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La colaboración entre Gobierno y autonomías cruza la galaxia

Debajo de la Montaña del Tobazo, en Canfranc (Huesca), hay un laboratorio de 1.250 metros cuadrados en el que se investiga el Universo, y en las islas de La Palma y Tenerife potentes telescopios intentan entenderlo. La colaboración entre administraciones puede traspasar los confines de la galaxia.

Porque tanto el laboratorio subterráneo situado en Aragón como los observatorios astronómicos ubicados en Canarias son dos de las 29 Infraestructuras Científicas y Técnicas Singulares (ICTS) que hay en España (éstas agrupan 59 servicios divididos, a su vez, en ocho áreas, desde la astrofísica a las ciencias del mar).

En la financiación de cada una de ellas intervienen la administración general del Estado y la correspondiente administración autonómica. No son cifras testimoniales.

INFRAESTRUCTURAS ÚNICAS: COSTE ELEVADO

Según la definición que aparece en la web de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, dependiente del Ministerio de Economía, las ICTS se definen como aquellas instalaciones «necesarias» para investigaciones «de vanguardia y máxima calidad», «únicas o excepcionales en su genero» y «con un coste de inversión, mantenimiento y operación muy elevado».

Bastan dos pinceladas para calibrar la definición.

Primera: el laboratorio subterráneo de Canfranc es el segundo más grande de Europa.

Segunda: el Sincrotón ALBA, un avanzadísimo acelerador de electrones en Cardanyola del Vallès (Barcelona), está considerada la infraestructura singular más importante del suroeste continental.

Las 29 ICTS españolas, incluidas las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, se encuentran distribuidas en un mapa que se gestó en la Conferencia de Presidentes de enero de 2007.

Tal y como explica a Efe el secretario general de Ciencia, Juan María Vázquez, dicho mapa nació debido a «la necesidad de contar con una serie de infraestructuras que acompañaran al desarrollo científico». A finales de este año se completará una nueva actualización.

El organismo responsable de cuidar y ampliar el mapa es el Consejo de Política Científica.

Aquí es donde, indica Vázquez, brilla la coordinación entre las administraciones estatal y autonómicas, y de éstas con expertos de prestigio a escalas nacional e internacional. «El Consejo es un ejemplo de coordinación y cogestión», sostiene el alto cargo, para quien el interés de las comunidades por aumentar su cuota de ICTS es «creciente».

EFECTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

En la ambición por ser la región que acoja tal o cual avance científico hay también una perspectiva económica.

Rafael Rebolo es el director del Instituto Astrofísico de Canarias, del que dependen el Observatorio de Tenerife, el Observatorio de La Palma y la joya de la corona, el Gran Telescopio Canarias, actualmente el telescopio óptico-infrarrojo más grande del mundo gracias a sus 10,4 metros de diámetro.

Señala a Efe que con una inversión anual de más de 30 millones de euros procedentes de los gobiernos central y canario, el Instituto da empleo a unas 500 personas (380 en nómina) y propicia, año tras año, 25 contratos temporales, de los que dos o tres terminan indefinidos.

Asimismo, ha aprovechado el auge del turismo. El dinero que dejan los visitantes por conocer las instalaciones se dirige a organizar posteriores visitas tan beneficiosas o más.

Según precisa Rebolo, 5.000 niños y niñas de la isla de Tenerife fueron al observatorio el año pasado, mientras que en La Palma no hay chico o chica de cuarto de la ESO que no haya visto de cerca los telescopios.

Si no todas, la mayoría de las ICTS organizan y reciben visitas. Al fin y al cabo, en el día a día de los investigadores, en sus hallazgos y esfuerzos, está el interés.

RESOLVER EL MISTERIO DEL UNIVERSO

La colaboración de los gobiernos central y aragonés, más la aportación de la Universidad de Zaragoza, hace posible que a 850 metros de profundidad un grupo de 200 científicos se afanen a diario en descifrar la materia oscura del Universo o el funcionamiento de los neutrinos, esas partículas sin carga eléctrica que atraviesan nuestros cuerpos sin que seamos capaces de saber algo de ellas.

