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Mi visión de la evolución política española del último siglo, para víctimas de la LOGSE

Actualizo un artículo de Enero de 2013, cuando todavía no había salido de mi muro de Facebook, adelantando que sólo trato ahora de recordar, desde mi óptica, la percepción que yo tengo de la Historia de España del último, y que desde entonces cambió a peor.

Como digo en el título, sólo pretendo -desde mi modesto punto de vista de observador casi coetáneo de los últimos setenta años, lector de la Historia de España y, últimamente, atrevido analista del desbarajuste político que nos rodea-  exponer unas pequeñas reflexiones y, de paso, si puedo, desmontar algunos mitos -en mi opinión, interesados, “Una mentira repetida mil veces, acaba siendo verdad”– que se han querido hacer norma en los últimos cuarenta para esa juventud, víctima de la LOGSE y demás “reformas” educativas del PSOE -cada día más, Partido Siempre Opuesto a España- y que el Partido Popular, en dos etapas de mayoría absoluta, no ha sabido enmendar -o no ha querido, por razones que no alcanzo a entender- para recuperar -con las reformas y mejoras que pudiera necesitar- un sistema educativo que funcionó bastante bien durante más de tres décadas -no hay más que comparar sus resultados con los de los posteriores desde 1985 -.

Dicho esto, anticipo que voy a utilizar los términos ‘Democracia’ y ‘democrático’ en el más amplio y generoso sentido de los mismos y que hablo de periodos globales sin concreción de fechas.

Comienzo mi análisis por la Dictadura del General Primo de Rivera, 1923-30 -con quien colaboró por cierto el PSOE de Pablo Iglesias (el otro)-, que heredó en precario el General Dámaso Berenguer hasta que el 14 de Abril de 1931 se proclamó la Segunda República -“España se acostó monárquica y amaneció republicana”, decía la prensa de ese día- gracias a una coalición republicano-socialista, en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII, que con distintos “gobiernos” y fases duró hasta el 1 de Abril de 1939, final de la dolorosa y lamentable guerra civil, provocada mayormente por el PSOE, no lo olvidemos -como algunos pretenden, en ese falseamiento que supone la memoria histórica que se inventó Rodríguez y quiere ampliar su clon Sánchez-.

Esta República “democrática”, 1931-33, bajo la Presidencia interina de Manuel Azaña, empezó con un Gobierno Provisional  (Abril-Diciembre de 1931) presidido por Niceto Alcalá-Zamora, al final del cual se aprobó la Constitución de 1931. Le siguió un primer bienio (1931-1933) en el que se invierten los cargos y que contó con el intento de golpe de Estado del General  Sanjurjo, que no prosperó y que dio paso a un segundo (1934-1936), el Bienio Conservador  derivado de las elecciones generales de Noviembre de 1933 que ganó la CEDA -por cierto, en las que votaron por primera vez las mujeres, otro mito que se desmonta- que la izquierda denominó Bienio Negro”, presidido por  Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical. En esta etapa se produjo una insurrección anarquista y “socialista” -¡qué fiesta sin la tía Juana!- conocida como Revolución de 1934, manifestada en el golpe de Estado de Octubre de 1934, que en Asturias se convirtió en auténtica revolución social, sofocada con la intervención del ejército y en Cataluña en la declaración de independencia más corta de la historia por parte del ahora “héroe nacional”, Luis Company, sofocada en diez horas por el General Domingo Batet. El triste desenlace de esta Segunda república vino marcado por el “triunfo” de una coalición de izquierdas, el Frente Popular, tras unas manipuladas -conviene recordarlo- elecciones generales de Febrero de 1936.

Cinco meses después estalló la Guerra Civil, 1936-39, durante la que se sucedieron tres gobiernos republicanos: uno de dos meses presidido por José Giral fundador con Azaña de Acción Republicana, aunque el poder real estuvo en manos de cientos de comités que se formaron cuando estalló la revolución social española de 1936; otro de ocho meses presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, líder de la Unión General de Trabajadores (UGT) uno de los dos sindicatos que, junto con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) protagonizaron la revolución; y, por último, el presidido dos años escasos por el también socialista Juan Negrín, que en la etapa anterior, como ministro de Hacienda -junto con otro “ilustre” socialista, Indalecio Prieto-, había dado buena cuenta del oro del Banco de España, y que gobernó hasta principios de marzo de 1939, cuando se produjo el golpe de estado del coronel Casado que puso fin a la resistencia republicana, dando paso a la victoria final del general Francisco Franco.

