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Se extiende el movimiento escéptico contra las vacunas

El movimiento escéptico que pone en duda la utilidad de las vacunas se ha extendido por muchas naciones, incluyendo por ejemplo a España y Estados Unidos. En este último país el número de casos de sarampión se triplicó de 2013 a 2014. La reaparición de la enfermedad ha sido relacionada con ese auge del movimiento escéptico contra la vacunación, que ha llevado a diversos padres a rechazar la vacunación de sus niños convencidos de que las vacunas que se administran desde hace muchos años contra muchas dolencias y que han demostrado sobradamente su eficacia, son innecesarias además de peligrosas. Y tampoco es raro, por desgracia, ver en los medios de comunicación noticias de niños cayendo gravemente enfermos por culpa de la decisión que tomaron sus padres de no vacunarlos.

¿Cómo se puede hacer entrar en razón a estas personas? Los escépticos, aunque están convencidos de tener la razón y de actuar de modo racional, se comportan de manera irracional. El problema que se plantea por su culpa no es fácil de resolver sin recurrir a medidas legales expeditivas.

El equipo de Keith Holyoak, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Estados Unidos, ha llegado a la conclusión de que es posible hacer cambiar de opinión a esos escépticos mediante la estrategia de explotar en ellos otro tipo de miedo: el miedo a las enfermedades, un temor sin duda más racional y útil que la desconfianza hacia las vacunas.

En el nuevo estudio, se repartieron aleatoriamente 315 adultos estadounidenses en tres grupos. Al principio del estudio, aproximadamente un tercio de los participantes tenía actitudes muy favorables hacia las vacunas, mientras que los dos tercios restantes expresaban algún grado de escepticismo. Los escépticos claramente identificados como tales incluían a aproximadamente un 10 por ciento de los participantes, y se caracterizaban por mantener actitudes muy negativas hacia las vacunas. Los partidarios de las vacunas y los escépticos estaban representados de igual modo en cada uno de los tres grupos.

Un grupo leyó un texto de la red estadounidense de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) donde se decía que todos los niños deberían ser vacunados contra el sarampión, las paperas y la rubéola, y que explicaba que las vacunas para estas enfermedades son seguras y efectivas. El texto también decía que si bien algunos padres temen que la vacuna cause autismo, muchos estudios científicos han demostrado que no existe tal conexión.

Esta estrategia no cambió en absoluto las actitudes de los escépticos.

El resultado fue el mismo para el grupo de control, cuyos miembros leyeron un texto sin relación con las vacunas, concretamente sobre la alimentación de los pájaros. Como se esperaba, estos sujetos tampoco mostraron un cambio en sus actitudes sobre las vacunas.

El grupo final leyó textos que describían los peligros del sarampión, las paperas y la rubéola, y explicaban cómo una vacuna puede prevenir estas enfermedades. Incluían fotografías de niños que las padecían.

Entre los miembros del grupo que eran escépticos sobre las vacunas, esta última estrategia sí incrementó de forma notable su apoyo a la vacunación.

 

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