Raphael regresa al Olympia de París este domingo en una de las últimas citas de su gira «Loco por cantar», tras la que se muestra dispuesto a continuar sobre el escenario durante años, según dijo en una entrevista a Efe, en la que detalló los secretos de su particular fuente de la eterna juventud.
La respuesta parece encontrarse en su público, los de siempre, que le reclaman los éxitos que lanzó en los años 60, y en su particular y personal actitud de no mirar nunca atrás, lo que le ha permitido encontrarse con la juventud que aún baila al ritmo de «Mi gran noche».
Sentado en un sillón de terciopelo rojo, en el histórico café de la Paix de la plaza de la Ópera, y vestido a la parisiense con chupa de cuero y jersey de cuello alto negro, Raphael se encoge de hombros y busca la respuesta en el cielo: «¡Son ellos, son los jóvenes los que me piden!».
«Yo no me he adaptado a nada. Vivo como vive la gente hoy en día porque yo soy así, no soy una persona nostálgica ni de esos que están todo el día recordando el pasado, y mira que mi pasado es brillante», asume.
No es el cambio, sino la evolución, asegura, y el pensar siempre en el mañana.
«Por eso vivo como la gente joven, porque estoy en el mañana», dice.
Cuando llegaron las versiones «techno» de sus grandes éxitos, los «milenials» ya habían caído en su embrujo, con los ecos de «Escándalo» o «Yo soy aquel», aprendidas en muchos casos por inercia o presión social.
Su movimiento de caderas en el escenario ha seguido conquistando a su público en América y España, como mostró en 2018 en los conciertos por Nueva York, Los Ángeles, o México, donde no hay teatro de renombre que se le resista: el Dolby Theater que acoge anualmente la gala de los Óscar, o el Beacon Theater de Manhattan.
De esta juventud dice apreciar la pasión por «cambiar las cosas», aunque la clave, les recuerda, está en «evolucionar», «añadir y poner las cosas cada vez mejor».
«Lo bueno es cuando la evolución es constante. Al cabo de los años he cambiado, pero poco a poco», lo que ha hecho la transformación menos impactante, en su opinión.
El cantante aplaude además la actitud de la ciudadanía en las manifestaciones del pasado viernes en toda España a favor de la igualdad y los derechos de la mujer, aunque en su opinión «no hace falta que lo hagan» porque «la mujer es exactamente igual que el hombre».
«Un ser humano con los mismos derechos y oportunidades. Unos son del género femenino, y otros del género masculino», resume.
De la situación política que vive el país, a poco más de un mes de las elecciones generales, solo se le escapa un sentido «ay» seguido de un suspiro y una sonrisa pícara tras la que afirma: «Espero que estemos todos bien orientados y votemos a quien tenemos que votar».
Mientras tanto se concentra en el Olympia, con las mejores plazas ya agotadas pero aún huecos disponibles horas antes del concierto, sala donde ya cantó en 1967 y de la que guarda un recuerdo «mágico y maravilloso».
Mirando ligeramente atrás -no demasiado-, habla de Charles Aznavour, con quien cantó «La Bohème», pero sobre todo de su Édith Piaf, su eterno ídolo.
Su gira por Europa, que continuará en Moscú, San Petersburgo y Londres, le sirve para recuperar a un público que tenía abandonado a cambio de América.
«Sin darme cuenta he ido dejando de cantar en las principales ciudades de Europa y eso no puede ser», dice, aunque al final, le vino bien porque «así podía pasear por las calles europeas tranquilamente» junto a su mujer.
Ahora vuelve a los teatros en los que empezó antes de acabar la «tournée» y empezar a finales de este año la de su último disco, «RESinphónico», con su particular receta: un poquito de lo de siempre y un toquecito de novedad, para que luego no le digan que «siempre» canta lo mismo. EFE
Por María D. Valderrama