¡Por Tutatis el cielo cae sobre nuestras cabezas! A través de la ventana, veo llover a mares, otra Dana, en unos pocos minutos llueve lo que no ha caído en meses, consecuencias del calentamiento por la actividad humana. Mientras en una conocida emisora de radio escucho entre mezcladas dos melodías conocidas. Una El final del verano del Duo Dinámico, que nos lleva a la nostalgia de amores quinceañeros y preludio de la vuelta a la rutina, al cole, al tajo. La otra el “Gonna fly now” de Rocky parece que para infundirnos ánimos para lo que se nos viene encima.
De repente, un escalofrío recurre mi medula espinal y se me eriza el vello corporal, sé que es una reacción de alerta, a la vez que me entra un amago de ataque de ansiedad. No es por el principio de curso, ni los horarios de adaptación escolar, tan conciliadores, aunque no sé para quién.
Tampoco es el susto de la factura de la vuelta al cole. Mis hijos ya son mayores, y por tanto problemas mayores: matrícula del master, pelea con la inmobiliaria del piso de alquiler, etc. Uno se pregunta si en los ayuntamientos funciona el permiso de habitabilidad y si controlan que cuchitriles llegan a alquilar. Mientras este declarado y por ende fiscalizado, todo vale. Eso sí, leo que a los funcionarios se les va a subir un 0´5 % más el sueldo en otoño y puede que les caiga otra 0,5 a principios del año en función del incremento del IPC. Curiosamente nada por productividad y control, eso que nos exigen al resto de trabajadores.
Sin embargo, mi miedo escénico, no lo provoca nada de esto, ni tampoco el desmembramiento del Estado o que la Constitución parezca escrita en papel mojado. O la nueva torre de Babel en que se va a convertir el congreso. Además, del descontrol sobre la contratación de los intérpretes. Un coladero para amiguetes y allegados.
Algunos debieran leer la Biblia, no como libro religioso sino para aprender algo del género humano. Aunque ya hay quienes la quieren censurar, por brutal, lenguaje poco correcto, y demás ñoñerías.
Lo que me produce escalofríos es el timbre del colegio. Y no es por un trauma infantil. Es que ahora la llamada a las aulas de los adolescentes no es un timbre y tampoco suena internamente. Es música o algo parecido, según el día, que suena hacia afuera, a la calle y durante varios minutos, un poco antes de las 8:15 a.m. Quienes viven cerca de un instituto y trabajan a turnos, padecen estoicamente la semana de noche un despertar a la hora y poco de haberse acostado. Algunos, que no conocen ni a Séneca, ni a Marco Aurelio, mentan a los ancestros de los profesores y del consejero de Educación.
No es broma, la “música” del instituto Irubide se puede oír perfectamente al otro lado del río, en la carretera del Molino de Caparroso. El volumen es parecido en San Jorge con el instituto que está en el Paseo Sandua. Y así podríamos seguir citando centros educativos por la geografía navarra.
No entiendo esta moda de llamar a las aulas de esta manera. La escuela además dar formación académica y apoyar a las familias a la educación, sirve o servía para ir adaptando a la persona al mundo adulto. Aunque todo esto parece estar olvidado y lo que hace es adocenar a las nuevas generaciones de votantes. En vez de ayudarles a formar un espíritu crítico propio y cívico.
No todos han de trabajar en las empresas GAFA, Google, Apple, Facebook y Amazon en donde el mundo de Barbie es real, todos guapos y bronceados, con áreas de descanso en donde dormir la siesta y jugar, etc.
En el mundo real en todas la fabricas lo que hay es un timbre o sirena de un par de segundos e interno. Y eso de oír la sirena al final de la jornada e imitar a Pedro Picapiedra y su “Yabadabaduu”, cuando llega el fin de semana es apoteósico. O debiera decir “mítico”, para que me entiendan los jóvenes.
Los efectos de esta nueva forma de avisar, los padecemos el resto de la sociedad en forma de contaminación acústica, pues vemos, que cuando estos jóvenes se sacan el carnet de conducir, lo que les pone es ir con las ventanillas bajadas y el equipo de música a tope, para que se entere todo el mundo. Y si van andando, lo hacen con el móvil a todo volumen. No se para que se han inventado los cascos y los auriculares, perdón ahora se debe decir “airpods”, si no quieres pasar por un carcamal analógico.
¡Ya les vale!
Pero es lo que hay, pues se lo han “enseña´o” en el cole. Este curso, el respeto a los demás tampoco cae.
Jesús Bodegas Frías, Ldo. Ciencias Biológicas