
Que el paro baja en este país, parece que las cifras, si no están maquilladas, así lo demuestran.
Lo que las cifras no confirman es la precariedad de los puestos de trabajo y los segmentos de edad que los cubren. Que un alto porcentaje de los contratos que se firman,no sean superiores a cuatro horas, podrá «maquillar» que esa persona sea considerada como trabajadora, pero lo que no podrá «maquillar» es que, con el salario resultante, pueda vivir.
Que un alto porcentaje de jovenes sean los beneficiarios de estos contratos «basura» no sorprende a nadie. Son estudiantes con primer empleo, que buscan un dinero extra, sin apenas obligaciones. Los mayores, por otro lado, los grandes perjudicados. Cada vez consiguen menos empleos. Ni ellos quieren ser contratados por dignidad a pesar de tener familias a su cargo, ni se les quiere por su mayor facilidad para caer enfermos.
Por otro lado, asistiremos estos próximos días a un encumbramiento de estos datos. La situación además lo provoca. El gobierno debe «darse alas» para conseguir una investidura, cada día más peliaguda y tiene que presumir del dato.
Los ciudadanos, más bien, necesitan de sus políticos menos palabras y más hechos. El drama del paro esta ahí. Solo el importa el sillón y la minuta.