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«Para que conste en acta» y Alea Jacta Est, si Dios no lo remedia

Empiezo mi artículo de este segundo día del Nacimiento de Jesús con el deseo de que esté siendo una muy FELIZ NAVIDAD para todos los españoles de bien y que el Nuevo Año 2020 no empiece con el peor de los vaticinios que muchos de nuestros lamentables políticos parecen estar procurando, la investidura del que ni siquiera era diputado -¿Don Felipe, se entera de que no hace falta serlo ni figurar en lista alguna para ser propuesto como candidato a investir?-, que ya ha demostrado que deja como aprendiz al genial Groucho Marx en aquello de «Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros», una frase genial, santo y seña hoy del quehacer -qué no hacer, serviría mejor para algunos- de gran parte de nuestros políticos.

No sería nada original, además de inútil, repetir las mentiras del doctor Plagio cum Fraude, como aquello de «En Europa hay Gobiernos donde ministros que han plagiado -no una tesis, sino un párrafo, añado– lo que han hecho ha sido dimitir”, que decía este trilero de la política que engañaría a su padre si eso le reportara un alargamiento de su sueño en el colchón de la Moncloa, pero dado el socio ante el que se está humillando, todavía no sabemos hasta qué nivel de sumisión, sí voy a recordar la que dijo en una de sus, de momento, cuatro sesiones de investidura fallidas anteriores -una máquina de fallar este falsario compulsivo-. Con su ampulosidad característica Pedro Sánchez dijo en 2016, desde ese «púlpito de la mentira» en que han convertido algunos el que debería ser el atril del pueblo, esa frase que le perseguirá siempre -ya decía Aristóteles que «el hombre es esclavo de sus palabras (fanfarronadas en este caso) y dueño de sus silencios»-: «Yo lo he dicho en privado, y también lo he dicho en público. Y lo digo aquí para que conste en acta: Yo no voy a permitir que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas«. Sin temblarle la voz, como cuando dijo con total descaro nada más llegar a la Secretaría General del Partido Siempre Opuesto a España (septiembre de 2014): «Ni antes, ni después el PSOE va a pactar con el populismo. El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad, y ya va por la tercera vez, o «Con Iglesias a ningún lado. Mis votantes tienen un cabreo con Iglesias-parece que ya se les pasó- que no te puedes imaginar», que le decía a su amiga Susana Grisó en un autocar, en aquellos «Dos días y una noche» que compartieron, previos a  las elecciones repetidas en Junio de 2016. Por eso se abrazó idílicamente a PabLenin Iglesias -a la tercera puede ir la vencida- escasas 30 horas después de las últimas elecciones generales, mientras se había quitado de la escena al Jefe del Estado, enviado «subrepticiamente» a Cuba. Y ya veremos en qué queda su penúltima promesa electoral -4 de Noviembre último-, las que «se hacen para no cumplirlas» que decía el viejo profesor Tierno Galván, de “Vamos a incorporar en el Código Penal un nuevo delito para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndum ilegales en Cataluña, como ha ocurrido cuando gobernaba el PP, «olvidando» que fue su modelo al que clona y supera, José Luis Rodríguez, quien lo eliminó del Código Penal, lo que permitió que Arturo Mas y Carlos Puigdemont (9-N-14 y 1-O-17) le hicieran dos a Mariano Rajoy -otro de cuyos grandes errores fue no recuperarlo-, «que no fueron», pero que han puesto en jaque, casi mate, a la democracia, y a punto está de desaparecer el tablero de juego si esto sigue por donde se intuye.

Hemos visto hace unos días la lamentable sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea -una más- en respuesta a una innecesaria consulta de los tribunales españoles que no necesitaban que nadie les aclarase cuándo alcanzan la inmunidad los diputados europeos electos si, como hubiera sido lo lógico, no se hubiera permitido por la legislación electoral española que unos prófugos o unos investigados -como se dice ahora a los imputados- como eran el amparado por las autoridades belgas y su séquito de huidos y el que desde la «prisión hotel» de Lladoners mueve los hilos al bailarín del PSC que, a su vez, se los mueve al del Falcon, no hubieran aparecido en una lista de candidatos a elección alguna. Y algunos se sorprenden de la postura del TJUE y aparente «varapalo» a la Justicia española en lugar de hacerse la pregunta que hace pocos días se hacía Alberto Núñez Feijóo -político que no es precisamente objeto de mi mayor simpatía, pero con el que a veces tengo que coincidir- «no queramos que nos respete Europa cuando nosotros mismos nos estamos faltando al respeto». Sentencia que la «portacoz» de ERC y ahora miembro de la comisión de negociación con el PSOE, la balbuceante Marta Villalta, producto de la inmersión lingüística a la que le cuesta mucho expresarse en Español, llama ya la «doctrina Junqueras», en su particular versión de que suponga la inmediata puesta en libertad de los políticos presos que pide formalmente su defensa, así como la anulación del proceso. Pero no quieren enterarse de que la inmunidad parlamentaria, como recogía en un magnífico análisis al respecto un buen amigo de Cáceres, Diego López, que se autocalifica como «humilde jurista de provincias», «es un privilegio derivado de la adquisición de la plena condición de diputado. Hasta ese momento, es una mera expectativa de dicho privilegio», añadiendo que «Siendo una expectativa de derecho y no un derecho propiamente dicho hasta que se produzca la adquisición de la plena condición de diputado, la inmunidad no debe ser aplicada a los hechos cometidos con anterioridad por el sujeto revestido de dicha expectativa». En mi opinión no puede estar más claro ya que, como él mismo concluye, de entenderse como quiere el separatismo, la inmunidad se convertiría en impunidad y sería una forma muy fácil para el delincuente de escapar a la justicia por el simple hecho de resultar elegido en un proceso electoral.

