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Toros, pasaporte y libertades

Se da por hecho que cuando alguien acumula conocimientos es también más libre. Es cierto, aunque no del todo si el mandamás es quién de ellos carece.

Estos días hemos observado dos alardes liberticidas fruto de la ignorancia.

A los hosteleros se les viene cargando de tareas ajenas. Comenzó el asunto con los cigarros, y ha ido creciendo. Ahora algunos pretenden que exijan informes sanitarios a su clientela. Dado que hasta con vacuna se puede contagiar y ser contagiado, el pase, a efectos de la pandemia, no añade seguridad. Pero es que, además, está franca contradicción con la retirada a los locales del derecho de admisión, que pudieran usar para impedir entrada a delincuentes o individuos conflictivos.

Miguel Ángel Revilla es un señor que se garbea en taxi para la fotografía. Luego carga esa factura a los impuestos, en tanto le aguardan choferes y vehículos oficiales de plantilla. Encima de reducir la promoción de su tierra a las anchoas, cuando tiene muchísimo más que eso.

Este presidente autonómico anda con mucho cabreo porque los tribunales, como caída de dominó, anulan la discriminación contra las personas que no enseñen su pasaporte de vacunado al camarero. Así, han fulminado la letra escarlata en Cantabria, Andalucía, Galicia o Canarias, mientras otros han puesto las barbas a remojo. Sin embargo, eran sentencias previsibles.

Ante eso, aficionado a pontificar por las televisiones sobre lo divino y lo humano, parlanchín igual de medicina que de economía, Revilla nos deja una frase digna del mejor mármol: “Los jueces deben hacer una ley…”. Y lo suelta un político profesional desde que dejó la bata del cole. Él, que fuera hace nada sorprendido fumándose un puro con la normativa anti Covid suya, nacional y hasta la del tabaco, además de mintiendo con descaro, desconoce que los magistrados no hacen leyes. Qué aunque los gobiernos abusen del decreto, lo debido y constitucional es que las haga el legislativo.

Otra autoridad, la alcaldesa de Gijón, ha demostrado de una tacada que no tiene idea del toro, su odio a la fiesta, además de poco respeto hacia las diferentes opiniones. Ana González manifiesta que prohibirá las corridas porque “hay gente en contra”. Argumento de peso, a casi nadie le gusta todo. Por un poner, yo no vedaría el reggaetón por mucho que prefiera distinto tipo de música. Así mismo, se ha escudado en los nombres de dos reses entre los varios miles que se bautizan cada año.

Conviene que lea un poquito sobre el reglamento del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para el Libro de Genealogía; o algo sobre las reatas. Mejor para la afición y hasta los restaurantes de la zona que recule hacia tablas.

 

¡Caramba! de ejercer un servidor el abnegado oficio de tasquerman, a esta pareja le pediría pruebas de no padecer enfermedad infectocontagiosa, de reunir algún conocimiento, y, sobre todo, de estar exenta de malas pulgas. O, hablando de pases, también de haber contemplado al menos uno: de la película Philadelphia a Miguel Ángel; de muleta a Ana. Esto va de libertades.

Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor

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