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¡Al suelo, que vienen los nuestros!

Tanto esta conocida frase con la que titulo mi desahogo de hoy, como aquella otra también popular de “Entre bomberos no hay que pisarse la manguera”, vienen que ni pintadas para lo que se está oyendo en casi todos los medios de comunicación sobre la posible guerra que desde algunos de los componentes del equipo de Pablo Casado –se personaliza específicamente en su Secretario General Teodoro García Egea–, se está produciendo contra la Presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Desconozco la realidad y profundidad, en su caso, de esa posible guerra interna, a cuento de la ansiada Presidencia del partido en la región, que no debería producirse para, entre otras cosas, ser coherentes con lo que existe en el resto de esas comunidades autónomas –de nuestra ruina en el sistema insostenible que “nos” hemos dado– en las que gobierna el Partido Popular, donde, como parece lógico, el que preside la región hace lo propio con el partido en la misma, en esa fiebre replicante en los partidos que repiten estructuras “organizativas” en la Nación, regiones, provincias, ciudades y hasta pueblos, que estaría muy bien si se ostuvieran con las cuotas de los afiliados, pero que al no ser así contribuyen a la insostenibilidad del sistema cada día más caro de mantener. ¿Por qué en Madrid siempre se produce esa disputa? Ya lo vimos entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, que finalmente se resolvió a favor de la primera –si no recuerdo mal y cuyos detalles tampoco conozco bien– y que ahora, desde la dimisión de Cristina Cifuentes –persona que nunca entendí que estuviera en el PP, pero ese es otro asunto– a raíz de esas “aficiones” que ahora confiesa uno de los socios del todavía presimiente del gobierno, Gabriel Rufián –éste, en lugar de cremas, dice que se llevaba latas– que, tal vez por eso, no tengan la misma trascendencia en los medios amigos –casi todos– pese a no ser producto de una posible alteración psíquica en forma de cleptomanía, sino más bien de una costumbre –según parece por su forma de confesarlo a su amable  interlocutora que se desternillaba al escucharlo–, posiblemente derivada de su penuria económica antes de llegar al lucrativo escaño que todo lo tapa. Desde entonces, Abril de 2018 –va para cuatro años pese al carácter “transitorio” que le confieren los estatutos del partido, seis meses prorrogables por otros seis, creo–, el PP de Madrid está dirigido por una gestora, al frente de la cual se colocó –todavía con Mariano Rajoy– a Pío García Escudero –un personaje gris, del que no conozco una mala palabra ni una buena acción– que se mantuvo tras la llegada en Julio de ese año de Pablo Casado, con unos discursos que alimentaban la esperanza de que algo cambiaba sustancialmente en el PP, pero que pasado ese plazo muchos seguimos esperando y estas disputas internas lo cuestionan. Y es que nadie llega, de verdad –ni a los partidos ni al gobierno–, con la clara voluntad de levantar alfombras, abrir ventanas para que entre aire fresco y limpio y renovar lo viciado, caiga quien caiga, de unas organizaciones que se van quedando obsoletas, cuando no con serias sombras de corrupción no cortada a tiempo, que dan alas al enemigo, sobre todo cuando éste domina los medios en general.

Supongo que la Presidente de Madrid estará también repitiendo, cual jaculatoria, aquello de, “De los amigos, líbreme Dios, que de los enemigos, ya lo hago yo” que, de forma parecida, se atribuye al filósofo francés de la Ilustración, Voltaire.

Dicho lo anterior y visto desde fuera y desde el sentido común, ese “menos común de los sentidos”, que todavía lo es menos en política, no se entiende muy bien que una persona que ha salido de las manos –permítaseme la expresión– del Presidente nacional del partido, sea objeto de esta posible trama. Su designación como candidata para presidir la autonomía madrileña fue una decisión que sorprendió a propios y extraños e incluso levantó algunas críticas, pero con el paso de menos de dos años en la responsabilidad de gestionar la región, ha demostrado que fue un acierto, como hizo patente con su aplastante mayoría –casi absoluta– en las elecciones regionales de Mayo de este mismo año, en las que consiguió más escaños que la suma de las tres izquierdas, haciendo prácticamente irrelevante la necesidad de apoyo de VOX que, pese a repartirse más escaños, conservó el mismo número, lo que supone de facto un paso atrás. Y ese resultado es el que parece pretender Casado, aunque veo lejos esta posibilidad a nivel nacional –¡ojalá!– y mucho menos con estas tensiones internas que nada ayudan sino a los contrarios. Parece que algunos de los muchos mediocres que quedan todavía por limpiar y otros de los que han llegado nuevos, no han digerido bien que Díaz Ayuso haya pasado a ser uno de los activos más fuertes y claros del PP, no sólo en Madrid, que por supuesto, como ya he dicho, sino allá por donde pasa entre aclamaciones de “¡queremos una Ayuso!”, un fenómeno reconocido también fuera de nuestras fronteras.

