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Reflexiones de un 8 de marzo. Las prostitutas como mujeres trabajadoras

Recientemente ha sido noticia que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid le daba la razón a una mujer llamada Evelin, quien trabajó durante más de una década en el mayor club de alterne de Madrid. Ahora el TSJM considera que existía una relación laboral con la sala en la que captaba a sus clientes. Es decir, la mujer vinculada profesionalmente con un lugar de alterne tiene que ser reconocida por éste como personal del mismo. Como explicaba su abogado: Esta sentencia podría cambiar la realidad de miles de mujeres que ejercen la prostitución en España. «Supondría el encuadramiento de la actividad de alterne en el convenio colectivo que corresponda y la obligación de cotizar según las condiciones de ese convenio»

Podemos imaginar las consecuencias que esta sentencia tendría si llegara a ser firme y tantas personas en su situación reclamaran dicho reconocimiento. Y este 8 de marzo -con las declaraciones y movilizaciones a que ha dado lugar- puede ser una fecha adecuada para traer a las páginas de actualidad algo de lo que tan poco hemos oído hablar a nuestros y nuestras, sindicalistas y sindicalistos, feministos y feministas.

Los lugares donde estas mujeres prestan sus servicios y generan pingües ganancias, sin ningún reconocimiento, tendrían en gran medida que verse abocados al cierre, por las ingentes pérdidas que les generaría que dichas trabajadoras fueran sujeto de derechos. Esta noticia puede considerarse desde muchos puntos de vista. En primer lugar la existencia de esclavitud en el Estado social y Democrático de Derecho de la España de nuestro tiempo; también, por ejemplo denunciar que atenta contra la Ley de igualdad y tiene una actitud sexista y nada paritaria, ya que generalmente se piensa en las prostitutas, pero no por los pobres prostitutos.

Pero el punto de vista más idóneo es la condena de una sociedad que lleva a parte de sus miembros a tener que sobrevivir de esta manera. Parece como si un grupo de privilegiados pudiera hacer lo que quiera en sus palacios y lujosas residencias de vecindarios privilegiados, y rematar la faena con los crasos estipendios percibidos por su aparición en los denominados programas del corazón o prensa rosa, mientras los menos afortunados, se ven avocados, como millones de españoles “sin techo” dedicados a otros menesteres o que quisieran dedicarse a alguno y no pueden, a ejercer su modus vivendi.

En tal caso, debiera recordarse a cuantos cargos permiten esta presunta discriminación socioeconómica, la evangélica cita de San Mateo, en la Parábola de los dos hijos enviados a trabajar la viña del padre  (Mt 21, 28-32) donde Jesús dijo a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”.

También cabe el indignarse o sorprenderse porque en una España con una tasa de paro que roza el 13% en hombres y el 16% en mujeres; una deuda externa descontrolada y cercana al 100% del PIB;  y donde más de 1.000.000 de familias que no percibe ingreso alguno, aún haya gente que pueda mover los miles de millones, y la mayoría en dinero negro, que mueve la prostitución y las mafias con ella vinculadas, aunque luego muchos de estos depravados terminen por poder aplicarse los versos del Cancionero General de Amberes de 1573: “De cuantas coimas tuve toledanas,/ de Valencia, Sevilla y otras tierras /iças, rabiças y colipoterras,/ hurgamanderas y putaraçanas / de quantas siestas, noches y mañanas/ me venían a buscar dando de zerras/ las Vargas, las Leonas y las Guerras…/ las Méndez, las Correas y Gaitanas…,/ me veo morir agora de penuria/ en esta desleal isla maldita”.

Fue San Juan Pablo II quien comenzó a hablar de un cuarto mundo, refiriéndose a la miseria que se esconde en las sociedades opulentas y desarrolladas y quien ya denunció en Solicitudo rei socialis, la injusticia y corrupción de una sociedad que crea estructuras de pecado. Ante estos hechos, a uno le vienen a la memoria la monja Jerónima,  Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, (1651- 1695) y sus famosa redondillas: Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis […] si con ansia sin igual / solicitáis su desdén,/ ¿por qué queréis que obren bien/ si las incitáis al mal? […] ¿Cuál mayor culpa ha tenido /en una pasión errada, / la que cae de rogada / o el que ruega de caído? / ¿O cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga/ o el que paga por pecar?”.

Es asumible que estas personas, quienes, más o menos voluntariamente, optan por una vida de trabajo más o menos censurable, pero, en cierto modo, al margen tanto del peligro de sus países de origen, tanto como robo, la delincuencia, la violencia, el fraude… tan generalizados en España se merecieran alguna atención y muchos medios de los que el Estado y sus políticos hacen desaparecer en sus tramas de corrupción o dedican a reinsertar a peores enemigos de la sociedad que estas mujeres, como, sin ir más lejos, los terroristas de ETA o los independentistas catalanes.

En España, donde hace años la prostitución o el narcotráfico se vienen utilizando para mejorar y lavar nuestro PIB, se debería pensar que no todo es exigir y que una regularización conlleva sus contraprestaciones, y que, al igual que otros sectores como los autónomos, los pequeños vendedores ambulantes, los feriantes… una regularización de la prostitución o del topmanta, implicaría por parte de estos gremios la regularización de tasas municipales de las depauperadas haciendas, altas en la quebrada seguridad social, declaración del IVA y contribución del IRPF… lo que, a la larga, desde un punto de vista económico, que no moral, podría ser para todos más práctico y más beneficioso que oneroso.

Pero en el mundo siempre ha habido clases y, aunque todos somos iguales, unos lo somos más iguales que otros y, desde Lais de Corinto, famosa hetaira, capricho de Demóstenes, amante de Alcibíades y de Aristipo, discípulo de Sócrates, Giulia Farnese, amante de Rodrigo Borgia, o nuestra María Calderón, “la Calderona” y el complaciente teniente de ingenieros Enrique Puigmoltó, conde de Torrefiel,  hasta las abortistas divorciadas y reajuntadas que moran en nuestras más encumbradas residencias, hasta las infortundas que se ven reducidas a hacer la calle o, consuerte, anunciarse en Internet, “poderoso caballero es don dinero” y, como escribió el autor de tal letrilla, don Francisco de Quevedo, si bien: “Puto es el hombre que de putas fía, / y puto el que sus gustos apetece;/ puto es el estipendio que se ofrece/ en pago de su puta compañía. /Puto es el gusto, y puta la alegría /que el rato putaril nos encarece”; – pero, entre unas y otras, aunque se vulnere los principios constitucionales- “las putas graves son costosas, y las putillas viles, afrentosas”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago,  investigador, historiador y articulista

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