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En los medios de comunicación no es infrecuente encontrar frases en las que esos dos términos se usan como opuestos: «Afirma que no es machista ni feminista, sino que busca el equilibrio».
Según el Diccionario académico, feminismo es el ‘principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre’ y el ‘movimiento que lucha por la realización’ de esa igualdad.
Por su parte, la misma obra define machismo como ‘actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres’ y ‘forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón’.
Como puede apreciarse en las definiciones, no se trata de dos términos equiparables, ya que, mientras que el feminismo es la búsqueda de la igualdad entre sexos, el machismo supone una preponderancia del varón.
Para cubrir ese hueco semántico, el de una palabra que aluda a una defensa de la superioridad de la mujer sobre el varón, se emplea en ocasiones el término hembrismo. Se trata de una voz correctamente formada y que se emplea en ocasiones como par lingüístico de machismo.
Sin embargo, mientras que machismo designa tanto una actitud como una estructura social históricamente asentada, el hembrismo no se define como un sistema con existencia real, sino meramente como la actitud particular de algunas personas que abogan por la prevalencia de las mujeres sobre los hombres.
No obstante, muchos colectivos rechazan el término, pues entienden que se emplea de forma peyorativa para atacar los postulados feministas y que designa una realidad que no existe.
Conviene subrayar que la voz hembrismo, que está adquiriendo ese significado en los últimos tiempos, tiene otro menos usual y restringido a los campos de la psicología y la sociología. En concreto, algunos especialistas emplean esa voz para aludir a una exagerada actitud de sumisión, pasividad y resignación frente al hombre.