Este largo y sin duda “fructífero periodo democrático” de ocho largos años dio paso a la Dictadura franquista que se extendió hasta Noviembre de 1975, cuando el “dictador” murió en la cama. Yo divido esta etapa en tres fases: Una primera, 1939/59, que pudo ser en su primera década una Dictadura Totalitaria, que por fortuna no viví y sin duda debió ser muy dura en todos los sentidos y que sirvió para tratar de poner los cimientos de reconstrucción, no sólo material, de la España destruida material y socialmente por la Guerra y los largos años republicanos. Lo que recuerdo de la segunda fueron las bases de mi educación personal y mi formación básica. Siguió después una Dictadura Autoritaria, 1959/68, en la que hice el Bachillerato, Preu y empecé la Universidad y que tras el Plan de Estabilización supuso el comienzo de la industrialización en España, y fui testigo de los logros conseguidos en todos los órdenes, que no voy a enumerar, pero resumo con la posición que alcanzó España en el mundo desarrollado -la Nación de mayor crecimiento después de Japón y el octavo puesto entre los países industrializados-. Y terminó, para seguir con la terminología, ya que no había elecciones todavía, con una última fase de Dictadura Light, 1969/75, que tengo muy presente porque en ella terminé mi etapa universitaria y desde 1972 inicié mi actividad profesional y, poco después, la familiar. Una época en la que si he de destacar algo era que se podía hacer cualquier cosa con libertad, con la única excepción de hacer apología del comunismo -entonces eran cuatro y el del tambor-, que maldita la falta que hacía, dicho sea de paso. Fue una época en la que se podía hacer prácticamente de todo y en la que imperaba el orden, el respeto, se valoraba el esfuerzo y el mérito, la familia tradicional, la vida, etc. Es decir esos valores que ahora se echan de menos.

Vino después un inicio de diálogo y “apertura” política culminada con la legalización con “festividad y sorpresa”  del Partido Comunista, complemento de una Etapa de “Generosa Transición, 1975-78, en la que un lado de la mesa quería de verdad olvidar los tiempos pasados y el otro – nacionalistas de izquierda y derecha fundamentalmente- dejar abierta la puerta para conseguir con el tiempo los objetivos que tuvieron que abandonar en 1936.

Así, tras la aprobación por referéndum en Diciembre de 1978 de la actual Constitución Española, supuestamente “de consenso”, se “consolidaba” la ansiada Democracia. Pero, desgraciadamente, a mi juicio, se dejó demasiado abierta y ambigua en algunos términos, además de partir de una distribución territorial bastante absurda, creándose varias comunidades uniprovinciales de pocas o nulas raíces históricas o características de verdad diferenciadoras, algunas de ellas,  y creo que ese buen intento se limitó, visto lo visto, al corto periodo de tiempo entre 1978 y 1982, tras el que se da pasó, bajo el paraguas de la “Democracia” -el menos malo de los sistemas políticos, decía de ella el Premier inglés, Winston Churchill– a un crecimiento lento pero seguro de otra clase de “dictadura” del voto, pervertida en origen por una Ley Electoral más que censurable, cuando no viciada por pactos postelectorales que nada tenían que ver con la voluntad del electorado, representado en teoría por Congreso y Senado.

Resumiendo mucho y sin entrar en detalle, porque sería larguísima la argumentación y la simple enumeración de datos, divido los últimos cuarenta años en un primer periodo de trece años de Democracia  Dictatorial, con dos mayorías absolutas del PSOE, 1982 y 1986 (el que se mueva no sale en la foto y Montesquieu ha muerto), en las que se cambió casi todo, legislación -con particular importancia educación y control del gasto-; competencias -transferencias dudosamente especificadas en la Constitución, que cada reyezuelo interpretó a su gusto con la permisividad del Gobierno-, etc., seguidas de una tercera a falta de un escaño en 1989, y una cuarta, 1993, en las que poco a poco empezaron a ser protagonistas los partidos nacionalistas gracias a que la Ley Electoral les concedía una injusta sobrerrepresentación. Durante ese tiempo empezó el igualitarismo, siempre por abajo, la “incontinencia universitaria” con pérdida de la meritocracia de etapas anteriores y comenzaron a aparecer numerosos casos de corrupción –Guardia Civil, BOE, Cruz Roja…- y una fuerte crisis económica que provocaron el cambio de partido en el Gobierno.

Llegó entonces el Partido Popular que ganó por mayoría simple y volvió a ponerse en manos del insaciable nacionalismo catalán -recuérdense los famosos Pactos del Majestic, en los que José Mª Aznar se puso en manos de Puyol y, en mi opinión -tal vez no consciente del todo-, antepuso con ello poder a Unidad de España -sé que es mucho más complejo el asunto, pero ahí lo dejo- empezando un periodo de Democracia Dependiente, 1996-2000, en el que la “dictadura” venía impuesta por Convergencia y Unión, que seguía avanzando en sus históricos objetivos.

Una buena gestión económica, tras la ruina socialista heredada, y una sensible mejora en la política internacional dio al Partido Popular una holgada mayoría absoluta en el 2000, con la que vivimos un periodo de plácido periodo de Estado del Bienestar, Democracia Complaciente, en el que no se abordaron los verdaderos problemas que se venían apoderando de España en el ámbito social, educacional y administrativo. Siguió permitiéndose el aumento competencial  y funcionarial de las autonomías, que se iban convirtiendo en miniestados cada vez más ansiosos de autogobierno, acompañado de un incremento de gasto claramente insostenible, con un Aznar cada vez más encantado de haberse conocido y, según vemos en estos últimos años, con signos más que evidentes e insospechados en el partido  “conservador” de la existencia de ciertas tramas de corrupción con no pocos personajes políticos de su época involucrados.

