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Cuando la miseria moral se hace norma

Escribía la semana pasada el artículo “Del disparate a la miseria moral, y viceversa…”, que por eso de la celeridad del tiempo –y la inacción de los supuestos buenos– ha parecido que se produjo en un paso…  de casi cuarenta años, con una par de “tropezones” de ocho y siete, respectivamente, que parchearon sin desviarlo el camino iniciado en 1982. Por eso, creo que merece la pena insistir un poco más en esa miseria moral que caracteriza hoy a demasiada parte de la casta política y, como no podía ser de otra manera, a una sociedad de la que dicha casta sale y, supuestamente, representa, en las que puede decirse que se ha convertido en norma de comportamiento.

¿No es miseria moral que el defensor de asesinos, Arnaldo Otegui, líder de los proetarras de Bildu, pidiera “perdón” –supuestamente por los asesinatos de ETA– y sobreactuara al expresar «pesar y dolor por el sufrimiento padecido» por las víctimas –un genérico que no deja claro a cuales se refería–, “un padecimiento que nunca debió haberse producido»? Actuación que duró 24 horas escasas, para decir a renglón seguido que «Tenemos a 200 presos en la cárcel y si, para sacarlos, hay que votar a favor de los Presupuestos, pues votamos. Así de alto y de claro os lo digo». Conviene recordar que si Otegui no fue “asesino en acto” fue porque, al parecer, falló en los disparos a Gabriel Cisneros, padre de la Constitución al que intentó secuestrar sin éxito, lo que consiguió con Javier Rupérez, aunque fue absuelto por la Audiencia Nacional porque en el primer caso huyó y en el segundo no fue reconocido por el secuestrado, que tiene claro que fue uno de los participantes. Si lo fue por el secuestro en 1979 de Luis Abaitúa, director de la fábrica Michelin de Vitoria.

¿No es miseria moral que el “presimiente” del desgobierno, doctor Plagio cum Fraude, más conocido como Pinocho por su uso ilimitado de la mentira, al ser interpelado sobre eso por el Presidente del principal partido de la Oposición, Pablo Casado: “Va usted a sacar de la cárcel a 200 terroristas para que le apoyen los PGE” –los llamé PGETA en otro artículo, cuando con ese apoyo consiguió los actuales–, dijo sin temblarle la voz, “Señoría, respondiendo a su pregunta, es un NO rotundo. Un NO, rotundo”? Recordemos lo que vale la palabra de este personaje, que dice –y hace que es mucho peor– lo que haga falta para continuar siendo Falconeti, como cuando afirmó que “Ni antes ni después el partido socialista va a pactar con el populismo” porque “No dormiría por la noche, como el 95% de los españoles” y ahí estuvo con Pablenin Iglesias como vicepresidente segundo del desgobierno, y sigue con esos cinco ministerios desdoblados al podemismo. O cuando dijo: “Nunca someteré la gobernabilidad del Estado a los que quieren romper la Constitución”, y no sólo la sometió y sigue sometiéndola, sino que indultó a los artífices del golpe de Estado de Octubre de 2017 pese a que “El debate del indulto es que no está encima de la mesa, ni porque el gobierno lo ha planteado ni hasta incluso los independentistas lo quieren” e incumplió su promesa “traeré a España a Puigdemont”, que sigue riéndose de la Justicia de España con su ayuda y la de algunos países europeos. O la sonora entrevista en la que repitió “Con BILDU no vamos a pactar… si quiere se lo repito 5 veces… o 20. Con BILDU no vamos a pactar”, pero no sólo lo hace ahora, otra vez por esos nuevos PGETA, sino que firmó con ellos y Podemos la derogación de la Reforma Laboral de 2012 que permitió recuperar 3 millones de puestos de trabajo de los más de 5 que se perdieron con su “maestro” y guía “moral”, el asesor bolivariano José Luis Rodríguez. Y así podríamos completar varios folios, mentira tras mentira, porque para eso afirmó con rotundidad ante sus fieles aquello de “Ya sabéis que yo, cuando digo las cosas, las cumplo” y le faltó decir, firmado, “RotundaMienteNO”.