Tampoco se entiende que esos mismos que ponen palos en las ruedas a Isabel, quieran enfrentarla con el otro gran “descubrimiento” de Casado –gran acierto también, en mi opinión–, el Alcalde de Madrid José Luis Martínez Almeida, con el que la propia Presidente confiesa que hay “complicidad en la gestión” y, desde mi punto de vista, dos valores emergentes en una cantera tan necesitada de realidades de las que se ven pocas desde el número dos hacia abajo. Y digo “desde el número dos” porque creo que el uno puede ser recuperable si retoma los discursos de Julio de 2018 que movilizaron a la militancia y lo llevaron a la Presidencia y limpia la morralla que queda en Génova 13 –y en alguna autonomía–, que sólo le pueden llevar a seguir siendo Presidente del principal partido de la oposición, en el mejor de los casos. Porque esas luchas internas sólo pueden ayudar a su principal enemigo en el Congreso, que contra toda lógica no es Pedro Sánchez sino Santiago Abascal, que desde final de 2013 –cuando se vendió, literalmente, al proyecto que un par de meses después sería VOX– no digirió su desaparición entonces de la escena política cuando el PP cerró su último chiringuito –la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio que UPyD destapó en la Asamblea de Madrid– y que tras casi hundir al partido verde –apenas nacer– en 2014 y soportar una larga travesía por el desierto de la ignorancia electoral durante cuatro años, obviamente buscará seguir pescando en río revuelto, como ya hiciera a finales de 2018 en Andalucía y en por dos veces 2019, prestándose al juego de dividir la derecha que tan bien le vino a Falconeti en las dos últimas citas con las urnas y que ahora aplauden –si no, alimentan– desde Moncloa.

No quiero terminar sin dedicar unos comentarios –no es la primera vez ni seguramente será la última– a dos medios, convertidos desde la “resurrección” de VOX en un pimpampum de las ondas repetitivo para sus cada vez más escasos fieles, con el que alimentan y, desde mi punto de vista, amplían, esa pugna interna que seguramente exista en el PP –como en todos los partidos, pero ésta le interesa más a su “patrocinador” y a sus fieles–. Me refiero, como mis inteligentes lectores habrán adivinado a un medio televisivo, El Toro, del grupo Intereconomía –si es que sigue existiendo como tal, que no lo sé, porque no los sigo desde hace bastantes años (2014)–, que preside el singular Julio Ariza, y a otro digital y radiofónico, Libertad Digital y esRadio, presidido por el no menos singular  Federico Jiménez Losantos. Si bien el primero, desde que apareció VOX fue su principal altavoz, no en vano estaba –y sigue, creo– como contertulio destacado el que fuera su verdadero creador e impulsor hasta que el actual líder lo apartó –por decirlo suavemente y sobre lo que ya he escrito en algunos artículos desde aquellos días– Alejo Vidal-Quadras y ahora debe estar “compensando” el favor sobradamente; el segundo es destacable por su “metacolorismo”. Recordemos con la pasión que defendía el rosa, después el naranja y ahora que el verde sustituyó al anterior en número de escaños y, por tanto, en fondos recibidos de los PGE, se produce el “milagro” y tocan a rebato, todos menos uno, Luis Herrero, con un mensaje que debe ser algo parecido a lo que ya escribía allá por el mes de Marzo, más o menos cuando me retiré definitivamente de la escucha del que en otro tiempo era asiduo oyente: “dale como sea y aunque no venga a cuento al Partido Popular y a cualquiera de sus líderes y aplaude sin rubor ni límite a los representantes de VOX”. Amén.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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