Los experimentos se llevan bajo la montaña porque es así como se crea «el silencio cósmico» necesario para estos trabajos.

Así que bajo tierra, en los Pirineos aragoneses, un grupo de investigadores se esfuerza por descubrir el origen de nuestra existencia.

En cambio, otros 200 investigadores, en Canarias, miran al cielo.

Su objetivo es descubrir si hay vida más allá y su día a día lo forman estrellas que nacen, estrellas que mueren, agujeros negros, supernovas y posibles planetas como el nuestro.

A principios de año los telescopios de La Palma ayudaron a localizar una galaxia con siete planetas con condiciones potenciales similares a las de La Tierra.

La mirada de los científicos en estas infraestructuras puede incluso traspasar el metal.

En el Sincrotón de Cerdanyola del Vallès, financiado por consorcio entre el Gobierno central y la Generalitat de Catalunya, se aceleran los electrones para producir intensísimos haces de luz capaces de atravesar cualquier estructura y visualizar lo que hay dentro, incluso a escala nanométrica. Puede dar servicio a unos 1.000 investigadores.

Su relevancia es incuestionable en muchos ámbitos. Empresas aeronáuticas o médicas innovan gracias al Sincrotón.

MÁS CIENCIA, ¿INVERSIÓN SUFICIENTE?

Las infraestructuras citadas revelan que las relaciones entre los gobiernos central y autonómicos no siempre se dirimen en consejos de política fiscal y financiera, entre porcentajes de déficit y deuda.

Mejorar en la lucha contra el cambio climático, evolucionar en biomedicina o desentrañar los misterios marinos son resultados palpables gracias a estas otras relaciones entre administraciones.

Las ICTS marcan un camino, y de hecho, en pocos meses se sabrá si Canarias acoge un nuevo telescopio de 30 metros, el que sería el más grande del mundo.

El debate de la inversión en ciencia, por tanto, es también el debate sobre el origen de nuestra existencia.

Sobre el mismísimo Universo. EFE

Porque tanto el laboratorio subterráneo situado en Aragón como los observatorios astronómicos ubicados en Canarias son dos de las 29 Infraestructuras Científicas y Técnicas Singulares (ICTS) que hay en España (éstas agrupan 59 servicios divididos, a su vez, en ocho áreas, desde la astrofísica a las ciencias del mar).

En la financiación de cada una de ellas intervienen la administración general del Estado y la correspondiente administración autonómica. No son cifras testimoniales.

INFRAESTRUCTURAS ÚNICAS: COSTE ELEVADO

Según la definición que aparece en la web de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, dependiente del Ministerio de Economía, las ICTS se definen como aquellas instalaciones «necesarias» para investigaciones «de vanguardia y máxima calidad», «únicas o excepcionales en su genero» y «con un coste de inversión, mantenimiento y operación muy elevado».

Bastan dos pinceladas para calibrar la definición.

Primera: el laboratorio subterráneo de Canfranc es el segundo más grande de Europa.

Segunda: el Sincrotón ALBA, un avanzadísimo acelerador de electrones en Cardanyola del Vallès (Barcelona), está considerada la infraestructura singular más importante del suroeste continental.

Las 29 ICTS españolas, incluidas las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, se encuentran distribuidas en un mapa que se gestó en la Conferencia de Presidentes de enero de 2007.

Tal y como explica a Efe el secretario general de Ciencia, Juan María Vázquez, dicho mapa nació debido a «la necesidad de contar con una serie de infraestructuras que acompañaran al desarrollo científico». A finales de este año se completará una nueva actualización.

El organismo responsable de cuidar y ampliar el mapa es el Consejo de Política Científica.

