Por Cosimo Graziani
La próxima cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica foro de países emergentes) se celebrará del 22 al 24 de octubre en la ciudad rusa de Kazan. La alianza geopolítica y económica conocida como BRICS, toma su nombre de las iniciales de sus países fundadores originales: Brasil, Rusia, India y China que se unieron en 2006, añadiendo Sudáfrica en 2010.
Ahora, la red BRICS se está expandiendo gradualmente. Al igual que en la cumbre del año pasado en Sudáfrica, esta vez también hay varios países que esperan poder incorporarse al grupo. En Johannesburgo, se admitió como nuevos miembros a Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Arabia Saudí.
Este año podrían incorporarse Turquía, Azerbaiyán y Malasia, que han presentado su solicitud formal de adhesión en las últimas semanas. Pero la cola de países aspirantes o cortejados por los miembros actuales es larga: hay un gran interés de Tailandia por ingresar, existen presiones chinas para que lo haga Kazajstán y se espera la adhesión de Argelia, que debía ingresar el año pasado pero fue bloqueada por un veto de India.
Todos los países que han solicitado la adhesión tienen un peso geopolítico importante: Turquía y Azerbaiyán están implicados en los cambios políticos que afectan a Europa y Asia, mientras que Malasia es miembro de la Asean, una organización que en los últimos años ha sabido labrarse un papel económico excepcional en un contexto como el Indo-Pacífico, donde los gigantes son India y China.
Según los analistas, la solicitud de adhesión de Turquía está vinculada a sus posibilidades de ingresar en la Unión Europea, proceso en el que las negociaciones llevan estancadas unos seis años. Confirman esta lectura las declaraciones del ministro turco de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, realizadas el jueves 19 de septiembre durante una emisión de la agencia turca Anadolu. «Si nuestra integración económica con la Unión Europea se hubiera coronado con una adhesión superior a la de la Unión Aduanera, tal vez no estaríamos en este tipo de búsqueda en relación con muchas cuestiones», ha declarado Fidan.
Por lo que respecta a Azerbaiyán, el ingreso en los Brics supondría el reconocimiento definitivo de su nuevo estatus de potencia media a nivel internacional, ya que se produciría el mismo año en que Bakú organiza la Cop29 sobre medio ambiente, por lo que también podrá influir en la agenda global de lucha contra el cambio climático, a pesar de ser un país productor de petróleo. Por último, Malasia espera poder incorporarse al bloque para actuar con mayor libertad en sus relaciones comerciales: como se ha señalado en la página web de la revista The Diplomat, Malasia utilizaría la adhesión para mantener relaciones políticas no demasiado desequilibradas con sus socios comerciales, a fin de asegurar una distancia justa con todos, así como para presentarse como «puente» entre esta organización y la Asean.
Nuevos miembros significan un nuevo peso internacional para la organización. Pero una expansión tan acelerada del número de afiliados también deja entrever dudas sobre los beneficios reales que sus integrantes esperan obtener. En primer lugar está el problema de los procedimientos de aceptación de un nuevo candidato. Como se vio en el caso de Argelia el año pasado, el peso de los Estados individuales en las decisiones finales sigue siendo enorme y no hay criterios de admisión bien definidos. Baste decir que la carta de candidatura de Malasia se presentó a Rusia y no a un órgano especial, señal de que la decisión está muy influida por los intereses y valoraciones del país que organiza la cumbre ese año. Para confirmar esta hipótesis basta el anuncio hecho por China el pasado mes de julio sobre la adhesión de Kazajstán: Pekín lo ha hecho evidentemente porque tiene más interés en integrar a Kazajstán en la organización que los demás miembros.
Este año, la aceptación de la candidatura de Turquía y Azerbaiyán es muy conveniente para Rusia debido a los diversos asuntos en los que está implicada en Europa y el Cáucaso, y la aceptación de Malasia hay que verla desde la perspectiva de la ampliación en clave dialéctica con respecto al frente occidental.
Una ampliación demasiado condicionada por los intereses específicos del país organizador de la cumbre entraña el riesgo de desequilibrar la pertenencia a la Unión en determinados contextos geográficos, en claro contraste con la ampliación «difusa» y «equilibrada» que fue claramente uno de los criterios de elección el año pasado. Este año es Eurasia la que ocupa el centro del proceso, mientras que el Indo-Pacífico desempeña un papel marginal, dejando de lado a África, Oriente Medio y Sudamérica. Esto implicaría la necesidad de un reajuste el año que viene hacia estos contextos, con la incertidumbre de que las relaciones contingentes entre los distintos candidatos y los Estados miembros acaben ralentizando o bloqueando el proceso.
Estas dinámicas afectan al proceso de ampliación, pero también llaman en causa la propia naturaleza de la organización: ¿qué es lo que el Brics debe ser? ¿Una alternativa a las organizaciones occidentales, o sólo una plataforma económica reforzada? Una respuesta a esta pregunta parece provenir de la solución aplicada con Argelia tras el rechazo que recibió el año pasado: se unió a la New Development Bank, la institución bancaria de los BRICS, que también incluye a un país sudamericano que no quiere unirse al bloque, como Uruguay. La aplicación en el futuro de esta solución de adhesión parcial o reducida a otros países debilitaría la idea de los BRICS como frente alternativo a Occidente y su importancia a nivel internacional. AGENZIA FIDES