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España bien vale un sacrificio, señor Rajoy

Se atribuye a Enrique de Borbón, que reinó como Enrique IV de Francia -lo era entonces también, III de la baja Navarra francesa)-, la conocida frase “París bien vale una Misa”, aunque puede que la dijera alguien de su entorno, en referencia a la abjuración que hiciera el Monarca francés de su hasta entonces religión materna, la protestante, y abrazar el catolicismo en el que fuera bautizado al nacer, requisito ineludible para alcanzar el reinado del país vecino, cosa que no dudó en hacer el Borbón ante semejante reto -un “cambio de chaqueta” en toda regla, que diríamos hoy-. ¿Qué Borbón no renunciaría a sus principios por tan alta recompensa? Algunos dirán que Don Juan, el Conde de Barcelona, lo hizo. Cierto, pero hubo poderosísimas y bien “valoradas” razones para su renuncia. Pero no es este el objeto de mi artículo y la pregunta podría valer para no pocas “casas” o, lo que ahora tenemos, partidos políticos. Todo “por el bien” del pueblo representado, justificarán.

La frase sigue de absoluta actualidad, aunque su significado -“el fin justifica los medios”, podríamos traducir- parece no haberles servido de nada a algunos de nuestros gobernantes, que “abjuraron” de sus principios teóricos para ganar el “favor” de sus administrados, en especial de los contrarios y enemigos -que nunca los votarán-, después de dejar en la estacada a los propios votantes.

Como bien dijera Lord Byron, “La consecuencia de no pertenecer a ningún partido político será que los molestaré a todos”, y vamos a ello, porque hoy toca, de nuevo, refrescar la memoria a don Mariano Rajoy para recordarle una vez más que todavía está a tiempo de enderezar un rumbo que parece estar cuando menos tambaleante, si no ir hacia un encallamiento fatal, a poca distancia de una costa que, de hacer un giro brusco de timón, salvaría sin duda para llegar al puerto que sin duda nos gustaría a los que le dimos nuestro voto en 2011 y, pese al descontento que nos produjo no ver las reformas definitivas que esperábamos en su primer mandato, volvimos a hacerlo en 2015 y 2016. Estoy seguro de que sería posible, pese a las encuestas e intereses de oposición y prensa, contraria o resentida, que las dos -aunque por distintas razones- están haciendo el mismo juego a los que desde hace casi siete años sólo tienen por objetivo desbancar del poder al Partido Popular -no sólo a Rajoy, como algunos dicen para justificar el fondo-, en lo que yo vengo llamando “un 11-M incruento, de momento”, a lo que está ayudando no poco la propia inacción en algunos temas que esperábamos muchos que se resolverían con la llegada del PP pero que más bien han parecido el seguimiento de determinadas políticas socialistas de la etapa zapaterina, de triste recuerdo, no sólo en lo económico.

Antes de que llegara al Gobierno -Febrero de 2011-, ya le reclamaba desde mi perfil de Facebook al entonces aspirante -incluso se lo di en mano en VEO 7- que había que presentar un programa claro, y también se publicó, años después de comprobar que no existía -Marzo de 2015-, en el Blog cordobés donde empecé a hacer mis pinitos publicando mis reflexiones como analista -perdón por la autocita-.

Ese programa que muchos españoles estábamos esperando tras la etapa del Atila leonés que había arrasado la hierba, y hasta el suelo vegetal que pudiera permitir ese rebrote, que sólo él y su nefasta ministra de Economía y Vicepresidente después, Elena Salgado, anunciaban cuando España se hundía económicamente -por segunda vez lo había conseguido Pedro Solbes-, después del moral y educativo iniciado en 2004, una de las “lagunas” que siguen pendientes de salvar.

Afortunadamente, en mi opinión y pese a la -como decía- más que cuestionable actuación -o, mejor dicho, inacción- del Gobierno del Partido Popular desde 2011/12 en muchas de las cuestiones que España necesitaba con urgencia -autonomías, Educación, Sanidad, Justicia, Seguridad…-, no cabe duda de que la base de este partido es, con diferencia, la más consistente y de más sólido fondo sociocultural en el panorama político español. La prueba es que a pesar de la que ha caído en las últimas semanas, sobre todo en Madrid y Valencia, con casos vergonzosos de corrupción moral y económica de no pocos personajes significativos de este partido, una encuesta realizada en plena cresta de desprestigio tras los dos episodios de Cristina Cifuentes -Máster de todo a cien y “distracción” (cleptómana o no) de un par de cosméticos en su bolso-, dos encuestas de medios supuestamente afines -ABC (ahora no tanto) y La Razón-realizadas para Madrid por GAD 3 y NC Report, respectivamente, arrojan una victoria de Ciudadanos, al que le dan 39 y 38 diputados -27’6% y 25’4%- y pronostican un “batacazo” para el PP, que obtendría 36 diputados en ambas, frente a los 48 que tiene ahora -25’3% y 23’9% de porcentaje de voto para cada agencia de datos-, que lo sitúan en el tercer y segundo lugar de intención de voto, dándole ABC el segundo puesto al PSOE, con el mismo número de diputados, 36, pero con un 25’5% de sufragio, frente a 31 y 20’9% para la agencia que trabaja para Francisco Marhuenda -siempre más generosa-. Es decir, en ambos casos, una diferencia de DOS ESCAÑOS a favor del partido naranja, que se me antoja escaso margen para una formación a la que todos los medios -desde diferente fondo e ideología, unos contrarios (en teoría) y otros desde una inquina sólo justificable desde el resentimiento (que no entro a valorar)- llevan haciéndole la ola desde hace un par de años o más. Eso, sin entrar demasiado en la poca fiabilidad de las encuestas, que responden a la foto fija de un momento, por mucho que sus autores insistan en que la tendencia refleje esos cambios, que yo no tengo tan claros por lo que yo veo en la calle -y me muevo mucho-, dentro del descontento importante con este PP que no implica, en principio, un cambio de opción electoral, llegado el momento.

