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Una fecha para la historia de España y Navarra

El pasado lunes 2 de enero, fue un día doblemente señalado con letras de oro en la historia de España y de Navarra, tan unidas, guste o no a algunos, a la fe y religión católicas.

El dos de enero del año 40 se aperecía al apóstol Santiago la Virgen María. Esta aparición, en Zaragoza, a orillas del Ebro, es la única de que se tiene constancia como aparición de la virgen en carne mortal, ya que entonces la Madre Inmaculada del Redentor aún vivía cuidada por San Juan Evangelista en su casa de Jerusalén.

Otro dos de enero, el de 1492, fue la fecha en que los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, entraban en la ciudad de Granada, poniendo fin a la Reconquista y unificando toda la Península Ibérica bajo la única Fe verdadera.

A finales de 1491, Abul Cazim Abdelmalig, Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos y Gonzalo de Córdoba,  iniciaron secretamente las negociaciones para la Capitulación de Granada. Gonzalo  de Córdoba fue elegido para este delicado asunto por su extraordinaria habilidad y por el conocimiento que tenia de la lengua y costumbres de los moros. Las reuniones tuvieron lugar   de noche y con el mayor secreto,  unas veces dentro de los muros de Granada y otras en la aldea de Churriana, cerca de Granada. Por último después de largos debates se fijaron definitivamente las condiciones de la capitulación,  que fueron ratificadas por los respectivos monarcas a 25 de noviembre de 1 491.

Entrega de las llaves de Granada
Entrega de las llaves de Granada

Poco después, el 2 de Enero, el sultán del Reino de Granada, Boabdil, entrega la ciudad en conformidad con el pacto de Capitulación a las tropas castellanas y los Reyes de Castilla y Aragón toman la ciudad de Granada. El sultán Boabdil se retira al Señorío de Andarax, en la Alpujarra almeriense. Granada quedaba definitivamente en manos castellanas. La puerta por donde el rey Boabdil salió la última vez se tapió a petición de este para que nadie pudiera volver a pasar por ella y en tal estado permanece todavía hoy en recuerdo de la desgraciada suerte del último de los reyes musulmán de Granada.

Cuando salió de Granada, camino a su destierro en las Alpujarras, Boabdil no quiso girar la mirada hacia Granada, y sólo cuando estuvo sobre la colina llamada del «Suspiro del Moro», se detuvo y observando por última vez su palacio suspiró y rompió a llorar, siendo su propia madre, la Sultana Aixa al-Horra quien le dijo:«Llora, llora como mujer la pérdida de un reino por cuya defensa no has sabido morir como un hombre”. Anécdota puesta en duda por muchos historiadores, que bien  pudo ser  una invención de  Antonio de Guevara, obispo de Guadix, quien la contó  a  Isabel de Portugal,  cuando  en su luna de miel visitó Granada, en el año de 1.526.

Sobre la devoción a la Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad y referente para todos los fieles marianos de España y del mundo.

Hoy en el lugar del hecho se yergue la  Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, según la tradición, el primer templo mariano de la Cristiandad, puesto que en él se conserva y venera el pilar -una columna de jaspe- que fue puesto por la Virgen María quien, viviendo aún en Jerusalén, se habría aparecido en carne mortal al apóstol Santiago el día 2 de enero del año 40.

La historia documentada del templo se remonta al siglo IX, cuando según la Historia del traslado de San Vicente de Aimoino, se atestigua la existencia de una iglesia mozárabe en Saraqusta dedicada a Santa María en el mismo lugar en el que actualmente se encuentra la basílica barroca. En torno a este templo se articulaba una de las comunidades de cristianos de la ciudad. Por ahora no hay pruebas de lo consignado en la tradición, cuyos pormenores datan de 1297 en una bula del papa Bonifacio VIII y 1299 una declaración de los Jurados de Zaragoza, donde por primera vez se atestigua la advocación del «Santa María del Pilar». Sin embargo no hay que descartar que esta tradición pueda muy pronto avalarse históricamente por unas investigaciones que en la actualidad se están llevando en sepulcros de la cripta de la catedral compostelana.

Además del culto que recibe la Virgen del Pilar en Zaragoza, Navarra es otra región en donde el culto pilarista está también muy extendido. Por ejemplo, fue doña Blanca I de Evreux y Trastámara, Reina propietaria de Navarra (1425-1441) quien, después de que un incendio entre 1434 y 1435 destruyera la capilla del Pilar y la imagen de la Virgen, donó la que actualmente se venera en la basílica zaragozana, realizada en los talleres de Olite por Juan de la Huerta, y que fue regalada a Zaragoza junto con un donativo en metálico para la reconstrucción del templo.

