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Para los que se creen especiales

Este artículo va para todos aquellos a los que les gusta pensar que pertenecen a un grupo especial, superior, con derechos evidentes por encima de los demás en algún terreno. Os están tomando el pelo.

Hoy no vamos a repasar bibliografía, pero la hay para aburrir. Lo que os ha pasado es que os han vendido un “grupo interno”. Un “grupo interno” es ese al que perteneces, que tiene tantas virtudes, a diferencia de los otros, esos del “grupo externo” que no las tienen y no se merecen la misma consideración. Igual no se merecen ni estar ahí.

Esa lógica del “nosotros los [ponga aquí su grupo] nos merecemos [ponga aquí lo que quiere y no tiene]. Si no lo tenemos es por culpa de [ese otro grupo]” es más vieja que el arco y la flecha. Y tiene varios problemas, pero el mayor es que sirve para tiranizar a los de “este grupo” y agredir los derechos de los de “ese grupo”.

Porque si no estás de acuerdo con lo que dice el portavoz (normalmente autodesignado) de “nuestro grupo”, eres un traidor. Un quintacolumnista. Un masón. Un colono. Un txakurra. Si el ayatolá de tu grupo dice que (por ejemplo) los de tu grupo hablan un idioma que históricamente se habló en algunos rincones de vuestro territorio ancestral, tú tienes que defender que lo hable todo el que viva en él. O eres un traidor que desprecia la cultura de “nosotros”, los de la zona. Toda la zona.

Si el ayatolá de tu grupo dice que la gente de bien habla separando el idioma en femenino y masculino, o empiezas a decirlo todo (y toda) en femenino y masculino (y femenina y masculina) o eres un (o una) hereje, machista, franquista, “miembro del otro grupo, esos que no tienen que ser tratados con consideración”.

Los ejemplos reales duelen, y la Historia los tiene a miles. Está el “pueblo elegido”, que tenía derecho a conquistar y exterminar a la población de Canaán porque no eran elegidos. Está el Islam, que puede discriminar y negar derechos a cualquier otra religión aunque sea “del libro”, y eso siendo tolerantes. Están tantas sectas de “cristianos” para las que lo peor del mundo son otras sectas de cristianos (véase la historia entre calvinistas y papistas, sobre todo en Escocia). Está la “gente de buena familia” que no dejaba acercarse al poder, o a su hija, a cualquiera. O “la gente sana” que no dejaba asomar a los “pervertidos”. Están “los vascos de verdad”, a los que Urkullu quiere dar carnet, y los simples “ciudadanos” que pasaban por allí desde hace años. O los “colonos” descendientes de esa más de la mitad de la población catalana que vino de fuera en el último siglo (junto con el resto de los que no votan nacionalista). Están “los navarros” que (además de ser leales) tienen derecho a opinar sobre lo que pasa en Navarra, y “los otros”, que son cualquiera que lleva la contraria a un nacionalista o niega que su idioma natural sea el vasco. Están “los jóvenes autogestionados” que tienen derecho a okupar tu casa (o cualquier propiedad pública), y estás tú que no lo tienes. Están los que tienen derecho a poner símbolos políticos excluyentes en el espacio de todos, y estamos los que no tienen derecho a quitarlos porque es vulnerar su “libertad de expresión” y porque nos puede caer una multa. Estaban los miembros del “herrenvolk” y estaban las razas eslavas, listas para ser exterminadas y sometidas en el “lebensraum” de Hitler en cuanto los judíos dejaran de estorbar.

No nos engañemos. Las papeletas de que ese grupo de gente elegida al que creemos pertenecer sea imaginario son muy altas, sea cual sea el grupo, y especialmente si tienen a alguien intentando liderarlo sin elecciones. “Los progresistas”, “los de raza española”, “los de aquí”, “los trabajadores”, los que sea. Generalmente son grupos trazados con fronteras arbitrarias por gente que sólo intenta controlar a los de dentro del grupo y privar de derechos a los de fuera. Dentro del grupo hay gente que no se diferencia de los de fuera en nada esencial, salvo esa característica de la que quiere aprovecharse el ayatolá de turno. Ese que habla en nombre de “todo el pueblo”, sean “los valencianos”, “los vascos”, “los catalanes”, “el islam” o “la gente”. Ese que exige tu apoyo porque es “como tú”.

La mayor parte de los grupos a los que perteneces (por tamaño, sexo, tipo de piel, religión, nacionalidad, historia de tu región, nivel de educación, inteligencia) son producto simplemente de la suerte, genética o histórica. No te hacen esencialmente mejor ni peor que al vecino, sólo más (o menos) afortunado. No te permite dejar de tratar al otro exactamente igual que debe tratarte a tí. Los derechos especiales que tengas por ser parte de un grupo serán pocos, y generalmente resultado de tu trabajo o el de tu familia.

Sí, la gente es diferente. Todos y cada uno lo somos. Hay grupos diferenciados, pero no son tantos, y la diferencia no suele ser crítica, con algunas excepciones. Si te dicen que en tu caso lo es, y que perteneces a un grupo especial y opuesto a otros, desconfía. Hay muchas papeletas de que un populista te esté intentando vender una moto.

La igualdad ante la ley de todos los ciudadanos de un territorio, independientemente de sexo, raza, religión, riqueza, y de lo bien que le caigas al que gobierna, es una de las principales conquistas de la civilización europea. A ese grupo sí tenemos suerte de pertenecer. Cuidémosla.

Miguel Cornejo Castro (@miguelcornejoSE) es economista y responsable de Asociaciones y Entidades en Ciudadanos Navarra.

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