No nos debemos de alarmar, pero sí debemos reflexionar y cuidar nuestras emociones, porque ellas, sin tú quererlo, se convierten en sentimientos que son más duraderos y fuertes, porque sin emoción no hay sentimiento… El sentimiento dura más y se hace cognitivo, que quiere decir que tú eres dueño de traducirlo a tu favor y al favor del grupo social donde te desarrollas. Porque no hay emociones buenas ni malas, todas son nuestras y todas nos informan de una u otra manera. Dependerá cómo las interpretas para que acaben siendo tóxicas o positivas. La ira no deja de ser una emoción humana básica, y es bueno que la percibamos, para ser conscientes y decidir qué hacer.
Leyendo la columna de Dulanz en DN, me ha hecho pensar que es cierto que estamos atravesando una larga temporada social, donde en cada tiempo y espacio, aparecen conductas agresivas, que no deberíamos manifestar, sobre todo cuando éstas son promovidas con daño a terceros, porque en alguna medida son marcadores de una sociedad que no está sana, hay marcadores suficientes para que estemos alertas, pero no podemos permitir que se instauren de manera crónica en grupos -sobre todo-, aquellos, que sirven a la comunidad con el mayor de los desvelos: Personal sanitario, conductores de Villavesas, personal del taxi, camareros…
¡No digo que no haya alguna excepción! Pero de ahí a agredir verbal o físicamente hay un trecho, demostrándonos una falta de control, sea por frustración interna, sea porque no aguantamos lo más mínimo, sea porque estamos percibiendo que cada vez es menos justa, más embustera, desmoralizadora y con una enorme desidia en hacer las cosas bien, no disfrutando de lo que hacemos y del servicio que prestamos a los demás… No es una excusa, pero una cosa lleva a otra y nos volvemos agresivos cuando se nos impide evolucionar como personas libres, cuando no podemos pagar las enormes cantidades de las hipotecas, cuando los autónomos ven subir sus cuotas cada dos por tres… Cuando vivimos al límite y tenemos que desertar de cierta calidad de vida… ¡Todo esto nos hace sentir una frustración tras otra, una crisis tras otra; sintiéndonos más vulnerables y sin alivio futuro! Es muy duro vivir cuando nos bloquean nuestros esfuerzos y no nos queda otra forma de demostrarlo dirigiendo nuestra ira hacia los que tenemos delante, que son muchas veces quienes menos lo merecen. Esa agresividad es contagiosa a nivel social y es imitativa, perdiendo el control y reaccionando agresivamente.
Es cuando recordé mis tiempos de facultad, el experimento del “tentetieso o el muñeco bobo”, demostrando las teorías del aprendizaje social, del Dr. Albert Bandura, psicólogo y profesor de Stanford; de origen ucraniano, aunque afincado en América. El recuadro no da para más, pero, resumiendo: Se sometía a niños y niñas, por separado ante una visión de un adulto que maltrataba de manera muy agresiva a un muñeco hinchable, “tentetieso”. Por supuesto con las garantías científicas, siendo visionado por cada niño separado para no ser influido por los demás. Cada niño observaba cómo un adulto agredía, verbal y físicamente, al muñeco…Lo golpeaba con un martillo, lo lanzaba al aire, lo hacía caer, y una vez en el suelo continuaba agrediéndole. A continuación, se dejaba al niño solo en una sala con juguetes, entre los que había un “tentetieso…” ¡En todos los casos, el niño imitó gran parte de las conductas agresivas del modelo adulto e incluso ideó nuevos actos violentos, hasta se mostraron más atraídos por las pistolas, a pesar de que el juego con armas no se había modelado!... En todos los casos el niño imitó gran parte de la conducta agresiva del modelo adulto e ideó nuevos actos violentos. La violencia es atractiva, se imita y se aprende y se repite, por eso un acto agresivo lleva a otro, y así sucesivamente…
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)