No faltarían temas sobre los que escribir hoy en esta vorágine de noticias con las que nos “obsequia” a diario la actualidad. El enriquecimiento patrimonial de récords –cuantía y tiempo– de la pareja de Galapagar que algunos medios dicen que ya no lo son; la salida de la vicepresidencia segunda del “vallecano” PabLenin Iglesias, que hace correr el escalafón y deja su impronta en la sucesión y reparto de una cartera que parece que no lo hizo trabajar mucho –según su franquiciada andaluza, Teresa Rodríguez (de “Kichi”), síntoma de su “inmadurez y poca constancia en los proyectos”– de la que se despidió afirmando que “a nosotros no nos compran”, pero tal vez omitió añadir “porque ya llegamos comprados por el chavismo bolivariano de inspiración comunista” y se estrenó diciendo que “el modelo Zendal no es compatible con un gobierno que tenga coherencia», o sea, dándole unas decenas de miles de votos más a Isabel Díaz Ayuso, que quiere que acabe donde él debería estar hace tiempo; el posible batacazo que le puede suponer esa extraña decisión, a tenor del “caluroso” recibimiento que le hicieron el martes en Coslada –si no fue un montaje, que todo cabe con este tramposo– en su primer acto de campaña tras ser despedido con loas por el presimiente, que tal vez pueda ya dormir “tranquilo” –creo que no dejó de hacerlo, mientras el 70% de los españoles no podremos mientras él siga en Moncloa– y por la ministra portavoz “por su labor y por su tarea” (sic) que no especificó como era de esperar; las incorporaciones de dos “desertoras” de Secretarías de Estado a la lista electoral del “soso, serio y formal” candidato socialista Ángel Gabilondo y del “acreditado” mantero guineano –llegado hace quince años en patera a Canarias– a la de Podemos, Serigne Mbayé, portavoz hoy de la Asociación de los sin papeles y del Sindicato de Manteros, para acompañar al “sacrificado” candidato morado en su desembarco o la poco sorprendente foto del fornido líder de VOX, Santiago Abascal, con su entrenadora personal que destaca de él su “fuerza y resistencia”, darían por sí solos para unos buenos análisis y reflexiones, sin descartar la más que previsible batalla electoral que, coreada por los presidentes autonómicos socialistas, se está preparando desde la Moncloa contra la candidata del Partido Popular; la fuga vacacional del presimiente Falconeti Sánchez y parte de su gabinete, para los que al parecer no reza el cierre perimetral que imponen a sus “supuestos representados”, que les pagamos sueldo y prebendas desde nuestro encierro provincial dentro de los límites que algunos “periolistos” llaman “fronteras”; la decisión de la Audiencia Nacional de anular el cese del Coronel Pérez de los Cobos –frenó también su ascenso a General– que arbitrariamente decidió el cada día más “pequeño” MarlasCa –cambió esa C del apellido castellano de su madre por una k para unirlo al de su padre– que acercaba ayer entre otros a Javier García Gaztelu, “Txapote”, asesino de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica y diez más o, para terminar con esta serie incompleta, la inclusión de España en el Informe anual sobre Derechos Humanos https://www.state.gov/reports/2020-country-reports-on-human-rights-practices/spain/que ha publicado el Gobierno de Joe Biden –“ejemplo de demócrata” para Pedro Sánchez, seguramente hasta ayer– denunciando que “el gobierno de Sánchez e Iglesias ataca a la prensa”, así como la corrupción de Podemos, del que cita al propio Iglesias y a su portavoz, el peronista Pablo Echenique. Y aquí dejo los meros enunciados sin entrar en detalle.
Pero estamos en Semana Santa y aparco aquí la política para dedicar mi análisis a uno de esos días grandes que ha ido perdiendo en lo social, como sus homónimos, aquello que antaño aprendíamos así en el colegio: “Hay tres Jueves en el año que relucen más que el Sol, Jueves Santo, Corpus Christi y Día de la Ascensión”. Los tres, “víctimas” también de ese “café para todos” que ha llevado a que las fiestas tradicionales, sobre todo las de raíces cristianas, y en ese aspecto que no en el folclórico, se celebren o no, y cuándo, según decidan –con el consentimiento o silencio de la Iglesia– los reyezuelos de esas taifas en las que se ha ido desmembrando el Estado español, al estilo de esa anécdota que se cuenta sobre el matador de toros Juan Belmonte, al que alguien le preguntaba que cómo su banderillero Joaquín Miranda había llegado a gobernador civil de Huelva después de la Guerra y éste le respondió: “¿Po… cómo va a sé? De… degenerando…”, lo mismo que podría aplicarse a no pocos de los cargos y representantes políticos actuales.
