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¡Reconquistar lo social, es también salud!

Nadie duda que nuestro nivel en la evolución se debió en mucha medida al lenguaje y a la interacción social que nos permitió avanzar y generar más conexiones cerebrales gracias a nuestro perfil social y de manada. Hemos estado un año aislados, confinados, claustrados; sin poder salir, sin poder relacionarnos mínimamente y sin poder compartir con libertad nuestras experiencias, nuestras emociones y debilitando y entorpeciendo nuestras inteligencias múltiples. Porque el contacto físico nos favorece dichos aprendizajes y si no los activamos provoca en todos nosotros una disminución cognitiva y un empobrecimiento, que a la larga lo estamos notando.

Convendrán conmigo que este año largo de lejanía y ausencia social, nos hemos debilitado, empobrecido y estamos más tristes y alicaídos. Desde luego, sé que el cerebro humano tiene una gran plasticidad cerebral y se adapta con cierta facilidad a los eventos que nos rodean; pero también es verdad que esa plasticidad puede hacerse en un sentido mórbida y toxica, sobre todo cuando los tiempo se alargan más de la cuenta… ¡Es cuando esa plasticidad pasa a no ser ni tan buena ni tan segura! Todo en base a un gran miedo e hiperresponsabilidad de no contagiar al prójimo, llegando -sin duda alguna-, a ser enfermiza, sobre todo porque mantener a la gente enferma puede llegar a ser un gran negocio, pero si además de enfermar les metemos el miedo en el cuerpo y lo aislamos, puede convertirse en un veta, desgraciadamente de oro. ¡A esto no se le puede llamar salud! Porque la salud no es únicamente ausencia de enfermedad.

Por eso los grandes estamentos internacionales en 1986 definieron -por fin-, que la salud era un equilibrio biológico, psicológico y social. Por eso y por nada más, hemos de volver a reconquistar la salud social, hemos de relacionarnos, hemos de comunicarnos con la expresión verbal, la expresión de la cara, los gestos y las emociones, que vuelvan todas ellas a cobrar sentido en nuestra vida: Sin miedo al contacto físico, sin desconfianza y sin miramientos… Volviendo a esa empatía alegre y dicharachera, que nos hace más personas, más alegres, más sueltos, más normales, más nosotros… Llenemos las calles de alegría, de optimismo, de risas y palabras que suenen a vida…

Hemos bajado de nivel social, y por supuesto de salud social, por ausencia de la comunicación no verbal y por la falta de la expresión emocional, por una inseguridad y desconfianza cuya presencia constante de la amenaza de muerte la hemos superpuesto al intercambio afectivo y social. ¡No es de recibo, ya vale, ya está, se acabó! Volvamos de nuevo a la vida, volvamos a vivir viviendo, no seamos unos muertos vivientes, reunámonos, cantemos, riamos a carcajadas, que la vida es breve, pero esta que tenemos no la desperdiciemos.

La salud social es una habilidad para adaptarnos y sabernos gestionar sin estresarnos, porque nuestras relaciones sociales intencionadas nos fortalecen y refuerzan nuestro sistema inmune, haciéndonos mejores gestores de los cambios y desafíos de una epigenética, que ha ido demasiado tiempo en nuestra contra, y esas relaciones satisfactorias nos estimula la oxitocina que es la hormona de la felicidad cuando estamos con los demás tomando un caña, en una conversación amena, o disputando una cuestión de trabajo, pero en grupo, socialmente, interactuando unos con otros… De esta manera, y no otra, logramos un estilo de vida, una salud integral, equilibrada; que no es otra cosa que un buen desarrollo humano, es un bienestar objetivo que alcanzamos porque llegamos a un equilibrio entre los factores biológicos, emocionales, mentales, espirituales y sociales…; éstos nos inducen, nos acercan a un crecimiento y desarrollo en todos y cada una de las esferas de la salud.

Las neurociencias insisten con números grandes, que las personas que tienen lazos sociales amplios, diversos e intencionados; significativamente viven más y mejor, y sobre todo un continuo apoyo social nos blinda y nos protege frente a situaciones difíciles, ser social y compartir nos hace más fuertes y menos vulnerables, por eso necesitamos reconstruir nuestra salud social ya.

Dr. Emilio Garrido Landívar, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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