Aquí es donde, indica Vázquez, brilla la coordinación entre las administraciones estatal y autonómicas, y de éstas con expertos de prestigio a escalas nacional e internacional. «El Consejo es un ejemplo de coordinación y cogestión», sostiene el alto cargo, para quien el interés de las comunidades por aumentar su cuota de ICTS es «creciente».

EFECTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

En la ambición por ser la región que acoja tal o cual avance científico hay también una perspectiva económica.

Rafael Rebolo es el director del Instituto Astrofísico de Canarias, del que dependen el Observatorio de Tenerife, el Observatorio de La Palma y la joya de la corona, el Gran Telescopio Canarias, actualmente el telescopio óptico-infrarrojo más grande del mundo gracias a sus 10,4 metros de diámetro.

Señala a Efe que con una inversión anual de más de 30 millones de euros procedentes de los gobiernos central y canario, el Instituto da empleo a unas 500 personas (380 en nómina) y propicia, año tras año, 25 contratos temporales, de los que dos o tres terminan indefinidos.

Asimismo, ha aprovechado el auge del turismo. El dinero que dejan los visitantes por conocer las instalaciones se dirige a organizar posteriores visitas tan beneficiosas o más.

Según precisa Rebolo, 5.000 niños y niñas de la isla de Tenerife fueron al observatorio el año pasado, mientras que en La Palma no hay chico o chica de cuarto de la ESO que no haya visto de cerca los telescopios.

Si no todas, la mayoría de las ICTS organizan y reciben visitas. Al fin y al cabo, en el día a día de los investigadores, en sus hallazgos y esfuerzos, está el interés.

RESOLVER EL MISTERIO DEL UNIVERSO

La colaboración de los gobiernos central y aragonés, más la aportación de la Universidad de Zaragoza, hace posible que a 850 metros de profundidad un grupo de 200 científicos se afanen a diario en descifrar la materia oscura del Universo o el funcionamiento de los neutrinos, esas partículas sin carga eléctrica que atraviesan nuestros cuerpos sin que seamos capaces de saber algo de ellas.

Los experimentos se llevan bajo la montaña porque es así como se crea «el silencio cósmico» necesario para estos trabajos.

Así que bajo tierra, en los Pirineos aragoneses, un grupo de investigadores se esfuerza por descubrir el origen de nuestra existencia.

En cambio, otros 200 investigadores, en Canarias, miran al cielo.

Su objetivo es descubrir si hay vida más allá y su día a día lo forman estrellas que nacen, estrellas que mueren, agujeros negros, supernovas y posibles planetas como el nuestro.

A principios de año los telescopios de La Palma ayudaron a localizar una galaxia con siete planetas con condiciones potenciales similares a las de La Tierra.

La mirada de los científicos en estas infraestructuras puede incluso traspasar el metal.

En el Sincrotón de Cerdanyola del Vallès, financiado por consorcio entre el Gobierno central y la Generalidad de Cataluña, se aceleran los electrones para producir intensísimos haces de luz capaces de atravesar cualquier estructura y visualizar lo que hay dentro, incluso a escala nanométrica. Puede dar servicio a unos 1.000 investigadores.

Su relevancia es incuestionable en muchos ámbitos. Empresas aeronáuticas o médicas innovan gracias al Sincrotón.

MÁS CIENCIA, ¿INVERSIÓN SUFICIENTE?

Las infraestructuras citadas revelan que las relaciones entre los gobiernos central y autonómicos no siempre se dirimen en consejos de política fiscal y financiera, entre porcentajes de déficit y deuda.

Mejorar en la lucha contra el cambio climático, evolucionar en biomedicina o desentrañar los misterios marinos son resultados palpables gracias a estas otras relaciones entre administraciones.

Las ICTS marcan un camino, y de hecho, en pocos meses se sabrá si Canarias acoge un nuevo telescopio de 30 metros, el que sería el más grande del mundo.

El debate de la inversión en ciencia, por tanto, es también el debate sobre el origen de nuestra existencia.

Sobre el mismísimo Universo. EFE

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