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Accidente minero en Francia: 1099 muertos

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un 10 de marzo de 1906, en el norte de Francia, fallecían 1099 obreros, muchos de ellos niños en una catástrofe minera.

Fue una explosión causada por la ignición de polvo de carbón cuya causa no fue conocida, y que devastó totalmente la mina. El nombre derivó de la compañía que operaba la mina se llamara Compagnie des mines de houille de Courrières (Compañía de minas de hulla de Courrières) -fundada en 1852- localizada entre los pueblos de Mericourt (404 muertos), Sallaumines (304 muertos), Billy- Montigny (114 muertos) y Noyelles- sous- Lens (102 muertos). La mina se encontraba a unos 220 km de París.

La mina era conocida por sus importantes yacimientos de hulla, situados a una profundidad de entre 326 y 340 metros.

A las 6;34 de la mañana, una gran explosión -extremadamente violenta- se producía. Una “jaula” del elevador subterráneo del túnel 3 salió proyectada por los aires, dañando las obras de bocamina. Una jaula del túnel 4 era extraída conteniendo sólo muertos y heridos.

El incendio que se desató los días precedentes pudo haber sido la causa directa de la explosión.

El accidente dio una cifra oficial de 1.099 víctimas, de los cerca de 1.800 mineros que se encontraban ahí aquel día, pero el número real fue probablemente superior en razón de la presencia de trabajadores «irregulares», cuyas muertes no fueron imputadas a este accidente. La mayor parte de los obreros morirían asfixiados o quemados por las ráfagas ardientes de gas tóxico. Solamente 576 mineros consiguieron escapar de la catástrofe. Al informe debe añadirse la muerte de al menos 16 personas que intervinieron en las labores de rescate bajo precarias condiciones de higiene y seguridad.

La polémica quiso que el gran número de víctimas se debiese en gran parte a la obstinación de la compañía minera, que continuó las labores de explotación aun cuando al fondo un incendio no había sido apagado todavía, y a que los humos y gas tóxico aún ocupaban las galerías. Tal vez el número de muertos habría sido menor si las búsquedas no se hubiesen detenido al tercer día de ocurrido el incidente y si una parte de la mina no hubiese sido tapiada con un muro, para sofocar el incendio y preservar el yacimiento. La gestión de la crisis por parte de la compañía fue particularmente sufrida por los mineros y por sus familias. La compañía fue acusada de haber ignorado la seguridad de los mineros, a costa de proteger la infraestructura, en particular al tomar la decisión de amurallar las galerías y de invertir el flujo de ventilación de aire para extraer el humo y sofocar el incendio en lugar de ayudar facilitando el trabajo de los rescatistas enviándoles aire fresco. Además, los tres primeros días, los cuerpos extraídos de la mina no fueron presentados a sus familias para ser identificados. Cuando fue posible no se abrió más que un solo día: las familias debían así pasar un día delante de los mil cuerpos para identificar a su familiar. Ningún responsable de la mina, ni funcionario alguno, dio información a los familiares.

El 30 de marzo, veinte días después de la explosión, trece supervivientes, lograban por medios propios salir a la superficie, después de haber vagado kilómetros, dentro de la oscuridad total, comiendo lo que encontraban -comida de los mineros- y sacrificando a un caballo. Un decimocuarto superviviente fue hallado el 4 de abril, gracias a la ayuda de un equipo de socorristas portugueses que se ofrecieron espontáneamente para ayudar y portaban los aparatos respiradores que hacían falta a las compañías mineras locales.

«El último sobreviviente de los 14 «rescapés» se llamaba Honoré Couplet y falleció en 1977, a la edad de 91 años. De entre los supervivientes, dos de ellos continuaron trabajando en la mina por espacio de 42 y 45 años, ya que era su único modo de subsistencia».

La conmoción que siguió a la polémica sobre la gestión del auxilio fue el origen de un gran movimiento de huelga. El 13 de marzo, tras las exequias de las primeras víctimas, en la fosa común de Billy-Montigny, bajo una tormenta de nieve, en presencia de 15.000 personas, el director de la compañía fue recibido con abucheos y gritos de «¡asesino!» y tuvo que marcharse rápidamente. La multitud gritó «¡Viva la revolución! ¡viva la huelga!». Al día siguiente, los mineros rehusaron regresar al fondo de la mina. Los sindicatos convocaron a una huelga. El movimiento se extendió a todos los sitios mineros de Francia e incluso a Borinage (Bélgica). El 16 de marzo, 25.000 obreros se declararon en huelga, cifra que ascendió a 60.000. Frente a los mineros encolerizados, George Clemenceau, entonces ministro del interior y posteriormente Primer ministro de Francia, con 30.000 soldados. Hubo numerosas detenciones.

A día de hoy una gran necrópolis abriga dentro de una fosa común los cuerpos de 272 mineros no identificados. En ocasión del centésimo aniversario de la catástrofe de 1906, la Comunidad de Lens-Levin organizó una travesía denominada «parcours des rescapés» entre la necrópolis y el emplazamiento del antiguo pozo 2 de Billy-Montigny, en donde 13 sobrevivientes lograron escapar a la muerte.

Tal día como ayer anterior Los “Sucesos de Vitoria”

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