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San José Artesano: Una fiesta de origen olvidado y venida a menos

A raíz de la Revolución Industrial el siglo XIX fue una época de progreso industrial y económico, pero la prosperidad y los avances técnicos tuvieron su cara y su cruz. Los trabajadores estaban sometidos a horarios interminables, de doce, catorce horas o más, y la jornada de ocho horas (la misma que siglos antes la reina Isabel la Católica dispuso en su momento para sus súbditos de Ultramar) se convirtió en una de las principales demandas del movimiento obrero. En todos los países, el proletariado reclamaba ocho horas para el trabajo, ocho para el descanso y ocho para el ocio.

Tales eran las demandas que planteaban los obreros de Chicago en 1886, cuando se produjo el incidente de Haymarket. La policía empleaba la violencia contra unos manifestantes concentrados pacíficamente cuando un desconocido arrojó una bomba contra aquélla y tras un juicio sin garantías contra los supuestos responsables, cinco acusados fueron condenados a la horca.

Desde entonces, cada 1 de mayo se ha repetido en muchos países el mismo ritual: las organizaciones sindicales saliendo a la calle para celebrar la fiesta del Trabajo-

¿Cuál es el origen de este día de reivindicación y cómo se ha celebrado en España?

En recuerdo de los “mártires de Chicago”, hoy tan olvidados como Santa Pantaria y las once mil Vírgenes, el 1 de mayo de 1890 se manifestaron proletarios en Estados Unidos y en los países más avanzados de Europa. Como la convocatoria fue un éxito que obligó a distintos gobiernos a tomar en consideración la denominada “cuestión social”. En Francia, el Parlamento se apresuró a votar un paquete de leyes con mejoras para los trabajadores; en Alemania, abordó la problemática en un discurso: igualmente la Iglesia Católica no permaneció ajena a estas inquietudes. El año siguiente, el papa León XIII publicó la Rerum Novarum, una encíclica sobre la condición de los obreros llamada a tener un gran impacto en el mundo católico, hasta el punto de que sucesivos papas han seguido promulgando encíclicas y documentos sobre el tema.

Ante el masivo seguimiento de la jornada, los organizadores pensaron en la conveniencia de repetir la celebración. Se sentaron así las bases de lo que iba a ser una cita permanente en el calendario.

No obstante, las convulsiones políticas del S.XX (Gran Guerra, Revolución Comunista, Crack de 1929, el difícil periodo de entreguerras, la II Guerra Mundial, el asentamiento del comunismo en gran parte de Europa… ) condujeron a que en cada nación esa fiesta adoptara diversos matices.

Voy a ceñirme a España, donde durante la Restauración, el 1 de mayo no empezó con buen pie porque socialistas anarquistas estaban divididos, y sus respectivas organizaciones no eran fuertes. Con todo, en el de 1890 se manifestaron en Madrid treinta mil personas, que entregaron demandas al presidente del gobierno, el liberal Práxedes Mateo Sagasta.

En los años siguientes, las autoridades respondieron a las movilizaciones con represión y entre 1891 y 1902, las organizaciones obreras no pudieron celebrarlo con actos públicos. Después se abrió un período de permisividad hasta la II República, con el paréntesis de la Gran Guerra (cuando el acompañamiento musical se suspendió en señal de duelo por los trabajadores que en esos momentos morían en el conflicto) y del Gobierno del General Primo de Rivera, durante cuyo mandato las únicas celebraciones permitidas del Día del Trabajo tenían que hacerse a puerta cerrada.

Por aquel entonces la manifestación constituía el acto central de las celebraciones, donde cabe constatar que, como  estrictamente laborales, como las relacionadas con los horarios, los accidentes de trabajo o el paro…

En 1921, sin embargo, el pacifismo paso al primer lugar de la agenda obrera y se exigieron responsabilidades por la deficiente marcha de la guerra de Marruecos, una contienda en la que eran los obreros quienes ponían la sangre, porque los privilegiados se libraban del servicio militar a cambio de una aportación económica, de lo que puedo dar fe, porque en casa conservo el documento que eximió a mi abuelo paterno .

Con la instauración de la Segunda República, las organizaciones obreras disfrutaron de más libertad, pero no de más unión, igual que tampoco existiría esa unión entre los partidos del posterior Frente Popular.

