Finalizada la II guerra mundial, los países vencedores, sobre todo Estados Unidos, con una fuerte comunidad hebrea presente en su sociedad, plantearon la creación de un estado judío en territorios de Oriente Próximo que estaban entonces bajo mandato británico. En 1947 la ONU aprobaba una resolución que establecía la retirada británica y la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Al día siguiente. Los países árabes de la zona enviaban sus tropas contra el nuevo Estado, lo que desencadenaría la primera de las constantes guerras de las que esta zona viene estando sometida desde entonces.
En la actualidad, existe un peligro mayor para la estabilidad de esta área y, por ende del mundo, que es el llamado Estado islámico o ISIS. El mundo musulmán tiene al lado suyo una gran tentación, el radicalismo feroz y sanguinario, para conseguir sus propósitos. La respuesta militar dada por la comunidad internacional no es suficiente, bien por incapacidad o bien porque no se quiere. Se imponen, por tanto, otras soluciones, donde la diplomacia y la geopolítica juegan un papel fundamental. El reconocimiento del estado vaticano, recordemos uno de las países más pequeños del mundo, con su máxima representación política a la cabeza, el Papa Francisco, del estado palestino es un paso más, para intentar conseguir que el mundo islámico moderado siga siendo fiel a los principios del orden internacional y no traspase la frontera de lo político y humanamente correcto.
A nadie debería, por tanto, causar sorpresa esta nueva situación. Los intereses que la Iglesia católica tiene en esta zona son tan importantes y tan grandes que merecen el esfuerzo que se haga por ellos. La iglesia en estos momentos vuelve a recuperar ese papel mediador perdido en épocas pasadas.
