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Apuntes: «Atajar los populismos con más Europa, pero ¿cómo?»

La aparición de fenómenos populistas, de uno y otro signo, en el espectro político internacional, desde el resultado de los distintos refrendos celebrados en Reino Unido e Italia, pasando por elecciones en algunos países de la Unión Europea hasta el resultado de las últimas elecciones en los Estados Unidos, pone a prueba la continuidad del modelo democrático vigente en occidente y obliga a reflexionar sobre el fenómeno.

Está muy bien estudiada la razón que explica la aparición del populismo o, mejor dicho, los populismos porque tienen distintas facetas, según se trate de los que se sitúan a la derecha del espectro político o a su izquierda, aunque todos ellos muestran una fuerte desconfianza hacia la política convencional (llamémosla así), hacia las instituciones democráticas que forman el entramado del mundo occidental.

¿Cómo han surgido estos movimientos? Se acepta que en su origen se encuentra el deterioro económico y social que provoca la reciente crisis financiera en un gran número de ciudadanos, los más vulnerables que se sienten al margen de las decisiones de la clase política, pero también de un número creciente de ciudadanos de las clases medias que ven con inquietud cómo se deteriora su nivel de vida. A todo ello se une la equivocada percepción de algunos grupos que consideran a los inmigrantes o a los extranjeros en general como causa del empeoramiento en las condiciones del mercado laboral. Agrava aún más la situación la frustración que provoca la aparición de fenómenos de corrupción por parte de no pocos políticos de distinto signo. Y todo ello se traduce en el desafecto hacia la clase política, a la que se considera causante de los males, especialmente de la pérdida de bienestar. De ahí el deseo de romper con ‘el sistema’, con lo que ello significa.

Está claro que ha habido un distanciamiento entre la clase política y el común de la población; que aquella no ha tenido en cuenta, o lo ha hecho de forma insuficiente, las preocupaciones más vivas de los ciudadanos, no ha asumido su papel de liderazgo y en muchos casos su comportamiento ha distado mucho de ser ejemplar. Es ese comportamiento el que deberán modificar los políticos, buscando un acercamiento real a las poblaciones.

Con esto no quiero decir que haya que convocar refrendos para cada decisión que deba adoptarse o que haya que consultar cada medida. De ningún modo: para eso precisamente se ha elegido a los políticos. Por otra parte, los resultados que condujeron al brexit o a la dimisión del primer ministro italiano, muestran que cuando se atiende a las demandas populares sin realizar antes una reflexión profunda sobre las posibles consecuencias, puede impulsar a un gobierno a adoptar decisiones de corto alcance que, a medio plazo, resulten ser contrarias al bien común o incluso al sentido común.

Teniendo en cuenta lo anterior, en un Estado de derecho como es el caso, corresponde a las instituciones independientes la salvaguarda de la legitimidad de las decisiones que pueda adoptar un gobierno si no se ajustan a derecho o dañan el bien común, no a la convocatoria de refrendos y menos aún a protestas callejeras, especialmente si con ello se cuestiona la legitimidad de las instituciones democráticas para adoptar decisiones.

Urge, por tanto, definir (y ser capaces de explicarlo de forma pedagógica al conjunto de la sociedad europea) un proyecto político europeo de largo alcance; urge dar respuesta a la pregunta, ¿en qué tipo de sociedad queremos vivir? ¿queremos una sociedad en continuo rechazo? Rechazo a la globalización, rechazo a Europa, rechazo a los partidos que han facilitado la construcción de la Europa actual, rechazo a la entrada de quienes huyen de guerras y/o pobreza… sin propuestas viables de solución a los problemas.

O buscamos un proyecto positivo, en un mundo de libertades, abierto al comercio y a la entrada de quienes buscan trabajo y paz; un mundo solidario y que promueva la igualdad de oportunidades. Son todos ellos valores que ha impulsado desde su creación la Unión Europea y que necesitamos conservar para lo que hace falta saber apreciarlos.

Queremos, en fin, una sociedad segura. Este punto necesitaría mucho más espacio del que dispongo. Basta, por ahora, señalar que eso tiene como contrapartida una cierta cesión, un cierto límite en el ámbito de las libertades, que también se ven limitadas, no podría ser de otro modo, por el respeto que merece la libertad de todos los demás y por el ejercicio de la propia responsabilidad.

La sociedad, toda ella, para poder exigir a los políticos un comportamiento ético necesita vivir esos valores que echa de menos en algunos, necesitamos todos descubrir dónde podemos ser más solidarios, más justos, más eficaces y actuar en consecuencia.

Desde este rincón deseo a todos los lectores de Navarra Información una feliz Navidad y que en 2017 procuremos trabajar para mejorar la España que termina 2016.

Elvira Martínez Chacón, Profesora Emérita de la Universidad de Navarra, área de Economía

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