Con una estupenda entrada, más de tres cuartos en una plaza monumental como es Pamplona y una temperatura agradable que fue variando a fresca hacia el final, se celebró en primer festejo del ciclo. Mucha gente joven en los tendidos.
Se lidiaron seis novillos del hierro lodosano Pincha de José Antonio Baigorri.
Dieron juego salvo dos mansos de libro. Aunque había pocas diferencias de romana sí de hechuras, con un segundo que era un tío, enmorrillado y de potente culata.
Molestó un poco el aire en los compases iniciales del primero. Cadaval, sin redondear faena, le sacó naturales muy templados, aunque de uno en uno perdiéndole pasos. El novillo embestía a la velocidad de las reses americanas, es decir, casi andando, y su contrario lo toreo con temple, sin cuajar en conjunto. Vuelta. Con su segundo, parecido, pero el público ya estaba más caliente y llevó trofeo.
Toñete y De Manuel estuvieron en novilleros. Querían triunfar a toda costa. Toñete, que comparecía después de un percance hace una semana, en sus dos faenas comenzó algo dubitativo y despegado, para ir de menos a más. Cortó un apéndice a su primero y acariciaba otro de su segundo cuando el descabelló le estropeó la puerta grande. Aviso.
De Manuel sorteó lo descastado; los que solo pensaba en toriles. Llegó al sexto sin tocar pelo y, aunque la materia prima no valía un pimiento, del piquillo en este caso, se empeñó en arrancare premio. En banderillas el toro no se empleó y le esperaba. No se arredró el espada, y donde otros mandan a los subalternos, se las puso. No contento, lo que es la raza, aún le clavó un cuarto. Luego hizo lo que se podía con el marmolillo que le había caído en desgracia. Mató bien y merecía una oreja por estar tan por encima del animal. La euforia y el cariño le regalaron la salida a hombros.
Además de brindar al público los tres coletas, que siempre ayuda a unos pelillos auriculares, Toñete brindó a al matador, apoderado y doblador cirbonero Sergio Sánchez. Como todo el mundo sabe, el padre de Toñete es el corellano Antonio Catalán. Y De Manuel lo hizo a Pedro Gutiérrez Moya «Niño de la Capea» que nos visitó con su mujer, la también ganadera Carmen Lorenzo. Mañana se lidia uno de sus hierros de sangre murubeña. El maestro salmantino manifestó a este que suscribe «la confianza en que sus niños en la de rejones se portasen bien» (sic).
En el callejón, los padres de Catalán y Cadaval, Antonio, el empresario hotelero navarro, y César, el humorista y compositor sevillano que atrajeron la atención mediática. También por la plaza Arévalo.
La gente se lo pasó bien.