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Bob Woodward subraya que el periodista dispone de la verdad frente al poder

El periodista Bob Woodward ofreció hoy en Madrid una magistral lección de periodismo, a la altura de su leyenda, y afirmó que frente a todo el poder que puede tener la Presidencia de Estados Unidos los reporteros disponen de la verdad.

Woodward, inmortalizado por el cine en «Todos los hombres del presidente» por Robert Redford, junto a su compañero Karl Bernstein, encarnado por Dustin Hoffman, intervino en el Management & Bussiness Summit de AtresMedia, donde centró su conferencia en su conocimiento del ejercicio del poder en Washington y su experiencia periodística.

Quien fuera uno de los principales artífices de la investigación del Watergate, que acabó con la presidencia de Richard Nixon, despertó un inusitado interés en un Madrid donde los partidos políticos medían fuerzas en el Congreso, como tuvo ocasión de comprobar el veterano periodista.

En conversación con Efe, tras su ponencia, explicó que su mejor consejo para los periodistas, noveles y no tanto, para afrontar el reto de la Presidencia de Donald Trump es «seguir escarbando, ir a Moscú, dar nombres rusos, encontrar a alguien que esté al final del otro dentro. No podemos estar esperando a las investigaciones estadounidenses, queremos informar de modo original».

«Eso es duro, pero el periodismo puede ser duro», recordó.

El veterano reportero, al comparar las figuras presidenciales de Nixon y Trump, cuyo futuro político es cuestionado por sus presuntas relaciones ilícitas con el Gobierno de Vladimir Putin para ganar las presidenciales de 2016, señaló que «lo de Nixon no fueron sólo errores, fueron violaciones de las leyes, todo el tiempo».

Woodward citó al defenestrado mandatario cuando dijo al renunciar: «acordaros siempre, algunos pueden odiaros pero aquellos que os odian no ganan a menos que les odies y entonces les destruyas».

Para el laureado reportero de The Washington Post, en el que lleva casi 45 años, «el odio fue la destrucción de Nixon y en ese momento -delante de todos su colaboradores en el ala oeste de la Casablanca- él lo reconoció».

Puntualizó que el escándalo de Rusia y sus denunciadas interferencias electorales «no necesariamente tienen que constituir delito. Lo que hicieron por orden de Vladimir Putin es tratar de interferir en las elecciones de Estados Unidos. Es una clásica operación de espionaje».

Recordó que su propio país lo hace y mencionó como ejemplos «las elecciones de Irán en los cincuenta».

Matizó que sí sería delito si hubiera estadounidenses involucrados y podrían «ser detenidos y acusados».

Aunque admitió que «podría verse distinto en seis meses o un año, es una operación de inteligencia rusa».

Sobre los presidentes que ha tratado a lo largo de su carrera, mencionó a «Gerald Ford como el más honesto, aunque eso fue 25 años después de haber abandonado la presidencia».

Consideró a Bill «Clinton fascinante, entrevisté durante decenas de horas a George W. Bush para escribir tres de los cuatro libros sobre él y tiene una honradez y franqueza que aprecié mucho».

Preguntado por las medidas de seguridad que los periodistas precisan hoy para salvaguardar las fuentes, como durante tantos años lograron él y su colega Bernstein con la famosa «garganta profunda», admitió que ahora «es muy difícil».

Fue el propio subdirector del FBI Mark Felt, que reveló en 2005 que era él la fuente más escurridiza del periodismo estadounidense.

Uno de los periodistas más influyentes y con mejores contactos en la capital estadounidense de las últimos cinco décadas reconoció que con las actuales tecnologías no está seguro si «aún existe la privacidad».

Añadió con gesto extrañado que «la gente aún sigue actuando como si todavía existiese» (esa privacidad).

Para concluir la magistral lección, el mítico reportero contestó con inusitada sencillez a la pregunta de la inmediatez en el periodismo que «sólo necesitas pensar cuál es la cuestión más importante que quiero responder».

«Llevará tiempo y necesitarás convencer a tus jefes para que te den ese tiempo», explicó con aplomo sin levantar el tono.

Pero remató, desde la privilegiada atalaya que dan los éxitos y la veteranía: «sé insistente, no les dejes que te acorralen, Acorrálales tú». EFE

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