¿No es miseria moral que se permita que esos “no socios” homenajeen a presos etarras, que salen de la cárcel sin mostrar el menor arrepentimiento y de cuyos crímenes quedan más de 350 sin juzgar o que a ese homenaje a los presos de ETA asistiera el líder de ERC, Oriol Junqueras, de igual a igual y abrazado cual comparsa con Otegui –escoltado por dos guardaespaldas–, principal indultado por la “gracia” del personaje de la Moncloa? Indulto que, por cierto, “expidió” –Art. 62.c de la C. E.– y “ejerció” –Art. 62.i–, el Rey Felipe VI, sobre lo que ya escribí en su día. Homenaje, al que no faltaron algunos líderes de la UGT, sindicato amigo del Partido Sanchista y, al parecer, también de BILDU. Tal vez porque había prevista después una mariscada y estos, si huelen a  gamba, no se pierden una.

¿No es miseria moral lo que vivimos en los últimos días con la “no, pero sí”, ejecución de la sentencia condenatoria del T. S. al diputado podemita canario, Alberto Rodríguez, a la que primero hizo caso omiso la “presidente” del Congreso, Meritxel Batet, y alguien le debió recordar –a la sombra hace mucho frío– el camino seguido por su homóloga catalana que apoyó el antes citado golpe de Estado, Carmen Forcadell –hoy también indultada–? Y, ¿no es miseria moral –o se aproxima mucho– la del letrado del Congreso que redactó y no firmó el documento en el que, al parecer, se apoyó la mesa del máximo órgano parlamentario que convocó al efecto esta señora?

¿No es miseria moral por parte de la ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030 –total “ná”–, Ione Belarra, la grave acusación de prevaricación al Presidente del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, por forzar la retirada del acta de diputado al condenado en firme por golpear a patadas a un policía, al “recordarle” que «No es función del Supremo asesorar al Congreso sobre la aplicación de una sentencia firme»? Y, ¿No es miseria moral del portavoz del grupo parlamentario Podemos, Pablo Echenique, al decir que Batet “ha cedido al chantaje de Marchena”? ¿No es miseria moral, en fin, que ambos permanezcan un minuto más en sus puestos y que la Fiscalía no haya interpuesto de oficio una querella o lo que proceda contra esos dos personajes que nunca debieron llegar a esas funciones que por sus méritos jamás habrían ocupado, de no ser precisamente por esa miseria moral que se ha impuesto en la sociedad y, por ende en sus representantes, como decía al principio? No es de esperar que por esa miseria moral del partido socialista y sus socios, prospere la reprobación de Belarra que pide el PP, ante lo que cabría preguntarse también si no es miseria moral la perversión a la que ha llegado esta falsa democracia degenerando el buen intento de la Transición de 1978.

¿No es miseria moral –adobada con un alto grado de estupidez, en esta época bastante unidas, aunque no estoy muy seguro de cual fue primero– esa pesada insistencia en el lenguaje inclusivo que excluye al 50% de la población? Porque no otra cosa hacen estas feministas de salón, feminazis de afición e ignorantes de hecho, que apartar al otro  50 % con expresiones como “Nos sentimos orgullosas”, que decía Belarra al colar su tuit a la comparecencia de la portavoz del gobierno tras el consejo de ministros, a la que se vetó a esta indocumentada indigente intelectual, alardeando de “la primera ley de vivienda de la democracia” que al parecer es la sexta –pero qué más da si  cuela todo en su parroquia y en el periolismo, más desastroso que ellos–, “Todas entendemos” que insistía otra y remataba la “principal”, Yolanda Díaz, “futura presidente del gobierno” para su impulsor Iglesias, con ese “Autoridades y autoridadas” a las que se dirigía en el congreso de Comisiones Obreras, que hasta a ella le debió sonar mal y repitió lo primero –no se atrevió con la tercera, “autoridados”– en eso “os, as y es” que tanto les gusta a “ellas” y que muchas veces fuerzan hasta límites de lo ridículo.

