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La visita al Sepulcro en Jerusalén

El tiempo pasa veloz, los años se cuentan como meses, y la retrospectiva se hace dura, pero ya hace diez años que visitamos Tierra Santa… Fue un viaje, un recorrido más de peregrinación que de turismo, fue un pasar con devoción por aquellos lugares santos que recorrió Jesús en su vida en la tierra, y mientas los ibas recorriendo te salpicaban miles de recuerdos, de pasajes bíblicos del Nuevo Testamento, y en muchos lugares sin quererlo se agitaba tu corazón con el momento en que uno veía e imaginaba cómo el Ángel anunciaba a María su gravidez… Permaneces mudo, percibiendo la escena tal cual te la muestra San Lucas en su evangelio, no oyes el guía -mujer muy versada y muy acorde al misterio que según la tradición-, allí en esa estancia hecha capilla, dentro de la Basílica de la Anunciación se concibió el misterio. Cada rincón te toca el corazón, unos de emociones entrañables -Belén-, otros duros, agresivos, te golpean martilleando tu conciencia, tu olvido, tu sin razón, tu pobreza espiritual y muchas veces la lejanía inmensa en la que vivimos de aquello que es trascendente.

 

Pero de todas las visitas, el Santo Sepulcro, para mí y para muchos de la peregrinación constituyó el mayor de los descubrimientos… Una gran emoción, recordé las cruzadas, cuántos murieron en su salvaguarda, y, cuántas horas de cola para visitar el sepulcro de Cristo y besar la piedra que cubrió su cuerpo y después resucitó… Dos horas de cola, piensas, rezas, meditas, te transforma las horas en una pura introspección mística. Unos rezan en alto, otros en su interior, pero la cola de seis de fondo va avanzando lentamente, procesionalmente, ya te toca, hay un fraile franciscano que te da la entra de dos en dos y entras en ese cubículo misterioso, con poca luz y te arrodillas en esa losa, la besas, la tocas, rezas y te acuerdas de los tuyos e imaginas al Jesús de Nazaret, Dios entre los hombres y hombre como nosotros… Ni cuenta te das, que recibes la orden de salir, que les toca a otros entrar. Son tres minutos, cuatro minutos, pero es tan profundo y suprasensorial, que siempre que lo recuerdo lo vivo con la misma intensidad. Sales absorto, ido, tu mente en 4-8 hercios…; traspuesto totalmente, te sientes “tocado” del misterio y de los trascendente…Le pregunto a Chat-GPT: ¿Por qué estos sentimientos después de diez años? Y la I.A. me contesta: “La visita al sepulcro de Cristo en Jerusalén es normal que haya evocado en ti una gran emoción y te haya llevado a recordar la historia de las cruzadas y la importancia de proteger y defender los lugares sagrados. La visita a un lugar tan significativo para la fe cristiana y la oportunidad de acercarse al lugar donde se cree que fue enterrado Jesús, sin duda puede ser una experiencia conmovedora y transformadora para muchos visitantes”.

No deja de sorprenderme el comentario, y realmente así lo vivimos hace diez años y cada vez que lo recuerdo y me veo en mi imaginación haciendo la cola, y entrando en el sepulcro vuelvo a sentir las mismas emociones, aunque ya no sé si entro en un estado alfa tan fuerte como lo sentí entonces. Mi primo Prudencio, ya fallecido, me dijo un día: “No dejes de visitar los Santos Lugares, será un “toque espiritual” que no olvidarás fácilmente, no dejes de ir una vez en tu vida”…Y así fue. ¡Ya sabemos y es bueno recordarlo, que nuestro cerebro no distingue entre imaginar y ver realmente, por eso es tan bueno imaginar lo bueno, para experimentar tantas veces quieras aquello que te hace bien, y por eso te sientes feliz!

Estamos en días totalmente señalados, Jesús hombre-Dios, muere en la Cruz, y redime al género humano, es la historia de la Salvación, y con la resurrección esa fe que desafía a la razón nos demuestra un Dios Poderoso, nuestro Padre resucitado.

Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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