Ciertamente puede ser un problema, pero la casuística es muy compleja y en este recuadro de NI no podemos abordarlas todas, pero sí dar algunas reflexiones que nos “ayuden a ayudar” a nuestros hijos y sobre todo a tener paz interior, cuando realmente tienen catorce, quince años…y, no quieren salir de casa.
La tranquilidad de sus primeras salidas de nuestros adolescentes es simplemente para “estar juntos” y experimentar un nuevo espacio juntos, un nuevo sentimiento de libertad: Salen, se van, se alejan de casa y vuelven a la hora o un poco más tarde… Sólo hablan, se comentan lo que ven en el móvil, se pasan direcciones de cosas insulsas, pero son “sus mundos”, dan vueltas, se sientan en las espalderas de los bancos, no en su asiento…y, cada uno con su móvil; ¡tranquilos padres, no hay más! Pero es mejor que salgan, maduran con más facilidad y es lo que tienen que hacer.
Sin embargo, hay adolescentes que no quieren salir, unos por comodidad, otros porque les atrae mucho la play, las series de televisión y muchos socializan con juegos en grupo desde su casa. Otros -los menos- por algún incipiente trastorno personal o del grupo social donde a nivel escolar está incardinado: Sea acoso, bullying o una intensa inseguridad que habría que ayudarles para superar dándoles habilidades sociales.
Cuando nuestros hijos adolescentes no quieren salir, porque la casa es un lugar predecible y seguro, hemos de ayudarles, estimularles a que salgan, pues la relación con los padres ha de ser ahora de una nueva independencia, disfrutar con los amigos intercambiando ideas, conductas y generar una nueva intimidad. Integrarse en la sociedad con un nuevo compromiso, no se hace si no se sale del nido, y se abre uno al mundo y dejar que la vida entre dentro de uno. Tener un contacto diferente consigo mismo y adquirir una nueva comprensión de su propia realidad, de su yo, sólo se acrecienta con la relación con los demás. ¡Eso es una parte importante de la adolescencia y además necesaria y natural, que tenemos que favorecer y estimular!
Cuanta más relación intencionada tienen los adolescentes con el grupo social, mejor y más maduran la corteza prefrontal, por eso es tan importante sus primeras salidas, y por eso hemos de procurar los padres que salgan, que experimenten, que abran su mundo interior a otro mundo social, cuyo esfuerzo personal favorecerá una transición entre la edad adolescente a la edad adulta, y para esto ayuda mucho el grupo de amigos, no solamente en el deporte, que también; sino en salidas solos con amigos… ¡Una merienda juntos es una verdadera terapia madurativa!
No habiendo trastornos específicos, que no los suele haber, debemos estimularlos a que salgan, porque es parte de esa etapa adolescente que tienen que madurar, aunque sea un reto para ellos y para los padres que los quieren. Por muy duro que sea para los padres, necesitan los adolescentes experimentar si, realmente los queremos; han de abandonar el hogar y explorar el mundo es lo que les toca. No podemos generalizar, cada adolescente tiene su propio mapa madurativo, y hemos que crecer con ellos estimulando siempre que con catorce, quince años y más, necesitan salir, les debemos animar a que salgan, debemos propiciar meriendas en casa, o en sitios donde ellos se sientan cómodos, activar contactos entre ellos conocidos, del colegio, del deporte…; de tal manera que algún padre o padres, hagan de “coordinadores de los grupos, solamente para conectarlos, no para controlarlos”; cuando ellos perciban que están libres, serán libres y ese impulso “dinamizador” se extinguirá; porque ellos mismos son quienes después forman el grupo, y saborean “su libertad” y, ya no necesitan “el coordinador”, pero un estímulo no viene nunca mal si sabemos huir a tiempo.
La identidad de nuestro hijo adolescente va madurando y forjándose a base de la imagen que tienen los demás-su grupo-, de él, cómo los ven, cómo es, se pueden fiar de él…y, por eso y por muchas cosas más, es muy importante que salgan de casa y se socialicen. Salir de la casa es madurar el cerebro.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)