Así, si hoy el  de mayo se diferencia entre los sindicalistas de mariscadas y los de bocadillo, el primer 1 de mayo en el nuevo régimen, en 1931, se celebró bajo el signo de un enfrentamiento político en que los socialistas eran partidarios de dar a la jornada un sentido lúdico mientras los anarquistas apostaban por un día de lucha. Había que subvertir la sociedad del capitalismo y la burguesía. Así el líder libertario Juan García Oliver, a propósito de un acto protagonizado por sus compañeros, contó que al menos un centenar de personas, armadas con pistolas, esperaban la oportunidad para lanzarse a la “gimnasia revolucionaria”.

Cinco años después, el 1 de mayo de 1936, la festividad reflejaba el ambiente de tensión en el que se había sumido España, polarizada entre la izquierda y la derecha. En Madrid salieron a la calle medio millón de personas, entre enseñas republicanas y banderas rojas. Y durante los años de la «Cruzada» el 1 de mayo solo pudo conmemorarse en la «zona roja». Mientras en el territorio Nacional estaba considerada una festividad estigmatizada como sinónimo de la izquierda y la lucha de clases. Por ello, en 1939, la Victoria traería la supresión de los “sindicatos de clase” y el Caudillo trató de abolir el 1 de mayo tradicional y convertir el 18 de Julio, en la fiesta de Exaltación del Trabajo Nacional.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con el planeta dividido en un bando capitalista y otro comunista, la URSS se convirtió en el enemigo por excelencia del llamado “mundo libre”, identificado con las democracias liberales. Y es en este contexto cuando, la Iglesia católica estableció la festividad de San José Artesano, que no Obrero, como demuestran las palabras del Venerable Pío XII de 1 de mayo de 1955: “In tal modo accolto dai lavoratori cristiani, e quasi ricevendo il crisma cristiano, il 1° maggio, ben lungi dall’essere risveglio di discordie, di odio e di violenza, è e sarà un ricorrente invito alla moderna società per compiere ciò che ancora manca alla pace sociale. Festa cristiana, dunque; cioè, giorno di giubilo per il concreto e progressivo trionfo degli ideali cristiani della grande famiglie del lavoro. Affinchè vi sia presente questo significato, e in certo modo quale immediato contraccambio per i numerosi e preziosi doni, arrecatici da ogni regione d’Italia, amiamo di annunziarvi la Nostra determinazione d’istituire — come di fatto istituiamo — la festa liturgica di S. Giuseppe artigiano, assegnando ad essa precisamente il giorno 1° maggio. Gradite, diletti lavoratori e lavoratrici, questo Nostro dono? Siamo certi che sì, perchè l’umile artigiano di Nazareth non solo impersona” “““presso Dio e la S. Chiesa la dignità del lavoratore del braccio, ma è anche sempre il provvido custode vostro e delle vostre famiglie “.

Con ello, el Santo Padre y con él Roma apostaba así por asignar un sentido cristiano al 1 de mayo. Y en este nuevo sentido hay que destacar que se use la palabra “altesano”, que engloba tanto al obrero como al pequeño propietario, no olvidando que, por ejemplo, San José era dueño de su pequeño taller o San Pedro de su barca.

De esta forma el Día del Trabajo, para un creyente, también podía ser una cita obligada, ya que, en el espíritu de la Rerum Novarum, cuando se venía de una tradición que identificaba religión y conservadurismo político, este planteamiento resultaba realmente innovador.

Así el Régimen de Franco se sumó a la celebración de San José Artesano con actos multitudinarios del sindicato vertical, no de clases,  contra los que las izquierdas sólo oponían ínfimas concentraciones urbanas que no llegaban a ser siquiera manifestaciones, ni cortaban el tráfico, sin dejar de expresar un malestar social de quienes fueron vencidos en el campo de batalla y hoy quieren volver a imponer su dictadura acudiendo a las profanaciones, al miedo y la coacción o la reiterada violación de la legalidad, amparada por esa repugnante constitución nacida de un no menos repugnante consenso y de la ominosa Ley 1/1977, de 4 de enero, para la Reforma Política.

En la actual España de la precariedad, una gran Patria destrozada, donde la iglesia no tiene voz o pone su silencio al servicio del Enemigo, humillada, empobrecida, con menos trabajadores y más parados que nunca, conviene volver a dar un sentido cristiano al trabajo, la Doctrina Social y la virtud de la Justicia. Para ello concluyo con las palabras de San Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens:  “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico”, añadió San Juan Pablo II

José, Esposo de María y padre adoptivo de Jesús, es el prototipo del trabajador que con su faena, coopera a la Creación de Dios y la Renovación de todas las cosas en Cristo. Así promovió el Pontífice esta celebración desde la fraterna relación entre el patrón y el trabajador, con el derecho a una tarea desde unas condiciones justas y dignas, con un trato netamente humano y un salario digno¨”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago, historiador

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