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Sinatra, cien años de la voz que no se apaga

Sinatra, cien años de la voz que no se apaga

Prolongó su carrera hasta su muerte en el año de 1998

Han pasado ya cien años desde que naciera, 75 de su primer número uno y 35 de su particular canto de cisne New York, New York, pero la voz y la figura de Frank Sinatra no sólo no se han apagado, sino que permanecen como una piedra fundamental de la música popular del siglo XX.

Icono y estrella legendaria del swing y del jazz, capaz de resistir el impulso del primer rock y hasta de convertirse en un meritorio actor dramático, Sinatra encarna la imagen del sueño americano.

Nacido el 12 de diciembre de 1915 en Hoboken (New Jersey), su infancia estuvo marcada por sus orígenes italianos, la rigidez de su madre y la pobreza propia de su zona y de la depresión económica.

Quedó fascinado por las canciones de la radio de Bing Crosby, modelo de referencia para un Sinatra que se beneficiaría de los cada vez mejores micrófonos para fundar un estilo mil veces copiado: los vocalistas ya no tendrían que gritar para sobreponerse a las orquestas, sino que podrían cantar relajados, gustándose, susurrando y hasta saboreando cada nota.

En una entrevista en la revista Life en 1970, Sinatra creía recordar que la primera vez que se subió a un escenario fue a finales de los años 20 en un hotel de New Jersey. «Probablemente me pagaron con un par de paquetes de cigarrillos y quizá un sándwich», añadió.

Ya en la década de los treinta formó parte del cuarteto Hoboken Four y luego alcanzaría la popularidad al frente de las orquestas de Harry James y Tommy Dorsey, aunque pronto decidió jugársela por su cuenta.

«Voy a volar alto. He planeado mi carrera. Desde el primer minuto que me subí a un escenario decidí llegar justo hasta donde estoy, como el chico que empieza siendo un oficinista y tiene la visión de llegar a ocupar la oficina del presidente», dijo en 1943 según el libro Frank: The Making of a Legend, de James Kaplan.

Para entonces la fiebre por Sinatra ya era una realidad, con miles de jóvenes suspirando por un magnético vocalista, de irresistible atractivo, voz cálida y mirada pícara.

La era dorada de Sinatra llegó con su época en Columbia y los «discos conceptuales» de los años 50, álbumes como In the we small hours o Songs for swingin’ lovers en los que bordó su estilo elegante «jazzy» de seductor y de «bon vivant».

En ese cambio de registro hacia un Sinatra más maduro, que ya no sólo canta al amor feliz sino también a la soledad, tuvo una importancia crucial el cine, ya que tras pasar por comedias como Anchors aweigh (1945) dio un golpe en la mesa con su papel de De aquí a la eternidad (1953), que le valió un Óscar.

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