La derrota sin paliativos que el Gobierno de Pedro Sánchez ha sufrido al intentar coartar la independencia que los municipios de España tienen, es un reflejo de lo mal, rematadamente mal, que lo está haciendo este Gobierno.
Un Gobierno empeñado en intervenir todo, cual gobiernos comunistas de antaño, de infausto recuerdo en la memoria colectiva.
Un Gobierno empeñado en gastar y gastar y, luego, cuando hay que recuperar lo gastado, pedírselo (o quitárselo por Decreto), cual pedigüeño, a otros.
Es lo que ha querido hacer con los superávits presupuestarios de aquellos que gastan lo que hay que gastar y no más. Los ayuntamientos, los que tuvieron que «ponerse las pilas», después de la crisis de Zapatero en 2007, y consiguieron ahorrar.
La torticera maniobra, realizada en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) con el voto de calidad de su presidente, el socialista alcalde de Vigo que sacó pírricamente adelante la medida aprobada por Podemos-PSOE, no le ha salido bien.
El Congreso de los Diputados tumbaba la medida. ¿Y ahora qué?
Solo queda la dimisión. Pero ¿a que nadie lo hace?