¿No es miseria moral que mientras miles de empleados estén sufriendo un ERTE y muchas PYMES y autónomos tuvieran que cerrar, el consejo de ministros haya dado luz verde a la subida de sus sueldos en los próximos PGETA? Y, ¿no es miseria moral que los letrados de la asamblea catalana hayan preparado una propuesta de reforma del Reglamento, para blindar a su presidente, Laura Borrás, para que mantenga su escaño hasta que sea firme una posible condena por los cargos que se le imputan sobre la presunta adjudicación irregular de contratos cuando era directora de la Institución de las Letras Catalanas? Aunque esta señora necesitará pocas “letras”  con su “salario mínimo vital” de 14.000 € mensuales –el doble que el presimiente Sánchez–.

¿No es miseria moral que se haya aprobado una ley de educación, cuya ministra Isabel Celaá dejaba antes de irse la perla de que “los hijos no pertenecen a los padres” y que desincentiva el estudio, el esfuerzo y el mérito como elementos fundamentales de la calidad educativa, permitiendo pasar de curso e incluso de ciclo con suspensos, a juicio de la evaluación del tutor? Claro que el pueblo sabio dio cumplida réplica hace unos días en Extremadura, en uno de esos paripés mediáticos que tanto le gustan a Mr. Postureo, cuando al preguntarle a un chaval de 11 años “Qué tal llevas los estudios”, la madre se adelantó y le dijo: “Bueno… pudiendo suspenderlas todas, fenomenal”, tras lo que, como de costumbre, salió en estampida entre abucheos y gritos de “fuera”  y un agente de seguridad se acercó increpándolas: “Hemos acordado que no iban a gritar, si no, no les hubiéramos dejado…”.

¿No es miseria moral que tras el tercer varapalo que acaba de darle al ejecutivo el Tribunal Constitucional que también rechaza el segundo estado de alarma, como ya hiciera con el primero y con el cierre del Congreso, no pase nada y estos irresponsables que nos desgobiernan sigan al frente de un sistema cada día más ineficaz y corrompido?

¿No es miseria moral que un tal Evaristo Meijide, que va de intelectual en las televisiones cuando no pasa de ser un resentido, sectario y, por lo que demuestra, bastante ignorante, con la que está cayendo en España, saque la polémica sobre la orientación sexual del Generalísimo Franco, casi 50 años después de muerto y no hable, por ejemplo, de la sauna gay Adán del suegro del presimiente, un asunto de actualidad que seguramente daría para más si tanto le preocupa esa materia?

Y, por último aunque habría para mucho más ¿no es miseria moral que algunos abogados del Estado prostituyan ese prestigiado y prestigioso Cuerpo en el que tengo buenos y respetabilísimos amigos y conocidos, sometiéndose a los caprichos políticos de su jefe? Como dijera de la Fiscalía en aquella entrevista de RNE a finales de 2019 –otro órgano prostituido–: “¿La fiscalía de quién depende, del gobierno? Pues ya está”, hace también con parte de la Abogacía del Estado, que se presta a cambiar el delito de rebelión por el de sedición en el juicio del golpe catalanista o miente al Tribunal General de Justicia Europeo “informando” que la euroorden contra Puigdemont estaba suspendida y teniendo que ser corregida por el propio juez Pablo Llarena, convirtiéndose en auténticos “abogados del establo” en el que Sánchez pretende convertir las principales instituciones del Estado para someterlas a su servicio, como ha hecho con el antes prestigiado CIS, poniendo al frente a su fiel Tezanos que todo apunta a que da una información a su jefe y otra a los españoles y a los medios en sus repetidas encuestas para favorecer los intereses espurios del que lo nombró para ese puesto.

Pero cuando una persona llega cabalgando sobre la miseria moral y la mentira para satisfacer sus intereses y se rodea de ineptos o miserables como él porque, pese a que tres o cuatro puedan tener un buen currículum profesional, si se someten a esa política no pueden denominarse de otra cosa que tan miserables como el que los utiliza, no queda más que rebelarse, apelar al sentido común en apoyo de la única alternativa posible para sacar del banco azul a esa banda y gritar fuerte ¡Santiago y cierra, España! Pidiendo, como se dice en los partos, “que sea una horita corta”, que ya se está alargando demasiado. Dios lo quiera y propicie.

Antonio De la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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