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Todos mentimos y lo hacemos varias veces al día. La mentira está tan normalizada en la sociedad que llegamos a ser indulgentes con ella, sobre todo porque en más de la mitad de los casos ni la descubrimos. El engaño forma parte de todas las áreas de nuestra vida, pero en una de ellas, en la sexualidad, es más frecuente y más doloroso. Nos lo cuenta la psicóloga María Jesús Álava
En “La verdad de la mentira” (La esfera de los libros), María Jesús Álava hace un análisis de la mentira basado en distintos estudios científicos y en su propia experiencia como psicóloga aportando diferentes ejemplos de casos reales dejando constancia de que la mentira está detrás prácticamente de la mayoría de los conflictos personales.
“Somos capaces de mentir incluso a nuestros propios hijos. Hay personas que consideran que es imposible vivir sin mentir porque se trata de una defensa ante un medio tan agresivo como el que tenemos”, apunta la directora del Centro de Psicología Álava Reyes y presidenta de la fundación que lleva su nombre.
El caso es que nacemos puros y nos maleamos ya desde niños, aprendemos por imitación. “En gran medida mentimos por costumbre y muchas veces no somos conscientes de ello. Pero las mentiras más difíciles de identificar son las que nos decimos a nosotros mismos, el autoengaño”.
¿Quién miente más?
Experta en psicología de empresa, clínica y educativa, María Jesús Álava ha tenido oportunidad de desenmascarar a unos cuantos mentirosos a lo largo de su carrera.
“Las personas más inseguras e insatisfechas mienten para agradar pero pueden llegar a perder la credibilidad, pero los más mentirosos son las personalidades agresivas, manipuladoras, narcisistas…los que tienen rasgos de psicopatía. Cuanto más libre y menos dependiente se siente una persona, menos miente”, afirma la psicóloga.
¿Y entre hombres y mujeres? “No se ha comprobado científicamente que unos mientan más que otros. Pero es verdad que a los hombres les cuesta menos mentir porque lo toleran mejor, mientras que a las mujeres es más difícil descubrirlas. Las mujeres mentimos pero somos más sensibles a la mentira, la descubrimos antes y sobre todo lo hacemos en lo relacionado con el cariño, con la afectividad, para proteger, por ejemplo, a los hijos. Ellos mienten más en el trabajo”.
Unos u otros, todos mentimos. “Y de cada cuatro relaciones sociales, mentimos, como media, en una”, apuntan los estudios que cita la psicóloga en su libro. Mentimos en todos los ámbitos de nuestra vida:
En las relaciones de pareja
En la sexualidad muchos se sienten inseguros y las mentiras son más numerosas y también más dolorosas “porque es el acto más íntimo entre dos personas, pero no quiere decir que sea el más afectivo”, apunta la especialista.
Comerse una y contar veinte, como en el parchís, es muy normal. Fantaseamos y exageramos. “La gente miente mucho sobre relaciones anteriores, incluso, sobre las que ni siquiera han tenido, se las inventan”, afirma María Jesús Álava.
Y sobre lo que sentimos, preferimos o nos desagrada en nuestras relaciones sexuales también: “Hay una auténtica puesta en escena, hay quien al cabo de los años se entera de que su pareja apenas sentía nada o sentía incluso una cierta incomodidad”.
Ocultar la verdadera identidad sexual a una pareja es una de las mentiras más dolorosas cuando todo sale a luz. “Los psicólogos -comenta- conocemos muchísimos casos de señores y señoras con parejas heterosexuales, casados, con hijos, con relaciones paralelas homosexuales”. Una situación que, lógicamente, repercute en las relaciones sexuales y afectivas y cuya solución pasa por afrontar la verdad.
Y es que en la afectividad también el engaño planea, desde las mentiras omnipresentes de las primeras citas, pasando por la venganza utilizando a los hijos en contra del cónyuge o hasta la infidelidad, todo un clásico. “Y es que en este terreno afectivo y sexual existe como una capa de oscuridad que lo sigue cubriendo todo”, señala la experta que en 2012 fue elegida como una de las “Top 100 mujeres líderes en España”.
En el trabajo
Si en la primera cita mentimos, también a la primera lo hacemos en el trabajo. “No conozco a una sola persona que en una entrevista de trabajo diga la verdad sobre el sueldo del empleo anterior, el que menos se lo sube un 10%”, comenta la también presidenta de Apertia-Consulting y experta en selección de personal.
En el trabajo mentimos para no complicarnos la vida, para ofrecer una imagen edulcorada de nosotros mismos ante nuestros jefes o colaboradores o para obtener determinados fines.
“Nos vendemos en el trabajo. Sobre todo miente la gente envidiosa; los que son ambiciosos al creer que el fin justifica los medios; los menos trabajadores para así justificar esa falta de rendimiento. El vago es un artista a la hora de buscar excusas”.
La violencia de género y el acoso escolar
La mentira también está detrás de las lacras sociales. En la violencia de género, el maltratador tiene un perfil definido: una persona encantadora de puertas afuera, que va embaucando a la víctima y que, cuando ya le ha creado dependencia afectiva, es cuando expresa violencia. Mentira dentro y fuera de casa.
“Son personas muy agresivas con unos niveles de maquiavelismo importante y carentes deempatía. Un persona así tiene altos niveles de psicopatía y siempre son grandes mentirosos, falsean la realidad”.
También la mentira está detrás del niño acosador y del encubridor, el que mira para otro lado por miedo a ser objeto de la violencia. Pero también existen padres ingenuos y distantes en la relación con sus hijos, unos niños que pueden experimentar vidas paralelas sobre todo gracias a las redes sociales y dispositivos tecnológicos.
“A los niños no les estamos sensibilizando sobre el perjuicio que supone el acoso escolar y la injusticia que provoca. Les tenemos anestesiados, están rodeados de violencia (películas, juegos…) y piensan que eso produce protagonismo y diversión”, señala la también autora de “La inutilidad del sufrimiento”.
“La sociedad -subraya- está mirando hacia otro sitio. Los adultos hacemos la vista gorda. Es imposible en el medio escolar no detectar el acoso que sufre un niño, y no me refiero en las clases, sino fuera de ellas”.
En todos los ámbitos vitales las consecuencias de las mentiras pueden ser dolorosas y la principal es la pérdida de la credibilidad y de la confianza. A veces, irrecuperable. EFE/ANA SOTERAS
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