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OPINIÓN: De Sadiq Khan a Donald Trump

¿En qué se parece Inglaterra a Estados Unidos? Ambos tienen elementos comunes como ser países anglosajones, con culturas parecidas, la misma lengua y poco más, el resto son diferencias especialmente en lo político, monarquía democrática el primero, tradición republicana el segundo.

En los últimos días esos elementos comunes y esas diferencias se han visto incrementados hasta límites insospechados en lo político. En Inglaterra hemos visto aparecer una figura desde la izquierda con planteamientos radicales con una cierta edad. Jeremy Corbyn ha sido el gran revulsivo de un laborismo en horas bajas, con sus 67 años ha demostrado que no siempre lo nuevo es sinónimo de romper moldes y que la veteranía es un grado.

En EE.UU. una figura parecida, Bernie Sanders, éste con 74 años, marxista en un país especialmente receloso con esa ideología, que aunque acabe no compitiendo para la Presidencia ha puesto en evidencia el viejo esquema demócrata.

Pero esta última semana lo que se han agudizado han sido las diferencias. La irrupción en los últimos días de dos figuras contrapuestas han agitado las aguas tranquilas de sus respectivas políticas. El rompedor irrespetuoso Dolnald Trump en EE.UU. y el recién llegado Sadiq Khan en UK han puesto patas arriba la cosa política en ambas orillas del Atlántico.

El primero populista, con tintes de extrema derecha, aunque conviene matizar este concepto, ha luchado y ha ganado contra la vieja guardia del Partido Republicano, consiguiendo una nominación que parecía imposible hace apenas unos meses.

Matizar el concepto significa comparar por ejemplo con el opositor que más ha aguantado, Teo Cruz, el representante del Tea Party ultra conservador, enemigo del matrimonio entre homosexuales, incluso de reconocerles los derechos básicos, contrario a cualquier tipo de aborto, xenófobo, homófono, religioso radical, enemigo de universalizar la salud o la educación. Mientras que Trump a pesar de sus excesos verbales, de ciertos signos de tipo fascistoide ha demostrado ser más flexible en este tipo de derechos sociales. Es más fachada, pose creada que realidad y quizás si alcanzara la presidencia nos lleváramos alguna que otra sorpresa.

En el otro lado la figura de Khan surge igualmente rompedora con el orden establecido. ¿Quién podría imaginar un alcalde de Londres hijo de emigrantes paquistaníes, musulmán de religión, de padre conductor de autobuses? Un político que defiende una ciudad más humanizada, democratizada y plural, a diferencia de su contrincante representante de la derecha extrema de los conservadores, ricachón xenófobo e insultante que no ha dudado en hacer una campaña llena de mentiras e injurias, incluso pasando la delgada línea roja de insinuar los vínculos de Khan con el extremismo yihadista.

El discurso de ambos tiene un cierto paralelismo alejado de lo “políticamente correcto” de sus respectivos partidos. Trump atemperando su mensaje, modulándolo y moderándolo, Khan caminando por los viejos esquemas de la izquierda clásica municipalista. Incluso con la frase que suele utilizar “si uno ve algo que está mal, tiene el deber de cambiarlo” que debía aplicárselo todo aquel que se sienta de izquierdas.

Ahora habla de abaratar el transporte público, favorecer el acceso a la vivienda, reducir el nivel de ruidos y contaminación, o sea de los clásicos planteamientos de una izquierda que se había ido alejando de ellos paulatinamente y que él recupera como una bocanada de aire fresco.

Lo que queda claro es que ambos, Trump y Khan van a dar mucho que hablar en el futuro, que tendrán defensores y detractores, pero lo que resulta incuestionable es que han sido capaces de tirar una piedra sobre un estanque excesivamente quieto.

También en nuestro país tenemos algún ejemplo, aunque no hayan aparecido en el vértice de la pirámide de poder. Manuela Carmena en el ámbito de Podemos y José Antonio Pérez Tapias en la del PSOE representan este tipo de políticos veteranos pero novedosos, rompedores con sus respectivos establishment, a quienes no permiten su ascenso precisamente por el miedo a que pongan todo patas arriba. Demostrando que al final lo veterano acaba siendo novedoso y lo nuevo representación de lo obsoleto.

Veremos en qué acaban ambas historias.

José Luis Úriz Iglesias, afiliado al PSC viviendo en Navarra

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