La pertinaz incapacidad de estar en la oposición y el ansia de poder del PSOE hicieron que, desde muy pronto en este periodo, empezara a agitar a las masas cada día más aborregadas -caso Prestige, por ejemplo- tratando de ganar en la calle lo que le negaban las urnas -nada nuevo en este partido y en la izquierda en general- y un “oportuno” atentado terrorista en los alrededores de Madrid y la Estación de Atocha el 11 de Marzo de 2004, tres días antes de las elecciones generales convocadas para el domingo siguiente, día 14, debidamente manipulado -ruptura de la jornada de reflexión y acoso de la sede del PP, entre otras irregularidades- y demasiado “bien” utilizado como para pensar que fuera improvisado, se convirtió en un más que aparente “Golpe de Estado” -hipótesis avalada por el cierre en falso del juicio y una “versión oficial” que deja serias dudas- que provocó un inesperado cambio electoral y la vuelta del PSOE con un atrabiliario y casi desconocido líder, José Luis Rodríguez, surgido de las luchas internas en el congreso socialista de cuatro años antes.

Llegamos así a una nueva etapa de Democracia Dependiente, en este caso la “dictadura” la imponían  socios de ambos lados, tan insaciables en sus deseos nacionalistas como peligrosos algunos en sus modos, que se tradujo en una etapa de degeneración política en la que sus principales características fueron: igualitarismo extremo disfrazado de igualdad, cuotas feministas, políticas de “género” -mejor llamadas de sexo-, cesiones ante ETA, aumento desenfrenado del gasto público para contentar a sus socios y reyezuelos autonómicos -los suyos-, aumento de casos de corrupción -del Rey abajo, casi todos, parafraseando al revés la obra de Francisco de Rojas. Urdangarín, ERE, etc.-. En definitiva, el “reino de la mediocridad” que, contra todo pronóstico, continuó empeorando tres años y medio más tras la nueva victoria de ZParo en 2008 -¿fue un error no haber aprovechado entonces para empezar la necesaria regeneración del PP que tanto se ha lamentado después? Eso, y no otra cosa, distingue a un estadista de un político cortoplacista, creo yo-. Lo cierto es que la enorme inestabilidad, la amenaza de intervención por la Comunidad Europea, los movimientos callejeros organizados por un populismo incipiente camuflado de “descontento” al principio -15 M-, etc. produjeron un gran hartazgo del pueblo español que hizo que hubiera que adelantar la fecha electoral al 20-N-2011 y el PP de Mariano Rajoy obtuvo una importante mayoría absoluta y pese a contar con el mayor poder que ha tenido un político en estas cuatro décadas, Congreso, Senado, trece de diecisiete autonomías y más de treinta ayuntamientos de las principales ciudades, pronto se empezó a ver el descontento en buena parte de sus casi once millones de votantes al centrar su gestión en la lamentable situación de crisis económica y exterior heredadas -lo mismo que hiciera Aznar en 1996- sin abordar las otras crisis mucho más serias que la acompañaban, moral, social y, sobre todo, educacional, que a mi juicio es la causante de las demás, aparte de la creciente deriva separatista a la que no cortó en su desafío del 9N de 2014 y tras agotar su primer mandato recibió un duro golpe en Diciembre de 2015 y, lo que es peor, el descontento del electorado y el populismo y oportunismo crecientes dieron entrada en la escena política a dos nuevos partidos que aprovecharon el descrédito del bipartidismo consiguiendo una importante representación en el Congreso, conformando un hemiciclo -“hemicirco” desde entonces- difícilmente gobernable, que tras seis meses de interregno y parálisis con dos intentos de pactos entre los que “nunca pactarían”, supusieron una repetición de elecciones a los seis meses, en las que el PP mejoró los resultados -y el PSOE se hundió un poco más-, pero con una mayoría relativa insuficiente frente a una mayoría de izquierdas, populista y nacionalista que presagiaban un final abrupto en cualquier momento y esa nueva Democracia Dependiente que ya vimos hace poco más de un mes lo que originó tras la unión de una mezcla teóricamente inmiscible que sólo tenía un objetivo común, expulsar del Gobierno al Partido Popular -no a Mariano Rajoy, que fue el pretexto-.

En definitiva y desde mi modesto punto de vista de administrado, empleado por cuenta ajena (técnico y directivo), profesional libre, padre de familia numerosa  y estudioso y observador de los periodos citados, puedo concluir diciendo que, desde que soy consciente, hemos pasado de un periodo de Dictadura autoritaria/light a un intento de democracia constitucional que tras cuarenta años de cesiones y “diálogo” nos ha llevado a otro de pseudodemocracia con visos de “dictadura” ejercida por  los dos grandes partidos nacionales (PP y PSOE) dependientes casi siempre de los dos mayores partidos nacionalistas (CiU -ahora PdeCat- y PNV), que ahora comparten presión con el populismo comunista -Podemos- y el nacionalismo de izquierdas -ERC, Compromís y BILDU-, en un futuro a corto plazo incierto, si no trágico.

Mis disculpas por haberme extendido un poco más de la cuenta.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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