Dicho lo anterior, vuelvo a lo que desde el título de mi artículo reclamo al Sr. Rajoy desde la siguiente observación: La diferencia entre un político oportunista -y yo creo sinceramente que no lo es- y un hombre de Estado -que, aunque a mi juicio no lo ha demostrado demasiado hasta ahora, no dudo de que está mucho más cerca de serlo que el resto de los “líderes” del arco parlamentario- es tener una visión a medio y largo plazo que incluye el sacrificio a corto por el bien común de sus administrados y del País que dirige, viendo lo que otros no ven, que repercutirá en las futuras generaciones.

Nos hemos cansado de escuchar, incluso dicho por él mismo en alguna ocasión, que si algo calificaba al Presidente del Gobierno era su “previsibilidad”. Yo mismo, ante mi perplejidad por lo poco que la demostraba, le hice un recordatorio cuando llevaba poco más de un año de Gobierno y volví a enviarle en el interregno de las dos últimas elecciones generales -Febrero de 2016- para pedirle que la recuperara, pero que no tuvo mucho éxito, obviamente. De nuevo, pido perdón por la autocita: .

No lo dude, Sr. Rajoy, lidera usted un partido que representaba y sigue representando en sus bases lo mejor de la sociedad española, que está empezando a dar señales de hastío ante tanto escándalo por parte de algunos de los suyos y la falta de respuesta ágil y enérgica que España necesita desde hace años, cuyo resultado puede ser el peligroso “divide y vencerás” que muchos están aprovechando y tan nefastos resultados ha dado a lo largo de nuestra Historia. Una gran mayoría de sus potenciales votantes seríamos recuperables con media docena de actuaciones claras -aplicación del Art. 155 en Cataluña, como Dios manda, recuperar la Educación y la Seguridad para el Estado Central, unificar la Justicia y la Sanidad en el mismo ámbito, modificar la Ley Electoral o concretar la postura ante ETA- y poco más. Ya sé que no lo puede hacer ahora dado el difícil equilibrio parlamentario que no haberlo hecho ha producido, desperdiciando una mayoría absoluta que se lo hubiera permitido como muchos esperábamos, pero estoy seguro de que con algunos hechos claros y la promesa firme de hacerlo si recupera la confianza de los españoles, el resultado de las próximas elecciones de 2020 le sorprenderían incluso a usted mismo. Se lo digo en una fecha -ayer para los lectores- demostrativa del carácter del pueblo español cuando se le necesita, recuperando la frase que hace doscientos diez años dijera el entonces Alcalde de Móstoles aquel 2 de Mayo de 1808: La Patria está en peligro…  Españoles, acudid a salvarla. Hágala suya y verá el resultado.

Me despido con otra frase -dedicada al Cid Campeador– que también define a la mayor parte de nuestro pueblo, porque otra se encuentra bastante perdida y manipulada por los que siempre fueron enemigos de España, que aprovecharon el desbarajuste de las últimas décadas para extender su “doctrina”: “¡Dios, qué buen vasallo si tuviera buen señor!”. Sea usted “buen Señor”, lo que yo celebraría, y si no está dispuesto a serlo haga el sacrificio de retirarse y permitir que otra persona de su partido pueda hacer esa tarea, que no tengo duda de que existe. España, y muchos españoles, se lo agradeceríamos con un merecido homenaje en Galicia o en Santa Pola.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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1 Comentario

  1. José F. Feijóo Carrasco.

    Buen artículo sola la situación del PP actual. No obstante sigo pensando que si el Sr. Rajoy acometiese la política que el articulista menciona, cuando el PP tenía mayoría absoluta, no cabe duda que la oposición en manada se hubiera echado sobre el. Téngase en cuenta que aún no habiéndolo hecho, la oposición, tanto en el Parlamento como fuera de el, le achacan su absolutismo cuando la tenía. El Partido VOX, precisamente, cuando aún no lo era, le tachaba, digamos de blandengue en ese aspecto, razón por la que fundó dicho partido; dígaseme, ¿Cuantos votos saca en las sucesivas elecciones?
    Efectivamente, el PP está perdiendo bastantes votos y escaños, pero el PS no despega a pesar de que tanto prensa afín, como el propio Partido, hacen ver que la corrupción solo está del lado del PP. No cabe duda que la corrupción, así tratada, ha hecho un daño terrible al PP; tanto es así que se ha tratado el caso Cifuentes como el mayor caso de fraude de la democracia y ha tenido más tratamiento mediático, que el propio caso de los ERE. Está visto que todo es del color del cristal con que se mire y de quien nos facilite dicho cristal.
    Por otra parte; buen artículo, como nos tiene acostumbrados D. Antonio.

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