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Llegada del hombre a la Luna

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un 20 de julio de 1969, el hombre llegaba a la Luna.

El 20 de julio de 1969 (21 en España por la diferencia horaria) un hombre ponía el pie en la Luna por primera vez.

Cincuenta años después, aquel hito espacial, se recuerda como una hazaña de la humanidad.

Como reza la placa que dejaron los astronautas estadounidenses Armstrong y Aldrin: «Vinimos en son de paz, en nombre de la toda la humanidad»

Sin embargo, ceñirse a ese mensaje y obviar el contexto histórico del Apolo 11 supondría no ver la verdadera dimensión de aquel logro.
El inmenso operativo que puso en marcha los Estados Unidos para que sus astronautas llegaran a la Luna habría resultado imposible sin los avances tecnológicos alcanzados en la Segunda Guerra Mundial y sin la presión geopolítica y tecnológica de la Guerra Fría.

El impresionante dispositivo que logró sacar de la Tierra al Apolo fue el cohete Saturno V, diseñado por ingeniero alemán llamado Wernher von Braun. Aristócrata alemán obsesionado con viajar al espacio desde niño.

Von Braun acabó en el Tercer Reich enrolado en las SS y diseñando para Hitler misiles balísticos. Es el creador de las V-2, que bombardearon Londres y sus alrededores, matando a más de 7000 personas. El fin de la Segunda Guerra Mundial no supuso un varapalo para Von Braun, sino todo lo contrario. Llegó a un acuerdo con los estadounidenses y, junto con centenares de sus colaboradores, fue trasladado a EE UU con su biografía blanqueada o falseada, mediante la Operación Paperclip.

Von Braun se convirtió en uno de los rostros del programa espacial de los EE UU e incluso un cráter lunar lleva su nombre.

La loca carrera por llegar a la luna fue posible por la llamada Guerra Fría  Un conflicto entre dos bloques antagonistas, el capitalista liderado por EE UU y el comunista capitaneado por la URSS, que convirtió gran parte del siglo XX en una concatenación de conflictos en los que, indirectamente, los dos bloques se enfrentaron.

Lo que sí es cierto, es que comunistas y capitalistas llevaron su enfrentamiento a casi todas las esferas, incluyendo la cultural, la del ocio y la de la carrera espacial. EE UU y la URSS parecían más interesados en desarrollar misiles balísticos para portar sus adoradas cabezas nucleares que en llegar al espacio tras la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1957, Año Geofísico Internacional, la cosa cambió. Aunque el presidente Eisenhower había anunciado dos años antes que para esa fecha EE UU lanzaría al espacio un satélite, fueron los soviéticos los que ese mismo año, en octubre, lograron poner en órbita el famoso Sputnik. Y solo era el principio, el programa espacial soviético, dirigido por Sergei Koroliov -un ingeniero que había pasado por el gulag que hasta su muerte fue anónimo, solo conocido como «el ingeniero jefe» por el miedo de que los EE UU trataran de asesinarlo- iba a todo trapo: fueron los primeros en llevar seres vivos al espacio (que la perrita Laika muriera abrasada en órbita no preocupó mucho), los primeros en llevar sus naves a la Luna y los primeros en llevar seres humanos al espacio -el recordado Yuri Gagarin-.

Mientras los soviéticos iban siempre por delante, EE UU, como su programa espacial, andaban necesitados de buenas noticias. En lo espacial siempre llegaban tarde, y en lo nacional se le acumulaban los problemas durante los 60: el fracaso en Bahía Cochinos en Cuba, Vietnam, las protestas raciales y estudiantiles… En la paranoia típica de la época, muchos veían a los soviéticos listos para colocar sus bombas nucleares en el espacio apuntando a Estados Unidos. Así que, en enero de 1961, un presidente con más dotes de leyenda que de estadista, John F. Kennedy puso el objetivo: «Creo que este país debe comprometerse a poner un hombre en la Luna y traerlo de regreso sano y salvo antes del final del decenio». Así comenzaba el proyecto Apolo y lo hacía en la mejor tradición de la mentalidad estadounidenses: no era una misión tecnológica o científica, era la expresión de la voluntad nacional frente a la adversidad. Si los comunistas ganaban la carrera espacial, muchos pensarían que eran el modelo social y eso no podía ser. Y así, frente al retraso obvio en materia espacial frente a la URSS, EE UU puso todos sus recursos en aquella misión, un poco a lo loco, sin pasar por etapas previas que retrasarían el objetivo. Washington gastó unos 100.000 millones de dólares actuales y logró agrupar a medio millón de personas y a unas 20.000 compañías -entre ellas Boeing, Douglas, IBM…-  en un proyecto que puso en marcha innovadoras técnicas de gestión que hoy en día se siguen empleando. EE UU triunfó, llevó a sus astronautas a la Luna, y derrotó a la URSS, cuyo proyecto espacial, más aún tras la muerte de Koroliov en 1966, estaba derrumbado y centrado en misiones no tripuladas, lo que servía de poco en la batalla propagandística.

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