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La joven terna luce por encima de la pajuna corrida de Miura que cerró feria

La terna de jóvenes espadas que cerró hoy el abono de las Corridas Generales de Bilbao lució muy por encima de los manejables y pajunos, pero también descastados y flojos, toros de la divisa de Miura, al sexto de los cuales le cortó Román el único trofeo de la tarde y último de la feria.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Miura, de mucho volumen y peso -salvo el segundo, pasaron de los seiscientos kilos- aunque casi todos vareados de carnes. Compusieron un lote de muy medida raza y fuerzas, pero todos resultaron manejables para los toreros, sin mayores complicaciones que la falta de fondo o de celo. El sexto fue el de mayor brío y duración.

Fortes, de negro y plata: pinchazo y estocada baja (ovación); dos pinchazos, estocada baja trasera y descabello (silencio tras aviso). Juan Leal, de azul pálido y oro: media estocada atravesada (vuelta al ruedo tras petición de oreja); pinchazo y estocada tendida (vuelta al ruedo por su cuenta).

Román, de nazareno y oro: pinchazo y estocada trasera desprendida (ovación); estocada (oreja).

Entre las cuadrillas, destacó la de Juan Leal -Juan Carlos García y Marco Leal- en la brega y con las banderillas, tercio éste en el que saludó el segundo.

Noveno y último festejo de abono de las Corridas Generales, con un cuarto escaso de entrada (unas 3.500 personas) en tarde de nubes y claros.

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COMO OTRA CUALQUIERA

De no ser por su leyenda -a veces negra- de siglo y medio de historia, la ganadería de Miura sería una más de las muchas que se anuncian sin gran brillo por los ruedos del mundo.

Desde hace algunas temporadas, los toros de la divisa grana y verde han dejado de ser aquellos terroríficos ejemplares que, por su sentido y poder, hacían temblar las piernas de los toreros con solo escuchar su nombre.

Pero, como va siendo norma de las últimas camadas, en la vacada sevillana ahora predominan animales como los lidiados hoy en Bilbao: con volumen y aparato, que no con cuajo, pero también muy escasos de fuerzas, flojos de remos, encogidos de riñones y con un comportamiento soso y descastado, manejable en ocasiones, cuando no venido a menos y sin apenas fondo ni duración.

Así fue el encierro que cerró las Corridas Generales de Bilbao, con el que, sin apuros aparentes, brilló muy por encima una terna de jóvenes espadas sin experiencia con la divisa, pues sólo uno de ellos, el malagueño Fortes, se había enfrentado antes a las reses de la finca Zahariche y en una única ocasión.

Fue precisamente Fortes, quien sabe si por ello, el que cuajó los muletazos de mayor pureza y temple de la tarde, logrados con el que abrió plaza, un cinqueño de medias arrancadas al que, como si fuera bueno, toreó con enorme asiento y una prodigiosa sutileza en el cite y en el trazo de los pases.

Desafortunadamente, ni el toro le duró lo suficiente para redondear, pues se quiso rajar al final de la faena a pesar de tan buen trato, ni el torero consiguió matarlo al primer intento, perdiendo así una bien ganada oreja.

Idéntica fórmula empleó Fortes con el cuarto, el ejemplar de mejores hechuras de la corrida pero también el más vacío de raza de los seis, y ante el que hizo otro alarde de pausa, paciencia y buena técnica, pero sin que el animal lo agradeciera.

La única oreja que se concedió en el cierre del abono bilbaíno fue la que paseó Román del sexto, un torancón cárdeno de 657 kilos, nada menos, que tuvo como virtud la nobleza y la obediencia, a pesar de que se empleó poco tras los engaños.

Menos técnicas y templadas fueron las faenas de Juan Leal, que tiró por la via del efectismo en una actuación enfocada a lo espectacular y populista, a pesar de encontrarse ante una corrida de Miura que, en principio, no parece la más adecuada para tal planteamiento.

Fue ese animoso desparpajo del torero francés lo que más valoró el poco público que acudió a la plaza, cuya mayoría se quedó más con los pases cambiados con que abrió la faena a su primero que con el atropellado desarrollo de la misma, en la que resultó incluso aparatosamente volteado pero sin mayores consecuencias.

Después de que el toro acusara ciertos desajustes -buscó muy marcadamente con la muleta el ojo contrario- Leal recurrió al clásico arrimón en la distancia corta, también con más voluntad que resultados, solo que con ganas y empeño suficiente como para dar una aplaudida vuelta al ruedo tras la generosa petición de una oreja.

También paseó el anillo el joven francés -aunque ahora por su cuenta y riesgo- después de otro ajetreado trasteo al quinto, abierto en los medios con las dos rodillas en tierra y continuado con abundantes enganchones que mermaron aún más el escaso celo de flacón y descastado «miura». Como si fuera un toro más de otra ganadería cualquiera.EFE

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