De momento, la Fiscalía se ha opuesto a esta interesada interpretación de parte y pide al Supremo que solicite el suplicatorio al TJUE para los dos «europarlamentarios» encarcelados,  manteniéndolos en prisión, y al Juez Pablo LLarena que mantenga la Orden Europea de Detención y Entrega para los fugados mientras la Abogacía del Estado -cada día más «Aborrecía» en manos de ciertos gobiernos- estudia la fórmula de no desagradar demasiado al potencial socio del PSOE para la apresurada investidura del candidato propuesto, con un pronunciamiento a favor de que los condenados por sedición y malversación de fondos e inhabilitados por trece años recojan el acta que en ningún caso debería corresponderles. A ver cómo visten el muñeco y completan el desprestigio de la institución al que el presidente en funciones la somete.

Algunos teníamos la esperanza de que el Rey Felipe VI, en su tradicional discurso de Nochebuena, mantuviera la línea de contundencia que manifestó tras el segundo referéndum catalán que acabo con la declaración instantánea de independencia de la república catalana, que superó en brevedad  las seis horas que duró la del amigo Luis Companys en Octubre de 1934, pero no fue así, sino que -en mi opinión- optó por un discurso «políticamente correcto», cargado de lugares comunes y obviedades, y que es para preocupar si, como recoge alguna prensa de ayer, Cristina Narbona por parte del PSOE lo valora muy positivamente y Pablo Echenique por la de Podemos vio al Rey «moderado en su discurso» y que «rectificó parcialmente el de Octubre de 2017», en el que, según él, «decidió atar su destino a las derechas». Por mi parte y tras haber leído íntegramente el discurso, dos veces y, como decía, fuera de generalidades en un «viaje que hacía innecesarias alforjas», no puedo destacar nada que sirva de firme y claro referente ante la delicada y grave situación que puede derivarse de la consumación de un gobierno Frankestein como pretenden Falconeti y PabLenin Iglesias con el refrendo ya sea por apoyo o abstención en segunda votación  de la izquierda separatista y radical de la ERC, que supondría, ochenta y cuatro años después, la presencia de un nuevo frente popular en el gobierno de España. Recordar de pasada lo buenos que hemos sido y las situaciones que hemos superado y decir que hay que seguir siéndolo, me parece muy poco, pero seguramente tendrá que ser así y sea yo el que no lo entiende. Y apelar a que el Congreso tiene que decidir si apoya o no la investidura, aparte de obvio resulta descorazonador y me parece no decir nada de lo que muchos esperábamos. Me temo que de no mediar la Sociedad Civil, con este Monarca y los políticos que “NO nos representan”, Alea jacta est o lo que es lo mismo, que Dios nos coja confesados porque la suerte está echada y en manos de un golpista.

Así pues, el año 2020 puede ser la vuelta del comunismo a Europa y un pasito más, esperemos que no irreversible, en ese camino a la Venezuela bolivariana que los podemitas y la «pijoprogresía» socialista española empezaron a recorrer, por separado pero unidos, desde 2004 y que en el espejismo que apoyamos en 2011 no se supo frenar.

De todas formas y agarrándome al conocido refrán de que «mientras hay vida, hay esperanza», vaya como final mi deseo de que no llegue la sangre al río en el Año Nuevo que nos llega y que, con la incertidumbre que la situación ofrece, vayamos a unas terceras elecciones que pongan a cada uno en su sitio definitivamente y otorguen al pueblo soberano del sentido común que en las dos anteriores convocatorias le ha faltado. De lo contrario, un gobierno como el anunciado supondría un nuevo retroceso económico y, en el mejor de los casos, una legislatura corta pero desastrosa, y en el peor incluso la despedida del periodo de relativa estabilidad «democrática» de los últimos cuarenta años y «vuelta la burra al trigo», que dice nuestro sabio Refranero y tan bien se nos da a los españoles.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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