiada su nueva Ley de Familias, que nos va a dejar 16 tipos diferentes de grupos familiares. Recoge así el testigo de su colega  Irene Montero, a la que ha sentado muy mal que la diputada de VOX, Carla Toscano, le dijera desde la tribuna que “su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, mucho más delicado que lo que días antes le dedicó, sin citarla, la concejala de Ciudadanos en Zaragoza, Carmen Herrarte: “que están donde están porque las ha fecundado el macho alfa…”. Que no digo yo que no sean comentarios fuera de tono, pero no más que los que hacía el Sr. Iglesias respecto a Ana Botella, que “está en esos puestos por ser la mujer de Aznar”. Ya sabemos lo bien que se le da a la izquierda lo de la doble vara de medir. Mientras sus agresiones son “jarabe democrático”, las de la derecha son “violencia política”. Pero todo se arregla con un homenaje al grito de “Aquí hermana, está tu manada”, como cierre del acto de desagravio organizado por Podemos con el eslogan de “Con todas. Por Todas”, convocado el sábado, que provocó las lágrimas de la pareja podemita protagonista.

Nos queda la esperanza de que la gran afluencia, también ayer, al acto celebrado en el polideportivo Magariños, del Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, en el que se dieron un baño de masas Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso, que se preguntaba “¿Hay alguien al volante en este país?”. Ojalá sea la antesala de la derrota del socialcomunismo e independentismo que muchos millones de españoles esperamos el próximo 28 de Mayo y cuando se convoquen las elecciones generales que debería ser cuanto antes. Siento que Núñez Feijóo no se decidiera a presentar una moción de censura, aunque fuera testimonial, ya. Sus razones tendrá.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.

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