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Realidades paralelas

De vez en cuando me gusta consultar las encuestas de popularidad y de intención de voto en distintos países, por ver cómo está el clima de opinión por ahí fuera.

Hoy he comprobado cómo iban las cosas en Estados Unidos y el nivel de aprobación de Trump entre los votantes americanos es del 52%, seis puntos más que el de Obama a la misma altura de su mandato. En Francia, por el contrario, el nivel de aprobación de Macron se encuentra en un escueto 32%. Tan solo ha habido un presidente más impopular que Macron y ese fue Francois Hollande.

Sin embargo, si Vds. escuchan, leen o miran los medios de comunicación principales, Macron sería un tipo estupendo y simpático con dotes de estadista, mientras que Trump sería un payaso imbécil que nadie se explica cómo demonios ha llegado a ser presidente.

Según nuestra clase política y nuestros medios tradicionales de comunicación, Trump representa el mal, lo oscuro y lo estúpido, mientras que Macron sería el epítome de la ilustración, la inteligencia y el bien. Sin embargo, la percepción de los votantes es completamente distinta: Trump es un buen presidente de los Estados Unidos, mientras que Macron es un mero producto de marketing que ha superado hace mucho su nivel de incompetencia. ¿A qué se debe esa disonancia cognitiva?

Esa disonancia nos indica dos cosas: en primer lugar, que nuestras clases política y periodística han perdido el contacto con la realidad. No juzgan a un Trump o a un Macron por sus virtudes o sus defectos objetivos, sino por su pertenencia al club. Se trata de una valoración tribal o corporativa: si eres del club, te ensalzaremos; si no lo eres, te transformas en enemigo a batir. Independientemente de si eres buen o mal profesional, competente o incompetente.

Pero la segunda cosa que podemos deducir de esa disonancia es aun más importante: nuestras clases política y periodística han perdido la capacidad de conformar la opinión pública. El nivel de aprobación de Trump es llamativamente alto a pesar de las sistemáticas campañas en su contra. Por el contrario, todos los intentos por presentar a Macron con una luz favorable no han podido impedir que su popularidad sea ridículamente baja. La gente se forma ya su opinión al margen de lo que le dicen los políticos y los medios tradicionales. De hecho, existen fundadas sospechas de que la popularidad de un Trump es más alta gracias precisamente a los ataques que le dirigen ciertos políticos y ciertos medios, que todavía no son conscientes de la magnitud del rechazo que suscitan en la opinión pública.

Ese alejamiento de la realidad, esa alienación de la opinión pública, no se manifiesta solo en la valoración que los medios de comunicación tradicionales hacen de los líderes políticos. En general, los medios de comunicación tradicionales nos presentan realidades paralelas obscenamente evidentes. Su pretensión es dirigir la opinión pública, pero consiguen justo el efecto contrario. Ayer mismo teníamos un ejemplo: las manifestaciones de estudiantes en distintos países del mundo por la supuesta emergencia climática. Los medios de comunicación tradicionales nos presentan esas manifestaciones como espontáneas revueltas contra un orden establecido contaminante y destructor, cuando esas manifestaciones están impulsadas, organizadas y publicitadas por los propios poderes políticos, financieros e industriales. Y no tienen nada de espontáneas, ni de juveniles, ni de antisistema. Y lo gracioso es que los medios de comunicación tradicionales se piensan que les compramos ese tipo de mercancía averiada.

La realidad es la que es, pero los políticos y medios tradicionales viven en una realidad paralela en la que su posición de poder estaría perfectamente justificada, porque ellos son la élite dotada de la inteligencia necesaria para gobernar el mundo. Y para forrarse haciéndolo, claro.

El problema, para ellos, es que hace mucho tiempo que se le ven los costurones a los disfraces con que tratan de vendernos su chocante, y distorsionada, realidad.

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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