«La bella Helena», encarnada por una pícara y divertida Gisela, no ha pasado desapercibida esta noche para el público de Mérida que, al igual que el príncipe troyano Paris, ha sucumbido a sus encantos en una desternillante e irónica adaptación de la opereta francesa de Jacques Offenbach.
El estreno absoluto de la versión de esta obra, considerada el germen de la comedia musical, rompe con el drama y la tragedia de los montajes que le han precedido en la 63 edición del Festival de Mérida.