Y justo cuando estaba escribiendo estas líneas, me llegó por WhatsApp un mensaje de un buen amigo con el que, durante ya algo más de una década, vengo tratando de tirar de un “carro” cuyo avance se hace cada día más difícil pese a ir siendo más “ligera” su carga –curiosa paradoja–, que no es otro que el de los principios inspirados en el humanismo cristiano que nos enseñaban y que pese a esa liviandad edulcorada que decía, se hace cada vez más complicado encontrar en nuestra juventud, con honrosas excepciones, por supuesto, gracias a Dios. El mensaje en cuestión, resume muy bien lo que hoy se ha “normalizado” a través de esa laicidad –“Principio que establece la separación entre la sociedad civil y la sociedad religiosa”– y laicismo –“Independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”– que se vienen inoculando en el cerebro de las nuevas generaciones desde hace por lo menos 40 años –los 10 anteriores, con la Ley de 1970, también jugaron su papel, si no sentaron las bases de lo que vino después–, a través de la relativización que se ha ido imponiendo en los cada vez más deficitarios planes educativos, que por ahí empieza todo hasta ir ganando la batalla de las ideas. Decía así el repetido mensaje: “Veo y leo que se habla de planes para Semana Santa: Ir de tiendas, pasear, comer y beber en terrazas, viajar… Ir de fiesta, en definitiva. ¿Pero es que nadie piensa en lo que se celebra realmente, la Pasión y Resurrección de Cristo? ¿En asistir a los oficios en las Iglesias? ¿En pensar lo que ello significó en la Historia de la Humanidad? Definitivamente hemos perdido el Norte. ¡Qué lástima!”. Yo añadiría que no sólo el Norte sino la brújula, amigo Ramón.
Así nos encontramos hoy en un Jueves Santo, día central de otra Semana Santa descafeinada en lo externo, en el que las procesiones volverán a estar ausentes y el sentir del pueblo condicionado más allá de lo que cada uno haga a título particular, de puertas para adentro –las celebraciones de los Santos Oficios y visitas a los Sagrarios también están limitadas–, por culpa de ese estado de alarma casi indefinido impuesto por un gobierno que, apoyado por esas alianzas interesadas que pervierten a posteriori lo que los ciudadanos deciden en las urnas, se salta a pídola el Artículo 116. 2 de la Constitución Española que lo regula: “…será declarado por el Gobierno… por un plazo máximo de quince días…”. Algo que le está viniendo muy bien a lo que el pasado 11 de Enero el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, trasladaba a las ejecutivas provinciales del PSOE en su calidad de secretario de Laicidad –cargo que, yo al menos, me enteré ese día de que existiera en la estructura organizativa socialista– con el título de <<La laicidad, “religión de la libertad”>> https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20210111/laicidad-religion-libertad/550564949_12.html, en otra perversión del lenguaje que tan bien se le da a la izquierda, desvelando uno de los objetivos que el socialcomunismo tiene en su agenda desde sus orígenes, crear su propia “religión” doctrinaria que él considera en su escrito como “una política indispensable para la democracia, porque es el antídoto frente al monismo de valores, la pretensión de verdad única o la superioridad moral, que inevitablemente devienen en fanatismo, dogmatismo y ausencia de libertad”, demostrando seguir anclado en el Siglo XVIII, al que textualmente hace referencia y que, en definitiva, supone una pretensión contraria a lo que la citada Constitución nos dice en su Artículo 16.3: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”. Un escrito, el del ministro, que fue respondido de manera contundente y clara por otro amigo con el título mucho más apropiado de <<La laicidad, “religión de la esclavitud”>> https://institutodemocracia.ceu.es/blog/la-laicidad-religion-de-la-esclavitud-por-jose-ramon-recuero-astray/, que invito a leer.
Visto lo visto y ante la triste realidad que nos quieren imponer desde el sectarismo ideológico del dios –con minúscula por supuesto– Estado omnipotente y adoctrinador, sólo me queda utilizar de nuevo la frase final del mensaje que antes citaba: ¡Qué lástima! que hayamos dejado que esta bajeza moral haya tomado tanta magnitud y aprovecho para dejar mi deseo de que en esta Semana de penitencia y oración, hagamos una buena reflexión que nos lleve a no equivocarnos de nuevo y a poner nuestro granito de arena para recuperar esos principios que tanta falta hacen en nuestra sociedad actual, tanto en España como en el Mundo Occidental que nos engloba. Tiempo habrá para pensar en otros mundos por los que, si no arreglamos el nuestro, poco podremos hacer.
Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión