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La izquierda conservadora y el centro liberal

El mapa político europeo está marcado por la caída, y casi desaparición, de los partidos de la vieja socialdemocracia, y la aparición de opciones populistas que entroncan con el socialismo más añejo.

La socialdemocracia se edificó sobre la defensa del Estado del Bienestar, el papel central del Estado y el impulso de los sindicatos. En España eso ha degenerado en la defensa de que el dinero público sólo se puede gastar a través de funcionarios con contratos sagrados. En la defensa de privilegios para los que tienen trabajo frente a los excluidos del mercado laboral. En acomodamiento con los nacionalismos que buscan crear privilegios.

Ha creado administraciones públicas que no dejan de crecer, que en tiempo de crisis recortan el gasto en los ciudadanos más que en sus propios empleados. Ha perdido de vista que para poder repartir hay que crear, y con ello ponen en peligro la economía cada vez que tocan poder. Ha puesto su ética paralela, la “corrección política”, por encima de los cimientos de la democracia, dictando leyes que ponen en cuestión la presunción de inocencia, la igualdad de todos ante la ley, o la libertad de opinión.

Pero sobre todo, la socialdemocracia ha fracasado. La última crisis dejó al descubierto desigualdades económicas, problemas sociales enquistados, falta de oportunidades, que los de la “izquierda”, pese a haber gobernado, no han sabido resolver. 40 años de PSOE en Andalucía son hasta demasiada prueba.

El populismo es la respuesta mágica: si deseo con fuerza una solución se convertirá en realidad. Los Reyes Magos me traerán un salario mínimo mucho mayor sin afectar al paro. Los inmigrantes se integrarán solos. Las pensiones subirán sin que las haya cotizado nadie. Pero los Reyes no existen y son los mismos trabajadores los que tienen que pagar toda esa magia. No basta con agitar una varita, o una coleta.

Los líderes de esa “nueva izquierda” populista saben que prometen imposibles. Lo han visto en cabeza ajena, en Tsipras sin ir más lejos. Es inevitable concluir que para ellos el populismo no es un credo ni un programa sino solamente un método para alcanzar el poder (y el chalet) a lomos del desencanto social.

Para ello reclutan a los activismos profesionales creados por la socialdemocracia para promover su corrección política. Los adalides del feminismo discriminatorio, de la inmigración indiscriminada, de los “sindicatos” de manteros, del género subjetivo: todos han desarrollado industrias de asesoramiento y promoción, alimentadas por subvenciones, que tienen su propia inercia mucho más allá de la causa que defienden. De ahí barbaridades como SKOLAE en Navarra.

La sociedad española tiene retos sociales de verdad. Un paro de más del doble de la media europea. Una población dependiente cada vez mayor. Un problema de integración de inmigrantes, por no mencionar el de la inmigración ilegal (que no es lo mismo que los refugiados). Una educación fraccionada que perjudica a muchos alumnos. Unos nacionalismos fabricándose cotos privados de empleo. Una legislación sobre adopción que condena a miles de niños a no tener familia real, y una legislación sobre la gestación subrogada que aprobarían los curas irlandeses. Un problema de delincuencia agravado por la estigmatización de la prostitución, la despenalización práctica de la “okupación”, y algunos alcaldes que no hacen aplicar la ley donde no les gusta.

La solución de la izquierda es subvencionar más a sus grupos de interés. Y si no funciona, desenterramos a Franco. Miran al pasado y protegen privilegios. Son conservadores en el peor sentido.

Pero ser progresista no es decir «soy de izquierdas”, ponerse camisetas del Che o identificarse con la bandera republicana. Ni insistir en soluciones fracasadas. Es buscar una sociedad más justa y solidaria. Es atreverse a cambiar.

Hay un centro nuevo que no se preocupa de banderas de izquierdas o derechas, sino de soluciones que funcionan. Que se abre a ideas nuevas para resolver los problemas de las personas, y no los de las burocracias. Que no discrimina a nadie.

Hay medios y partidos que repiten que Ciudadanos es derecha o ultraderecha, para apropiarse el centro o para retener el voto progresista. Aunque los hechos lo desmientan. Aunque Ciudadanos haya planteado la mejor ley contra los desahucios. Aunque haya impulsado la reforma unánime que dará el derecho de voto a los discapacitados. Aunque la renta complementaria, el contrato único o la mochila austríaca sean propuestas suyas. Aunque se hayan quedado solos defendiendo la regeneración democrática para eliminar privilegios y aforamientos, para liberar a los jueces de la política.

Les sugiero que miren lo que propone y lo que hace el liberalismo progresista, el centro moderno, sin filtros. Vayan a la fuente, al programa y a las iniciativas legislativas que plantean. Vean quién defiende la equidad y la igualdad, con sentido común y con ideas nuevas. Busquen y comparen.

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista y militante de Ciudadanos

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