De la devoción de esta reina hay constancia por un manuscrito del siglo XV, que narra cómo, en 1433, doña Blanca se hallaba “ocupada por fuerte e muy grande enfermedad a la qual non se le podía fallar remedio de salud” hasta el punto de que le sobrevino en trance de la muerte. Postrada la reina en este estado, se le apareció la Virgen sobre un Pilar de mármol y le dijo “Sirvienta mía, doña Blanca, arrimadvos a aqueste pilar mío, e habréis salud” y prosigue el manuscrito “E vista la visión, de continente, abrió los ojos e començó a fablar, diciendo: Oh, senyora Santa María del Pilar, bendita seais, que me habéis goardado e tornado de muerta en viva…”

En agradecimiento, tan pronto como se vio con fuerzas suficientes, marchó a la basílica del Pilar en una peregrinación que tuvo lugar entre el 13 de julio y 10 de septiembre de 1433, de la que hay una copiosa constancia documental. Fruto y testimonio perpetuo de esa peregrinación fue la institución por la reina de una cofradía de honor con ribetes de orden caballeresca, para la que se prescribieron normas como la siguiente: “Primeramente, es su intención de hacer una banda azul con su pilar de oro, esmaltado de blanco, en el qual pilar, alrededor, habrá letras de oro en que se diga: A Ti me arrimo; y la dicha divisa se ha de traer cada sábado y todas las fiestas y vigilias de la Virgen María.” […] “Item, es intención de la Señora Reyna que la dicha divisa haya de ser traída por hombres y dueñas de sus súbditos y naturales, los quales hayan de ser en número determinado: es a saber, los hombres con el señor Príncipe, quince; en reverencia de las quince gradas que puyó la Virgen María quando fue presentada en el Templo. Y las dueñas, en número de nueve, por los nueve meses de Expectación de la Santísima Virgen”.

ronsp-2010-1Esta Real Orden de Nuestra Señora del Pilar tiene el valor de ser hoy la única que sobrevive de las órdenes de caballería que existieron en el Viejo Reino de Navarra, teniendo su sede en la parroquia pamplonesa de San Nicolás.

En este templo podemos ver hoy un altar, copia exacta del de la basílica del Pilar, en el lado norte del crucero, en uno de los lugares más visibles y destacados de la iglesia, que en los años 1939-40, bajo la dirección de Víctor Eúsa, fue construido con materiales nobles, que se completa con los dos magníficos altorrelieves de la Aparición y de los Convertidos, realizado por Mármoles del Norte de Pamplona y Tomás Altuna, de San Sebastián. A ambos lados, vaciados por Constantino Manzana en bronce dorado y esmaltado, lleva los escudos de Navarra y de la Orden del Pilar, fundada por la reina doña Blanca, sus miembros, renuevan cada año la promesa, con la fórmula estatuida en 1433 que dice textualmente: “Juro en vida, honor y reverencia a Dios nuestro Señor y a la gloriosa Virgen, Santa María, su madre. Como caballero de nuestra reina y señora de su devoción, Pilar inconmovible del seguimiento de Cristo, en oración, penitencia y entrega a los demás. Por María a Jesús, pilar sagrado. A ti me arrimo”.

En el Pilar, como en Las Navas, se unen una vez más España y Navarra, bajo una misma Fe, de la que innumerables navarros han sido misioneros excepcionales. Recordemos las palabras que San Juan Pablo II pronunciara en Javier el 6 de noviembre de 1982: “Hijos todos de Navarra y de España, quiero rendir homenaje al patrimonio de recios valores humanos y sólidas virtudes cristianas de las gentes de esta tierra. Y expresar la profunda gratitud de la Santa Sede a la Iglesia de España por su magna obra de evangelización; obra a la que los hijos de Navarra han dado tan sobresaliente contribución. Pionera en tantos campos de primera evangelización -no sólo los abiertos por Javier, sino sobre todo los de Hispanoamérica, Filipinas y Guinea Ecuatorial- la Iglesia española continúa dando una destacada aportación a esa evangelización con sus actuales 23.000 misioneros y misioneras operantes en todas las latitudes”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago, investigador, historiador y articulista

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