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Leipzig recuerda el «Wir sind das Volk», el grito que agrietó el Muro

Leipzig recuerda la revolución pacífica que, al grito de «Wir sind das Volk» -«Nosotros somos el pueblo»-, arrancó de esa ciudad de la Alemania comunista, hace treinta años, hasta agrietar el Muro de Berlín

«Las marchas de Leipzig juntaron a germano-orientales que solo aspiraban a una vida mejor con la disidencia; querían el fin de la RDA, la República Democrática Alemana», afirma Jürgen Reiche, el director del Foro de Historia Contemporánea de Leipzig.

También estaban ahí, concede, algunos que querían «una RDA distinta», un modelo «igualmente anticapitalista», pero democrático, no la dictadura decrépita del que era por entonces un país satélite de la Unión Soviética.

Quienes aspiraban a una reforma de la RDA eran «los menos», afirma Reiche, mientras recorre la exposición permanente del Foro con un grupo de corresponsales extranjeros.

«Muchos de los opositores hubieran querido conservar algo de la aquella RDA», sostiene, en declaraciones a Efe, Philippe Morvan, artista francés y autor de la instalación «Leipzig-Berlin», inaugurada este martes en la estación de tren de esta ciudad.

Mil linternas de bolsillo, en distintos formatos y fabricadas en la extinta RDA, colocadas sobre un anillo de nueve metros de radio, recuerdan la revolución que partió de esa ciudad germano-oriental.

Algunas son del propio Morvan; la mayoría proceden de ciudadanos de Leipzig, que respondieron a la llamada lanzada a mediados de abril por el artista de donar los aparatos para su instalación.

El material sonoro que acompaña al juego de luces es el grito de «Wir sind das Volk» que, todos los lunes, partía de la Iglesia de San Nicolás, en el centro de Leipzig. La primera marcha, el 4 de septiembre, fue de un par de centenares de personas. El 9 de octubre eran ya 70.000.

Fue la mayor manifestación de protesta de la historia de la RDA desde el levantamiento obrero contra el régimen el 17 de junio de 1953. Tal vez la respuesta habría sido aún mayor, de no ser que en la memoria colectiva seguía presente cómo terminó esa revuelta: con un centenar de muertos y decenas de miles de detenidos.

Pero la RDA de 1989 no era ya la de 1953. El régimen había entrado en proceso agónico y, desde Moscú, el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, había emprendido el camino de la «perestroika».

El jefe del Estado germano-oriental, Erich Honecker, comprobó que los aires no soplaban a su favor unos días antes de la gran manifestación de Leipzig, en el 40º aniversario de la RDA.

Había invitado para la gran parada militar a Gorbachov. Ambos líderes, el representante de la «perestroika» y el del férreo inmovilismo, presidieron el desfile. El presidente soviético fue recibido con atronadores y entusiastas gritos de «Gorbi, Gorbi», mientras Honecker mostraba su rostro avinagrado.

«Sí, muchos de los que salían a la calle querían una ‘perestroika’ para la RDA», considera Mario Schröder, el jefe de coreografía del Ballet de Leipzig, por entonces primer bailarín de ese mismo conjunto y asistente a las marchas de los lunes.

De esa jornada amarga para Honecker quedó la frase que -según las crónicas de la época- le dirigió Gorbachov: «La vida castiga a quien llega tarde». El inmovilista jefe del Estado de la RDA fue relevado unos días después, el 18 de octubre, por el teórico reformador interno, Egon Krenz.

Para entonces, el grito del «Wir sind das Volk» se había multiplicado por otras ciudades del territorio germano-oriental.

El 4 de noviembre, la consigna nacida en Leipzig retumbó en la Alexanderplatz berlinesa. Centenares de miles de personas se concentraron en el corazón de la capital de la RDA.

Sobre la tribuna se pasaban la palabra reformistas convencidos, representantes del aparato transmutados a toda prisa en reformadores e intelectuales, como la escritora Christa Wolf. Ahí estaban, asimismo, el jefe del espionaje de la RDA, Markus Wolf, e incluso Günter Schabowski, portavoz y miembro del Politbüro comunista alemán.

Cinco días después, el 9 de noviembre, el propio Schabowski leyó ante una abarrotada conferencia de prensa un comunicado de prensa sobre la nueva regulación para viajes que implicaba, de facto, la apertura de las fronteras interalemanas.

El Muro cayó esa noche. Once meses después, tras un proceso de reunificación negociado con aliados occidentales y con Moscú por el canciller Helmut Kohl, la RDA dejó de existir y su territorio quedó integrado en la República Federal de Alemania (RFA). EFE

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