El anuncio de desarme definitivo, unilateral y con entrega de armas que se prevé para el próximo mes de abril que va a realizar la organización terrorista ETA, dentro de ser una noticia positiva, no deja a las claras aún el fin definitivo de la banda, puesto que en ningún momento se aprecia que vaya a haber una declaración al respecto.
Sorprenden, como no podía ser de otro modo, las declaraciones de la clase política. Curiosamente, vuelven a repetir el susodicho tema de la derrota del terrorismo, interpretando que como, está, entrega armas, ello de por si, ya es síntoma de su derrota. No recuerdan que hace ya meses, la entrega de armas llevada a cabo por los terroristas, aquella en la que aparecían tres encapuchados, junto con los expertos de la llamada comisión de verificación, fue todo una pantomima en la que la banda quiso engañar a la ciudadanía de este país.
Las victimas de su barbarie solo anhelan que el terrorismo etarra reniegue de sus crímenes y pida perdón, no se contentan con una entrega de armas que si se produce ahora, y no antes ni después, tiene un objetivo. Quieren que los terroristas esclarezcan los crímenes que quedan por resolver. Mientras esto no ocurra, no podrán considerar que ETA ha sido derrotada.
La cautela, no obstante, debería imponerse. Episodios como la última “kale borroka” de Pamplona, el intento de linchamiento de dos guardias civiles en Alsasua, la iniciativa Atznugal que pretende expulsar del Cais Vasco y Navarra a la guardia civil o el miedo que impera en muchas localidades de estas regiones ante la presión del mundo abertzale, no parece que sean iniciativas que busquen el fin de la violencia anhelada por todos.