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Salvar el orden público

Recientemente, El Correo Español – El Pueblo Vasco ha publicado una de mis cartas el 22 de agosto (pág. 30), que bajo el título «Revalorizar la Ertzaintza», denuncia las vergonzosas agresiones que sufre la Policía de Euskadi deteniendo los botellones en tiempos de pandemia –remarcables son, a este respecto, los últimos acontecimientos acaecidos en San Sebastián–.

Un somero repaso a nuestra historia reciente deja entrever que la Ertzaintza también se ha contagiado del virus que ha infectado por décadas a la Guardia Civil, y que la califica de «ocupadora» en territorios vasco y navarro. Y si en Navarra, como en Euskadi, Cataluña o Canarias, se pensaba o piensa que el progresivo avance competencial de la policía autóctona mejoraría la percepción ciudadana respecto a las fuerzas de orden público, esto simplemente no ha cuajado en buena parte de la juventud actual.

En el caso navarro, las vomitivas «no-fiestas» en diversas localidades de la Merindad de Olite (Milagro y Olite), de Pamplona (Cizur Mayor, Huarte y Vera), de Sangüesa (Aibar) y de Tudela (Valtierra) dan fe de esa afirmación, donde tanto guardias civiles como forales han tenido trabajo interrumpiendo botellones y sufriendo por ello insultos y/o agresiones, sobre todo en el caso de Aibar, con guardias civiles heridos. Poco importa la cercanía en el tiempo del lamentable caso de Alsasua.

No pretendo decir, con estas palabras, que las transferencias que se hagan a las policías autonómicas me parezcan cosa menor – yo mismo me permití un chiste gráfico en este diario sobre la ambigüedad de Navarra Suma sobre las mismas (07-02-20)–. Tan solo que para un delincuente poco importa si el agente que lo detiene es de un cuerpo o de otro, pues su objetivo es precisamente dañar el cuerpo social, y toda fuerza que se lo impida será siempre «de ocupación».

Es por ello que todo debate que compete al orden público debe estar más atento a cómo garantizarlo que a quién lo ejecuta, en un momento de filosofía líquida donde las apetencias individuales, convenientes o no, se atreven a pisar con soberbia y estrépito el bien general, y ahora además en plena pandemia mundial.

Aitor Castañeda Zumeta, Profesor de Comunicación de la Universidad del País Vasco

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