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Estupidez y poder

 

Hace unos treinta años, cayeron en mi poder unas fotocopias de un gris tenue y poco tintado, que corrieron por mi medio laboral universitario y sanitario, como la pólvora y entonces el medio “on line”, no era como lo tenemos hoy… Estaban sacados de un libro que compramos en librería de Magisterio, de un tal Carlo M. Cipolla, con el título: “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, con un sobre título: Allegro ma non troppo. Este verano me planteé poner orden a mi querida pila del libros y nadie sabe cuántas cosas encontré que me hicieron olvidarme del calor. Algunas me llenaron el alma y otras muchas me hicieron recordar lejanos recuerdos que tuve que romper para olvidar… Volví a leer esas hojas grapadas y fotocopias etéreas, pero legibles y me quedé de nuevo sorprendido de ver lo poco y mucho que hemos avanzado.

La estulticia, la estupidez, la torpeza crónica influye más de lo que creemos en el poder, en cualquier poder: Sea un poder en familia, sea en la escuela, sea en la calle, en la cafetería, en la terraza, con calor tórrido o sin calor… Algunos de estos grupos, -que hace ya unos 25 años que leímos el libro de Carlo M. Cipolla (1922-2000) “las leyes de la estupidez humana”- que existen de siempre y siguen existiendo, pues es un perfil genotípico y fenotípico propio de la naturaleza humana, y cuyo perfil psicológico se va extendiendo como mancha de aceite, sobre todo allí donde impera el poder, los privilegios, la arbitrariedad y el compadreo, por eso insistimos que es genotípico o en otros muchos casos es simplemente fenotípico: me conviene, me encaja, incluso concuerda con cierta forma de pensar y de vivir, y no me importa hacer girones a mi conciencia y a mi formación que la uso y la tiro conforme desajusta mi cuenta bancaria…

Los dos perfiles, genético y epigenético-fenotipico; causan grandes daños a su familia, a la comunidad donde viven y al grupo donde influyen de manera asombrosa sin ningún escrúpulo, sin moral alguna, y con una cierta solvencia de lenguaje -¡sí de lenguaje, del que son maestros autorizados por sí mismos de los neologismos que en cada momento crean para seguir con ese poder y “ese arrastre” al grupo donde se desenvuelven. Es a simple vista, inaudito, sorprendente, porque influyen de tal manera que no hay quien se atreva a disuadir, a desengañar; al contrario, con toda la estulticia de máster que tienen, son líderes anodinos en un grupo social que no reacciona, que está anestesiado, embotado, sin crítica que le haga vibrar de otra manera.

El perfil genético -sigo parafraseando al profesor C. M. Cipolla-, “lo heredan en dosis considerables del gen de la estupidez y gracias a tal herencia pertenecen, desde su nacimiento a la élite de su grupo”.

Es terrible pensar y constatar que, entre muchos burócratas, políticos y jefes de estado, “se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo es peligrosamente potenciada por la posición de poder que ocupan” y en texto más lejano de la página dice: “¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados”…

Nuestra pregunta y la de muchos es la más racional y la incuestionable: ¿Cómo puede ser que estas personas estúpidas lleguen a posiciones de poder o de autoridad, siendo como son botarates, sin fuste, ignorantes… En las ciencias de la conducta se establecen perfiles y caracteres que se funden en una amalgama que se atraen de tal manera que: Gente estúpida más gente sin cualificar conlleva a bordes límites de la personalidad, sobresaliendo su sagacidad ingenua y miserable, y ahí ya no es la neuropsicología, sino hace dos mil años ya nos lo diagnosticó S.Mateo: “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”. A Darwin se le atribuye aquella frase que es otro diagnóstico más moderno pero, con el mismo mensaje: “Los hombres nos diferenciamos del los animales porque los animales no permitirían que el más tonto guiara a la manada”. (El profesor Cipolla, ha sido uno de los mayores historiadores del siglo XX. Catedrático de Historia económica en las universidades de Pavía y Berkeley)

Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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